(JORGE ARRIAGA. LETRAS LIBRES)
Los capitalinos recibimos el 2024 con noticias alarmantes. “Crisis hídrica en CDMX: ¿Cuántos días faltan para el Día Cero?” o “Crisis del agua: el Día Cero acecha al Valle de México”se lee en los titulares de los medios de comunicación. Pero ¿qué hay detrás de este concepto, con qué precisión podemos calcularlo y cuáles son sus verdaderos impactos?
El Día Cero: el origen de un concepto maleable e impreciso
A medida que se intensificaban los efectos de una prolongada sequía en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, a finales de 2017, cobró popularidad la idea de que el agua se acabaría pronto. Sin embargo, no fue sino hasta enero de 2018 que la alcaldesa anunció que la ciudad estaba a tres meses de llegar a un Día Cero.
Tras la declaración, y de la mano de una agencia de comunicación, se lanzó una campaña mediática con el objetivo de cambiar los patrones de consumo de la población. Pero el Día Cero ya no sería definido como aquel en que la ciudad estaría imposibilitada para abastecer de agua a su población, sino el momento en el que el nivel de almacenamiento de las presas –su principal fuente de abastecimiento– alcanzara el 13.5%. La lógica de la firma era clara: definir “cero” como cero agua podría generar inacción o una respuesta demasiado tardía.
En palabras de la directora de comunicación de la ciudad, “el Día Cero fue cuidadosamente esculpido para tener un impacto mediático. Era necesario. Un concepto sexi con el que se podía trabajar”. En cuestión de horas, la ciudad sudafricana acaparó la atención mundial. Durante semanas la comunidad internacional estuvo expectante. Se logró el cometido: el agua se convirtió en una prioridad para la agenda pública.
Pero solo por un instante. En medio de una batalla política interna y a la víspera de elecciones, tan solo tres meses después de la declaración, la administración dio por cancelado el Día Cero, no sin la advertencia de algunos especialistas. La prensa internacional dedicó una última nota a los éxitos para evitar la crisis y continuó su búsqueda de nuevos desastres que reportar. São Paulo, Santiago, Monterrey y ahora el Valle de México se convirtieron en focos de atención.
El Valle de México: ¿síntomas de una crisis anunciada?
Fijar una fecha para el Día Cero en el Valle de México resulta francamente irresponsable, pues se trata de uno de los territorios de mayor complejidad hídrica del mundo que, además, históricamente ha presentado desafíos debido a distintos factores geográficos y humanos.
En una cuenca lacustre sin salidas naturales de agua se desarrolló una gran urbe de 9,600 kilómetros cuadrados de extensión a 2,200 metros sobre el nivel del mar, conectada artificialmente a otras cuencas para proveerse del líquido, pero también para expulsarlo. Bajo estas condiciones adversas hemos configurado un sistema hídrico que depende de diversas fuentes para su abastecimiento.
A diferencia de Ciudad del Cabo, la alarma por el Día Cero en el Valle de México la encendieron los medios al identificar el déficit en el almacenamiento de las presas que componen el sistema Cutzamala, que alcanzó el 38% de su capacidad en época de estiaje y en medio de años particularmente secos. No obstante, esta fuente externa solo aporta alrededor del 28% del agua consumida en el Valle y surte a doce alcaldías de la Ciudad de México. A ella se suman un 5% de ríos y manantiales internos y un 67% de los acuíferos. Es decir, incluso aunque se redujera aún más la aportación del Cutzamala, el sistema hídrico continuaría operando.
¿Esto quiere decir que no existe una crisis del agua en el Valle de México? No necesariamente. Llevamos años construyéndola, pero hoy acapara los titulares. Los síntomas de esta inseguridad hídrica son múltiples y ampliamente conocidos. La calidad de las aguas superficiales se deteriora, lo que reduce su disponibilidad y aumenta las inversiones para su tratamiento. El sistema Cutzamala continúa operando después de cuarenta años sin recibir un mantenimiento mayor, aunque fue planeado para un horizonte de veinte años, y es cada vez más vulnerable a las sequías, que se intensificarán por el cambio climático.
