Nuevas aportaciones de la ciencia para salvar árboles

(NELLY TOCHE. EL ECONOMISTA)

La Ciudad de México está compuesta por bosques templados, zonas de pinos, encinos y oyameles, se trata de alrededor de 3.5 millones de árboles y 15 mil palmeras, pero cerca del 30% tienen algún tipo de plaga o enfermedad, es decir, un millón de árboles viven con problemas de plagas o enfermedad; el IPN impulsa una investigación sobre los patógenos que causan su muerte.

México, desde hace muchos años, presenta un problema de deforestación, de acuerdo con la Comisión Nacional Forestal (Conafor) la tasa anual es de 208,850 hectáreas por año, lo cual representa el 0.31% de la superficie forestal arbolada a nivel nacional (66.65 millones de hectáreas). Con datos de Global Forest Watch (GFW) sabemos que en 20 años, México ha perdido 736,000 hectáreas de bosques primarios, lo suficiente para cubrir casi cinco veces la Ciudad de México.

Sabemos que las causas de pérdida son diversas, entre ellas está la tala, la agricultura de monocultivo, incendios, pero también porque los árboles enferman. Por ejemplo, de acuerdo con la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), el 33% del total de territorio de la Ciudad de México está compuesto por bosques templados, zonas de pinos, encinos y oyameles, se trata de alrededor de 3.5 millones de árboles y 15,000 palmeras, pero cerca del 30% tienen algún tipo de plaga o enfermedad, es decir, un millón de árboles viven con problemas de plagas o enfermedad.

Es ahí donde la ciencia quiere incidir y buscar respuestas. El doctor en fitopatología Carlos Méndez Inocencio, del Centro Interdisciplinario de Investigación para el Desarrollo Integral Regional (CIIDIR), Unidad Michoacán, del Instituto Politécnico Nacional (IPN), encontró una relación entre la muerte de muchos árboles en México y un patógeno en particular. El investigador observó que en muchos de los árboles enfermos de la región se encuentra Ganoderma lucidum, un hongo relacionado con lo que él describe como “una muerte regresiva de los árboles”.

Durante los últimos años se ha descubierto que los árboles, además de producir el oxígeno que respiramos, están involucrados en procesos biológicos importantes como la absorción de dióxido de carbono (CO2) y limpiar el aire que respiramos, pero muchos de ellos se enfrentan a invasiones de microorganismos que los destruyen.

“Es un patógeno de plantas, hay varias especies de árboles que lo presentan, por lo regular estos hongos están en la base del tronco y hace que los árboles se sequen de arriba hacia abajo, porque evita que haya una distribución de los nutrientes”, explica Méndez a través de Conversus.

Los hongos invaden los árboles porque necesitan un huésped, “si estuviéramos encerrados en un cuarto, sería un error pensar que estamos solos, tenemos una gran cantidad de organismos viviendo con nosotros”, entonces, el huésped de Ganoderma son los árboles, su hábitat ideal de la especie. “Son las cadenas tróficas que nos mencionan en la escuela, éste se come a otro y ese a otro”.

¿En qué consiste la solución?

Con el conocimiento anterior se identificaron estas especies de Ganoderma en el área de Jiquilpan, Michoacán, ahora la idea es cultivarlas para estudiar los compuestos que tienen fines biotecnológicos, ya que este es un hongo que se usa por ejemplo en la medicina tradicional y es una fuente de compuestos bioactivos.

Esta fase se realiza en colaboración con la maestra Erika Karina Martínez Mendoza, del laboratorio de Fitopatología del CIIDIR Michoacán y la doctora Marlenne Gómez Ramírez, especialista en el área de biotecnología en el Centro de Investigación en Ciencia Aplicada y Tecnología Avanzada (CICATA), Unidad Querétaro del IPN. Junto con las investigadoras el proyecto ha logrado aislar este hongo y busca producirlo para estudiarlo. “Separamos bacterias, hongos y logramos saber qué produce cada uno, encontramos estos organismos activos en los árboles que están en decaimiento o secos, y los llevamos al laboratorio para procesarlo”, dijo.

Foto EE: Cortesía

Ya en el laboratorio, se hacen cortes a la muestra y se realiza una limpieza externa, para utilizar un medio de cultivo y ponerlo en una campana de flujo laminar a una temperatura de 28 grados centígrados, para que se desarrolle como lo hacen todos los hongos. Cuando tienen suficiente tamaño, se aíslan del resto de los microorganismos que están en la muestra, se lleva a un recipiente para que crezca puro, “para eso se requiere de mucha experiencia en reconocer cómo se desarrollan las especies”.

El último paso consiste en hacer una secuenciación del Ácido Desoxirribonucleico (ADN) del hongo y encontrar los efectos biológicos que produce solo y los que produce en interacción con otros microorganismos, “esto nos permite diagnosticar, entender la enfermedad, pero también vincularlo con otros usos, incluso comerciales, como productos para el control de patologías en árboles”.

El futuro de este proyecto es tratar de convertirse en una herramienta que permita curar o controlar ese decaimiento o muerte regresiva de los árboles, pero también, es una investigación que en paralelo permitirá conocer los efectos en beneficio, que tienen los compuestos de estos hongos, por ejemplo, como antiviral, porque posee una actividad citotóxica, hepatoprotectora, antihipertensiva, antitumoral, inmonulatoria, también se conoce que tienen demasiados azúcares y eso no es muy común.