Revisitan tesoro de la medicina nacional

(ISRAEL SÁNCHEZ. REFORMA)

Los médicos indígenas de la Nueva España sabían que lo mejor para una mujer en el trabajo de parto era el té de cola de tlacuache.

“Un tecito de cola de tlacuache tiene más efectos de contracción de la matriz para ayudar al parto que todo lo que usamos en los hospitales”, afirma en entrevista el médico cirujano Carlos Viesca, estudioso de la historia de la medicina.

Además de ello, las poblaciones originarias del llamado Nuevo Mundo recurrían al epazote morado, aunque sea un poco más amargo, para librarse de los parásitos. Y para los males del corazón, lo apropiado era esa flor blancoamarillenta cuya forma evocaba en el imaginario local dicho órgano, el yoloxóchitl.

“Ésta es la flor del corazón”, expone Viesca, profesor e investigador del Departamento de Historia y Filosofía de la Medicina en la Facultad de Medicina de la UNAM.

“Ahora en la ciencia nos reímos, pero tiene su razón de ser: la flor del corazón debe de servir para el corazón; ‘si estás enfermo del corazón, te damos de esta flor’. Y ahora sabemos que los tecitos de yoloxóchitl curan la insuficiencia cardiaca”.

Fue el médico español Francisco Hernández de Toledo (1515-1578) quien, durante una expedición de 6 años en el Siglo 16, se encargó de documentar las propiedades medicinales de numerosas especies de flora y fauna a lo largo del territorio virreinal, comisionado para tal fin por el propio Rey Felipe II, que lo nombró “Protomédico General de Todas las Indias, Islas y Tierra Firme del Mar Océano”.

Si bien Hernández de Toledo murió antes de ver publicada una magna edición con el trabajo de todos esos años recorriendo diferentes regiones de lo que hoy es la República Mexicana, la Accademia Nazionale dei Lincei imprimió en 1651, en Roma, una voluminosa compilación titulada Rerum Medicarum Novae Hispaniae Thesaurus -o Tesoro de las cosas medicinales de Nueva España-, que ahora la UNAM recupera en una lujosa y llamativa reproducción facsimilar.

“Tratamos de respetar el original. Como lo pueden ver, a través de las páginas se demuestra la pátina del tiempo mediante manchas y cualquier tipo de vicisitudes que pueda tener un libro tan antiguo”, comenta a REFORMA la directora del Museo de la Medicina Mexicana de Máxima Casa de Estudios, Nuria Galland, una de las coordinadoras editoriales del ejemplar de mil 48 páginas en latín y un vistoso canto dorado.

“Se trata de un tesoro, entonces habrá que tratarlo como tal”, agrega la funcionaria universitaria, también involucrada en la realización de una edición facsimilar del Libellus de Medicinalibus Indorum Herbis –Pequeño Libro de Hierbas Medicinales de los Indios-, también conocido como Códice De la Cruz-Badiano (1552), lanzada a finales de 2022.

De hecho, fue durante la presentación en España de este último título cuando el historiador Javier Puerto, académico de la Universidad Complutense de Madrid, planteó la idea de reproducir también el Thesaurus, del que la UNAM posee una copia en el Fondo Reservado de la Biblioteca Histórica Dr. Nicolás León, ubicada en el Palacio de la Escuela de Medicina, en el Centro Histórico.

“Cuando regresamos a México, Nuria se encargó de ver cómo estaba (la copia antigua), en qué estado, y si podíamos hacerlo”, cuenta, también en entrevista, el médico Germán Fajardo Dolci, quien aún se desempeñaba como titular de la Facultad de Medicina cuando comenzó tal empeño.

“Con especialistas, se logró quitar la pasta, el forro; hacer algún trabajo de restauración para detener este proceso de descomposición que puede tener cualquier material orgánico como el papel, y escanearlo y fotografiarlo página por página”, detalla Galland.

El resultado es un portentoso volumen hecho interinstitucionalmente, con una millonaria inversión para un tiraje de mil ejemplares, que muestra textos e ilustraciones no limitadas únicamente al ámbito médico.