Hoy extraemos dos veces más agua de los acuíferos de la que se recarga de manera natural y, de continuar con este escenario, agotaríamos en solo cuatro décadas el agua que se ha almacenado durante más de treinta mil años. A ello tendríamos que sumar los costos asociados a los hundimientos, que provocan afectaciones en las infraestructuras críticas, incluso en las propias redes de distribución, en las que actualmente se pierde hasta el 40% del agua en fugas.
Los más de 23.6 millones de personas que habitamos en el Valle contamos con altos índices de cobertura de agua potable, pero nos enfrentamos a un servicio discontinuo. Por ejemplo, en la Ciudad de México, solo el 70% de la población recibe agua todos los días, mientras que en el Estado de México la proporción no llega ni a la mitad. Además, existe una clara asimetría de consumos, que varían de los siete a los 672 litros por habitante al día en la Ciudad de México, mientras que la Organización Mundial de la Salud recomienda contar con cien litros para garantizar el derecho humano al agua.
Lecciones de Ciudad del Cabo para el Valle de México
Ante este panorama y a la luz de la experiencia de Ciudad del Cabo, ¿existe un beneficio de mantener el discurso del Día Cero para el Valle de México? Las lecciones aprendidas indican lo contrario:
1) el Día Cero es un discurso con fines mediáticos y políticos más que una estimación certera y científica sobre la disponibilidad del agua y sobre las complejas formas de abastecer del recurso a una sociedad en un tiempo determinado;
2) la cobertura mediática no detona un análisis sistémico de los factores que conducen a una comunidad a esta situación. Suele conformarse con buscar culpables y aumentar la polarización social;
3) si no existe una estrategia clara encaminada a resultados concretos, los mensajes de pánico pueden inhibir las soluciones cuando más se necesitan, especialmente entre los ciudadanos;
4) el concepto tiene connotaciones de clase, pues el agua solo se convierte en noticia cuando el problema afecta a las clases medias y altas. Generalmente, se invisibilizan las realidades de millones de personas en situación de vulnerabilidad que, aun en condiciones “normales”, no tienen garantizado su derecho humano al agua; y
5) los desafíos hídricos no desaparecen por declaratoria. Se requieren acciones estructurales y no estructurales de largo plazo para alcanzar la seguridad hídrica.
¿Y si no es el Día Cero? Es el momento de soluciones
Si bien el Día Cero no se vislumbra en un horizonte cercano para el Valle de México, los síntomas acumulados de inseguridad hídrica y los impactos de esta crisis coyuntural que ha puesto al agua como una prioridad en la agenda pública demandan transitar hacia un cambio de paradigma para la gestión de los recursos hídricos.
No es demasiado tarde, pero no podemos continuar aplazando el diseño e implementación de políticas, programas y acciones que garanticen la sustentabilidad de las fuentes de abastecimiento y la resiliencia de nuestras comunidades. Si reconocemos que el escenario tendencial no es una opción, entonces debemos alcanzar compromisos ahora para:
Contar con un marco de gobernanza regional incluyente y con las capacidades técnicas y administrativas para tomar decisiones.
Destinar el financiamiento suficiente para el mejoramiento del sistema hídrico y que este sea empleado bajo principios de transparencia y rendición de cuentas.
Recuperar las aguas subterráneas mediante la reglamentación de acuíferos, la ampliación y conservación de las zonas naturales de recarga y el impulso a proyectos de recarga artificial.
Renovar y ampliar la infraestructura bajo los más altos estándares sociales y ambientales.
Fortalecer las capacidades de todos los ciudadanos para generar soluciones a diversas escalas.
El 2024 abre una ventana de oportunidad inigualable para avanzar hacia la seguridad hídrica del Valle de México. Las elecciones a nivel federal y en la Ciudad de México así como la presión mediática ganada por la crisis coyuntural permiten colocar al agua en el centro de la agenda de desarrollo y alcanzar estos compromisos. Pero no perdamos el rumbo con conceptos creados, únicamente, para polarizar a la población. ~
Jorge Arriaga, es maestro en tecnología ambiental por el Imperial College London y consultor internacional en materia hídrica.