(DARIO CELIS. EL HERALDO DE MÉXICO)
SI USTED ERA de los que creían ingenuamente que el T-MEC solo necesitaba una manita de gato, que sería revisado hasta 2026 y sería trilateral, le tenemos malas noticias.
Donald Trump quiere que Norteamérica tenga nuevas reglas del juego en el comercio, lo que necesariamente terminaría en un nuevo tratado de libre comercio regional.
Las negociaciones podrían empezar este año y lo más seguro es que sean dos acuerdos bilaterales, uno con México y otro con Canadá, y sólo en algunos sectores de la economía habría reglas trilaterales.
Los aranceles que ya empiezan a medir en la Secretaría de Economía, de Marcelo Ebrard, tienen dos objetivos: resolver el tremendo déficit y promover la inversión que genere empleos dentro de la Unión Americana.
En 2023, el mayor déficit comercial de Estados Unidos fue con China por 279 mil 424 millones de dólares: compró ropa, maquinaria y productos electrónicos.
Con nuestro país fue por 152 mil 379 millones de dólares: importamos vehículos y autopartes. Con Canadá fue de 67 mil 861 millones de dólares: importaron petróleo crudo y gas.
La revisión sectorial del actual T-MEC, que se firmó con el gobierno de Enrique Peña y se amplió con el de Andrés Manuel López Obrador, va a ser a fondo y en serio.
Aquellos sectores que están más integrados regionalmente como automotriz, electrónicos o aeroespacial, van a ser revisados en su cadena de suministro, particularmente en lo que se refiere a contenidos que vienen de China.
Canadá vive una situación política difícil porque el Partido Laboral de Justin Trudeau se enfila a perder las elecciones y todo lo que negocie él no tendría solidez política.
En esa tesitura, lo más probable es que el nuevo titular de la Oficina de Representación Comercial de Estados Unidos, Jamieson Greer, reciba la instrucción del millonario de Mar-a-Lago de poner en la mesa, también, un acuerdo bilateral.
El objetivo de Trump es desplazar a China y por ello presiona a Claudia Sheinbaum para que se defina como su aliado estratégico y cierre la puerta a la inversión y el comercio con la potencia asiática.
Estados Unidos quiere asegurarse que el gobierno de México cumpla en serio con las reglas comerciales, las que se negociaron en el T-MEC, o las nuevas que se negocien, para dejar de ser trampolín desde el cual insumos y productos chinos terminados aquí entren allá.
Para el segundo piso de la 4T llegó la hora de definiciones y dejarse de medias tintas: o terminamos más integrados a la economía estadounidense, o seguimos coqueteando con China.
Hasta ahora, el comercio con China arroja déficit para México. Es una cuestión pragmática: o vendemos y aumentamos nuestro comercio con Estados Unidos, o nos quedamos sin inversión y sin qué vender.
Aquí lo importante es que el potencial nuevo acuerdo bilateral tendría más ojos y más dientes. Ojos para supervisar que se cumpla lo pactado y dientes para evitar que se hagan trampas, trátese de compromisos laborales, ambientales o de integración nacional.
La mira está puesta en la nación que gobierna Xi Jinping. Se acabó la simulación. Y lo mismo va a operar para la migración y el narcotráfico.