“Hernández (de Toledo) incluye plantas comestibles y plantas de ornato; mete muchas cosas de flores porque él quería una Historia Natural, no una Historia Medicinal“, precisa Viesca sobre el médico español contemporáneo de Miguel de Cervantes cuyo sueño era “volverse el Plinio del Nuevo Mundo”.

Si bien la medida a partir de la cual juzgaba lo que veía era la teoría hipocrática de los humores, creyendo aún que la salud dependía del equilibrio de cuatro fluidos -flema, sangre, bilis amarilla y bilis negra-, y recriminaba que los indígenas no estuvieran al tanto de ello, eventualmente terminó por reconocerles sus conocimientos en materia de medicina, sin que necesariamente los comprendiera.

La estima fue tal que Hernández de Toledo hasta terminó incluyendo en su testamento a quienes lo acompañaron en la expedición, como los pintores indígenas Baptized AntónBaltazar Elías y Pedro Vázquez.

“(El médico español) fue consciente de que todo el trabajo por él compilado no hubiera sido posible sin el equipo que conformó al lado de los naturales de Nueva España”, escribe el historiador Baltazar Brito Guadarrama en el volumen de Estudios sobre el Thesaurus que acompaña la edición facsimilar, reuniendo una docena de escritos de académicos dedicados al estudio de la historia de la medicina y la ciencia.

Hasta el momento, la versión rejuvenecida del tesoro compilado por Hernández de Toledo se ha presentado en Real Academia Nacional de Medicina de España, y próximamente llegará a las estanterías mexicanas.

Potencial farmacéutico; legado identitario

Un libro de medicina tradicional publicado hace casi 400 años, con nombres de especies vegetales en lenguas originarias y descripciones en latín, motiva la pregunta sobre su pertinencia en pleno Siglo 21.

Para Viesca, no hay duda: “Ahí todavía hay un tesoro para la farmacología”, sostiene el médico y catedrático, principalmente por el hecho de que la ciencia ha descifrado la causa subyacente y comprobado algunos de esos usos medicinales que los indígenas hacían de diferentes plantas. Otros aún están estudiándose.

En otras palabras, en el rico inventario de especímenes herbarios, zoológicos y minerales que compiló Hernández de Toledo, testimonio de la diversidad de México, puede haber insospechadas respuestas a problemas médicos actuales.

Viesca señala que incluso todavía hace unos años el estafiate (Artemisia ludoviciana) seguía usándose como antiparasitario en la Sierra Norte de Puebla.

“Es simpatiquísimo, porque un niño al que le da el espanto, es decir, lo regañó la abuelita, lo persiguió un perro bravo, le dijeron que tenía 4 de calificación en los exámenes finales… se empieza a enfermar, se siente muy mal. Lo llevan con el curandero y le pone supositorios para el espanto que son de estafiate”, describe el académico.

Pero más allá de éstas incalculables posibilidades, Viesca también refiere una cuestión de “identidad científica”.

“En un sentido, el publicar estas obras nos está diciendo: ‘Abre los ojitos, y piensa cuál es tu identidad’.

“Y en este libro, en particular, (se trata de) una identidad doble”, continúa. “Acostumbramos a decir muchas veces en broma que todo buen mexicano tiene un cacle y un zapato. Esto (el Thesaurus) nos da el cacle y el zapato en una primera intención de unirlos”.

La herencia vegetal

El Museo de la Medicina Mexicana, ubicado en el Palacio de la Escuela de Medicina, tiene una sala dedicada a la herbolaria del País.

Desplegados en una vitrina se pueden observar 40 ejemplos de especies, con detalles sobre el uso que tradicionalmente se les ha, y también sus usos actuales.

Se puede visitar todos los días de las 9:00 a las 18:00 horas, en República de Brasil 33, Centro Histórico, al norte de la Plaza de Santo Domingo.

El “Rerum Medicarum Novae Hispaniae Thesaurus” fue escrito por Francisco Hernández de Toledo, “Protomédico General de Todas las Indias, Islas y Tierra Firme del Mar Océano”. Crédito: José L. Ramírez

El “Rerum Medicarum Novae Hispaniae Thesaurus” fue escrito por Francisco Hernández de Toledo, “Protomédico General de Todas las Indias, Islas y Tierra Firme del Mar Océano”. Crédito: José L. Ramírez