(GLOBAL TIMES)
Durante su primera visita al exterior como secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio se esforzó por utilizar el Canal de Panamá como pretexto para presionar a Panamá a distanciarse de China. Su flagrante coerción e intimidación no sólo puso al descubierto la persistente mentalidad hegemónica de Washington, sino que también puso de relieve su gastada estrategia de utilizar la “influencia diplomática y económica” para servir a sus propios intereses.
La reciente visita del funcionario estadounidense a Panamá ha puesto la soberanía del país latinoamericano en el ojo del huracán. La parte estadounidense exigió que Panamá tomara medidas inmediatas para frenar la “amenaza” de la “influencia y control” de China sobre el Canal de Panamá y advirtió que si el “inaceptable” statu quo permanecía inalterado, Estados Unidos tomaría “las medidas necesarias para proteger sus derechos”. Las acusaciones estadounidenses carecen totalmente de fundamento. Panamá ha afirmado repetidamente que no hay interferencia china en las operaciones del Canal.
El representante permanente de China ante las Naciones Unidas, Fu Cong, reiteró el lunes que las afirmaciones sobre el control de Beijing sobre el Canal son “totalmente falsas” y que Beijing nunca ha interferido en los asuntos del Canal. Las acusaciones sobre la “interferencia china” parecen no ser más que una farsa política cuidadosamente preparada. Reflejan la creciente ansiedad de Washington sobre China en lugar de una preocupación genuina por la seguridad del Canal de Panamá.
Después de todo, Estados Unidos tiene un largo historial de tejer narrativas falsas -ya sean afirmaciones de “coerción económica” o la inventada “trampa de la deuda china”- en un intento de socavar la cooperación de China con Panamá y otras naciones latinoamericanas. Sin embargo, estas acusaciones caen en saco roto cuando se las mide frente a la realidad de la relación de Panamá con China, que se basa en la igualdad y el beneficio mutuo.
A lo largo de los años, China se ha convertido en uno de los socios comerciales clave de Panamá. A través de programas de capacitación profesional, proyectos de infraestructura y otras formas de cooperación, los dos países han forjado fuertes lazos arraigados en la sinceridad, la apertura, el pragmatismo y la colaboración beneficiosa para todos.
El lunes, el embajador de China en Panamá, Xu Xueyuan, publicó un artículo en el periódico panameño La Estrella de Panamá titulado “EE.UU., por favor, aprenda a respetar”. El artículo enfatiza que la relación de China con Panamá se basa en la igualdad, el respeto y el beneficio mutuo, reafirmando el compromiso de China con la neutralidad permanente del Canal de Panamá. Al mismo tiempo, expuso la naturaleza coercitiva de la diplomacia de Washington, revelando que la visita de Rubio no tiene como objetivo marcar el comienzo de una “era dorada de las Américas”, sino más bien mantener el dominio de EE.UU. en la región.
En verdad, las acusaciones de Washington contra China son poco más que un reflejo de su propia conducta. La historia ha demostrado en repetidas ocasiones que la verdadera amenaza a la estabilidad del Canal de Panamá proviene de la intervención estadounidense, no de otras alianzas. Y Panamá no es la única víctima. Estados Unidos ha tratado durante mucho tiempo a América Latina como su propio “patio trasero”, ejerciendo influencia económica y diplomática para servir a sus propios intereses. Ese mismo manual intervencionista sigue utilizándose hoy, mientras la campaña de presión de Washington se extiende por toda la región.
El Canal de Panamá es una arteria comercial global vital, y su neutralidad permanente y su funcionamiento seguro son una preocupación común para la comunidad internacional. Cualquier intento de explotar esta cuestión como una herramienta para la maniobra política, la coerción o la interferencia extranjera va en contra de un orden global justo y de la estabilidad regional. La gira del secretario de Estado de Estados Unidos también incluyó El Salvador, Guatemala, Costa Rica y la República Dominicana.
Está claro que, apenas iniciada su mandato, la nueva administración estadounidense está ansiosa por reafirmar su control sobre América Latina. Sin embargo, si esta grandilocuencia sobre una “época dorada de las Américas” es simplemente una excusa para la intromisión de Estados Unidos -donde la “época dorada” sólo sirve a Estados Unidos, sin la “s”-, entonces es dudoso que los pueblos de América Latina la acepten. Después de todo, una verdadera época dorada debería ser una de prosperidad compartida y respeto mutuo, no un juego de poder unilateral.

Ilustración: Chen Xia/GT