(ISRAEL SÁNCHEZ. REFORMA)
Por fuera, con ese fenómeno de luces y sombras que simula el descenso de una serpiente cada equinoccio de primavera y otoño, la maravilla de un sitio como la Pirámide de Kukulcán, en Chichén Itzá, resulta evidente para sus miles de visitantes.
En su interior, por otra parte, las interrogantes siguen siendo tales que las entrañas del emblemático monumento, también conocido como El Castillo, aún son objeto de estudio para varios investigadores, como los que ahora buscan hacer una suerte de “radiografía” para contribuir al conocimiento del principal recinto de esta zona arqueológica en Yucatán, uno de los centros más importantes de la civilización maya.
Se trata del proyecto internacional Muografía de Uso Arqueológico No invasivo (NAUM, por sus siglas en inglés), que a través de la física de partículas, haciendo uso de detectores de rayos cósmicos, intentará comprobar la existencia de una cámara oculta en la subestructura más profunda de las dos sobre las que se erigió esta pirámide de 30 metros de altura.
“Ya se conoce que hay una segunda subestructura, eso es un hecho. Nosotros lo que estamos tratando de encontrar es si esa segunda subestructura contiene también una cámara”, cuenta en entrevista el físico Edmundo García Solís, profesor e investigador de la Universidad Estatal de Chicago (CSU, por sus siglas en inglés) y líder de este proyecto.
“Por simetría, la estructura mayor (la pirámide a la vista de todos) tiene una cámara; la primera subestructura tiene otra cámara, y nosotros queremos saber si la segunda subestructura también tiene una cámara”, refrenda el científico.
Constituye un reto hallar tal intersticio, apunta, por su parte, el físico Arturo Menchaca, investigador y ex director del Instituto de Física (IF) de la UNAM, quien pasó alrededor de una década haciendo un estudio similar en la Pirámide del Sol, en Teotihuacán, siguiendo a su vez lo previamente realizado por su colega californiano Luis W. Álvarez en la Gran Pirámide de Giza, en Egipto, hace poco más de medio siglo.
“Uno lee ese estudio y queda intrigado, y se pregunta si se podría aplicar a México (…) Pero nuestro estudio, usando la instrumentación que se usó en 1970, hubiera sido imposible; ahora podemos reducir los detectores al tamaño del túnel (al interior de El Castillo)”, expone García Solís, alumno de Menchaca en la licenciatura.
Adaptar los instrumentos y el propio experimento al espacio y las condiciones extremas de humedad y calor dentro de la pirámide es lo que por ahora ha tomado más tiempo del previsto a los investigadores de esta colaboración multi institucional, la cual opera con financiamiento de la Fundación Nacional de Ciencias de Estados Unidos y la UNAM, así como con la aprobación y participación del INAH.
Partículas al servicio de la arqueología
Aunque pudiera pensarse que la exploración arqueológica tradicional sería lo más fácil para dar con dicha cámara oculta en la Pirámide de Kukulcán, declarada en 2007 como una de las Siete Nuevas Maravillas del Mundo Moderno, García Solís recuerda que “a la antigua, los arqueólogos destruían”.
“Y esto es un patrimonio no solamente nacional, sino de la humanidad, que no se puede destruir”, remarca el físico de la CSU sobre el inmueble prehispánico en Chichén Itzá, zona arqueológica que en 1998 fue nombrada Patrimonio Cultural de la Humanidad.
De ahí el valor de un estudio no invasivo como el propuesto por el proyecto NAUM, del que Menchaca, enlazado vía Zoom desde Suiza, insiste en que “es una especie de radiografía”.
“La técnica que usamos nosotros en realidad funciona porque es buena para detectar huecos”, describe el ex presidente de la Academia Mexicana de Ciencias y Premio Nacional de Ciencias 2004.
“La técnica que vamos a usar para este estudio se llama muografía, y está basada en la detección de muones que provienen de rayos cósmicos. Y con base en la detección del flujo de muones en la pirámide, nosotros podemos encontrar cambios de densidad dentro de la pirámide; esto quiere decir que podemos encontrar huecos dentro de ella”, detalla, por su parte, García Solís.
Los muones, explica Menchaca, son una de las 12 partículas que, de acuerdo con el modelo estándar de las partículas elementales en la teoría cuántica, componen toda la materia en el Universo; junto con el tauon, el muon es uno de los “dos hermanos” del electrón, ilustra el académico del IF.
