(RICARDO QUIROGA. EL ECONOMISTA)
Era muy común que los visitantes indígenas a las salas en el primer piso del recinto criticaran la ignorancia de la curaduría por la mala disposición de los objetos utilitarios. El subdirector del Museo Nacional de Antropología y curador de la nueva sala Textiles reflexiona sobre la necesaria erradicación de una museografía que condenaba a los pueblos a la desaparición. “Me toca visibilizar los pueblos indígenas desde otra óptica”, asegura.
“En los años 60, el patrimonio estaba visibilizado con miras a la pérdida y, en este momento, es todo lo contrario: se trata de visibilizar a las culturas indígenas tal cual son en la época moderna, que pendulan entre la tradición y la modernidad”, Arturo Gómez Martínez, profesor-investigador INAH y subdirector del MNA.
Es miércoles por la mañana en el Museo Nacional de Antropología (MNA). Las salas de la planta baja de este recinto inmerso en una de las áreas laterales de la primera sección del Bosque de Chapultepec lucen rebosantes. En todas ellas abundan grupos de turistas que son guiados por la colección arqueológica que resguarda el recinto y que se distribuye según cada sala, desde los vestigios del poblamiento de la región hasta el desarrollo de grandes civilizaciones, como la tolteca y la maya, así como se ofrece una ventana histórica a los testimonios en piedra de las culturas del Golfo, de Oaxaca, del Occidente y el Norte de México.
Abundan los recorridos hablados en inglés, pero no es raro escuchar a guías ofreciendo sendas explicaciones en francés, alemán o incluso alguna lengua eslava, como la que se percibe de un cuantioso grupo de turistas que se apuesta frente a la Piedra de Sol, el monolito de 24 toneladas sobre el que se labró el mito de los cinco soles, en la sala central, la Mexica. El grupo se toma una foto con este símbolo ubicuo de la cultura mexicana y, en lugar de “cheese” o “whiskey”, dice “aztec” para tomarse la foto. Atrás de él, ya le aguarda otra considerable comitiva esperando para aproximarse al impactante símbolo posiblemente labrado en el siglo XV.
A la par, la planta alta de este, uno de los recintos expositivos más visitados del país, la reservada para las salas etnográficas, está en las últimas etapas de cirugía mayor. En todas sus salas uno de los objetivos es modernizar el trabajo de museografía, pero, sobre todo, cambiar el discurso y la visión que se tenía en el recinto y desde los criterios de estudio y difusión de los rasgos y formas de cohabitar de los pueblos originarios de México.
Los trabajos de renovación de las salas etnográficas del Museo Nacional de Antropología forman parte del proyecto prioritario Chapultepec: Naturaleza y Cultura, que ha invertido un presupuesto considerable en obra civil, construcción de nuevos espacios culturales, recuperación forestal, interconexión e integración de nuevas áreas accesibles para el público en todo el bosque.
Tejer nueva trama histórica
El pasado 28 de febrero, en la raya, a un día de iniciar la veda electoral, las autoridades de Cultura federal y del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) inauguraron las dos salas con mayor avance, aquellas que estuvieron casi por terminar, pero aún con detalles pendientes.
Una de éstas es la sala Textiles, que ofrece un recorrido profundo y formal sobre el arte textil de los pueblos indígenas, los materiales empleados según los recursos disponibles en cada región, el clima y los hábitos; sus saberes prácticos, las técnicas milenarias heredadas por el trabajo diario y la convivencia, la escuela de la oralidad; así como la manera en la que los procesos históricos fueron modificando la forma de hilar, tejer, bordar, representar y portar. Se trata de una de las maneras de expresión más vastas de la herencia multicultural aún viva del país.
Arturo Gómez Martínez, profesor-investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y subdirector del Museo Nacional de Antropología, es el curador de esta sala. Se presta para ofrecer un minucioso recorrido por la misma y reflexiona sobre los cambios de criterio que enfrenta el museo y el instituto que representa.
“En los años 60, cuando se planeó este nuevo inmueble y el museo se mudó de la vieja sede (en la Antigua Casa de Moneda, en el Centro Histórico) hacia acá, se hizo bajo un criterio del nacionalismo mexicano. El museo era parte de esa política para integrar a los pueblos indígenas a la nación, pero bajo muchos problemas de desigualdad y discriminación”, explica el investigador del INAH.
“Se decidió que la planta alta estuviera concentrada en los pueblos indígenas porque estaban sometidos a tensiones constantes, como la pérdida de la identidad y, por lo tanto, necesitaban un espacio para resguardar su cultura material, porque iban a desaparecer. Ésa era la política: castellanizarlos, involucrarlos y que en un futuro no muy lejano dejaran de existir. Pero, todo lo contrario, estamos en el siglo XXI y los pueblos indígenas están más que vivos, en su cultura, en su lengua, en sus manifestaciones”.
Explica que, en la actualidad, para los más destacados estudiosos de las ciencias sociales, tanto nacionales como extranjeros, la integración de las voces indígenas en la visión sobre lo que se debe y cómo se debe preservar en un museo es más que fundamental, porque, afirma, debe superarse esa etapa de la museografía en la que era evidente una perspectiva exotizante y condenatoria sobre las culturas originarias.
“La opinión de los pueblos es relevante, y prueba de ello es que esta sala, particularmente de textiles, me toca hacerla a mí. Yo soy descendiente de una de las culturas indígenas, la cultura nahua. Me toca visibilizar los pueblos indígenas desde otra óptica”, señala Gómez Martínez.
Una producción intelectual indígena
Para construir la nueva sala de Textiles, en el ala sur del recinto, el curador explica que se realizaron discusiones temáticas con distintos representantes indígenas y afromexicanos, cuya inclusión fue una prioridad en las políticas de reestructuración. Fueron tres años de conversaciones y acuerdos.
“Una de las cosas que discutimos bastante es sobre visibilizar las lenguas. Entonces, decidimos que en las cédulas, algunas todavía en proceso de montaje, los nombres de los objetos expuestos se establecieran con su nombre indígena y con la variante dialectal a la que corresponden. Se prioriza eso y luego se ofrece una traducción al español”, detalla.
Asimismo, el subdirector del Museo Nacional de Antropología explica que una de las grandes revoluciones de las salas etnográficas es que se decidió dejar atrás una museología dividida por regiones o culturas, “porque el espacio es insuficiente para representar los 68 pueblos de México y tantas regiones que hacen de los criterios de clasificación algo muy ambiguo. En cambio, resolvimos la presentación de temas contemporáneos, temas que los propios indígenas los tienen en la mira en la actualidad”.
Estos temas empezarán en el ala norte, aún pendiente por inaugurar, cuya primera sala se llamará Territorios, mientras que la segunda estará dedicada a la cultura alimentaria y sus procesos económicos. La tercera sala se concentrará en las identidades, cómo se miran a sí mismos los indígenas, cómo los miran los otros y la manera en la que el proceso histórico los ha mirado. Asimismo, la cuarta sala, la segunda que ya fue inaugurada, lleva por nombre Fiestas, so pretexto de mostrar la vida ceremonial viva y la identidad comunitaria de los pueblos en México.
“La quinta sala, que es ésta, está dedicada al arte. Y para ello se recurre al arte textil, principalmente. Se le mira como una producción intelectual indígena de largo proceso, pero también como una reinterpretación constante, sobre cómo los pueblos han reinterpretado su identidad”.
Para ello, la exposición se construye de objetos arqueológicos, históricos y contemporáneos provenientes de las propias colecciones del museo, nuevas adquisiciones y algunos préstamos que permiten hurgar en la evolución de la tecnología para el hilado y el tejido, en las técnicas, los materiales y los motivos; los diseños, la representación geométrica y también la figurativa, lo mismo que las adopciones estilísticas árabes, europeas y asiáticas.
Asimismo, señala el curador, se confeccionó una colección ex profeso para esta sala, donde participaron los artistas indígenas a partir de los guiones acordados y crearon obra.
Mientras recorre los pasillos, en particular aquellos donde se exhiben las tecnologías de hilado y tejido, Arturo Gómez Martínez indica: “históricamente, los museos hemos tenido muchos fallos en los montajes. Lo que nos interesaba antes era que el público externo mirara, pero nunca pensamos en las propias comunidades. Por ejemplo, en las salas del pasado recibimos muchas críticas. La gente de las comunidades venía y decía: ‘así no es, está volteado el telar, así jamás se usa, así no se llama’. Ahora pretendemos que la disposición de los objetos sea atractiva para todo el público, pero que particularmente sea congruente a la vista de nuestros visitantes indígenas y afrodescendientes”.
Erik Lugo
¿Sabías que?
En México se tienen ubicadas 36 técnicas de tejido, tanto las de origen prehispánico como colonial y contemporáneo. De este total, solamente dos son exclusivas de Mesoamérica y aún se emplean en la actualidad. Éstas son el tejido en curva y la trama envolvente. Asimismo, fue en México donde se inventó la técnica de los hilos emplumados para emplear en los tejidos. A ésta se le consideraba un lujo.
Así quedó la distribución de las nuevas salas etnográficas:
- Territorios
- Cultura alimentaria
- Identidades
- Fiestas
- Textiles
- [email protected]