Y los rayos cósmicos, prosigue, son residuos de las explosiones de las estrellas; “eso que llaman las supernovas, que es cuando una estrella a partir de cierta masa explota y lanza al espacio la materia de la que está hecha”. Tales rayos están compuestos en un 90 por ciento por núcleos de hidrógeno, o protones.
Dichas partículas viajan por el Universo, atraviesan el medio interestelar y, al “bombardear” la atmósfera terrestre, se producen otras nuevas. En principio, los llamados piones, de cuyo rápido decaimiento resultan los ya mencionados muones, partículas cargadas penetrantes y que pueden detectarse en abundancia en determinadas condiciones.
En el símil de la radiografía, esta radiación de origen cósmico es el equivalente a los Rayos X con que un radiólogo toma la imagen de un hueso roto, por ejemplo; “y, entonces, la parte más densa, por donde pasaron menos Rayos X, va a ser la parte menos velada. Es decir, la parte más densa son los huesos, y por eso se ven blanquitos en las radiografías”, refiere Menchaca.
“Entonces, las radiografías también son una medida de la densidad interior de nuestro cuerpo”, agrega el físico. “Las técnicas (muografía y radiografía) se parecen, pero la radiación que aprovechan es diferente”.
Para el caso de El Castillo, aquella zona interior en la que el detector -todavía en desarrollo en Chicago, y que tendrá un plástico centellador que produce una señal de luz cada vez que lo atraviesa un muon- identifique mayor flujo de muones, podría sugerir la existencia del espacio sin materia correspondiente a la cámara oculta.
El plan de los investigadores es probar este detector, que terminará de ser integrado en una estructura mecánica y soporte en el IF, primero con las cámaras ya conocidas al interior de la pirámide, para de ahí aventurarse luego a confirmar la posición de la tercera.
‘Conocimiento negativo también es conocimiento’
Ante las altas y un tanto desbordadas expectativas que un proyecto como éste ya ha provocado, los científicos subrayan la posibilidad de que al final no se logre confirmación alguna. Lo cual, de entrada, no es necesariamente malo.
“Un conocimiento negativo también es conocimiento”, resalta García Solís, estimando que, luego de enviar a México el detector este verano, se podrían tener los primeros datos dentro de un año, hacia marzo de 2025, aproximadamente.
“Es (una iniciativa) muy importante e interesante, y como mexicano ojalá encontremos algo que sea realmente muy impresionante. Pero si no lo encontramos, no debe de verse como un fracaso. Ahora, lo único que podemos decir es que no hay un hueco, ¿eh?; capaz que todavía hay ahí abajo algo, pero no hay un hueco”, señala, por su parte, Menchaca.
Al final, se habrá cumplido con una de las motivaciones de NAUM, que es la aplicación para fines arqueológicos de tecnología que utilizan los físicos en experimentos de altas energías, comparte García Solís, quien desea luego poder continuar con este tipo de estudio pero ahora en Calakmul, Campeche, donde la edificación denominada Estructura I tiene 109 escalones y más 40 metros de altura.
Claro que para ello habrá que conseguir nuevo financiamiento, lo cual no es sencillo, admite el catedrático de la CSU, cuya búsqueda de recursos tomó una década hasta que finalmente, después de varios intentos, consiguió a través de un proyecto viable y atractivo convencer a la Fundación Nacional de Ciencias de Estados Unidos, que aportó alrededor de 400 mil dólares.
“Quizás en el futuro, si logramos probar que el detector funciona y que es una técnica viable, podemos tocar las puertas del Conahcyt para explorar otras pirámides en México”, adelanta García Solís.
Arrancar el proyecto en El Castillo resultaba conveniente por aspectos como la facilidad para llegar en carretera o que ya contaba con una instalación eléctrica, aunque Menchaca tuvo que ir hace un año a reemplazarla junto con sus compañeros Hesiquio Vargas, Saúl Aguilar y Dionicio Conde.
Al margen de los grandes hallazgos, para los investigadores no deja de haber cierta satisfacción en hacer este tipo de trabajo científico más allá de los laboratorios; “muy pocos físicos tienen el privilegio de trabajar dentro de una pirámide con arqueólogos. Eso es único”, destaca García Solís.
“Yo creo que podemos contar con los dedos de la mano, a nivel mundial, a los físicos que están haciendo una exploración en un sitio arqueológico. Entonces, es súper interesante.
“Reunido con mis colegas, y en la cena después de trabajar, esto siempre va a ganar la conversación. Es muy interesante para todos”, concluye.