(ISRAEL SÁNCHEZ. REFORMA)
Poder ser parte de uno de los Clubes de Ciencia México realizados este verano en Oaxaca fue para una joven de bachillerato lo más cercano a su sueño de asistir a un campamento científico.
Con tales palabras es como la estudiante se acercó a agradecerle la oportunidad a la doctora en óptica física Claudia García Gil, codirectora de esta iniciativa impulsada por una red de jóvenes investigadores que desde hace una década ofrece talleres educativos gratuitos en el interior de la República.
“Y me dijo: ‘Con estos tres, cuatro días que llevamos aquí, yo ya estoy muy segura qué quiero estudiar y qué quiero hacer de mi vida’”, comparte la científica y gestora en entrevista.
“La verdad es que son palabras muy motivadoras, son palabras mayores, ya cuando nos están diciendo justamente a qué se quieren dedicar. Eso también nos impulsa a nosotros a continuar”, agrega, con la voz llena de emoción, la académica de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH).
Mas no sólo estudiantes y organizadores resultan fuertemente marcados por esta experiencia, sino también los mismos instructores a cargo de impartir los talleres intensivos -alrededor de 30 horas-, que principalmente son estudiantes de doctorado, investigadores posdoctorales y profesores investigadores de universidades en México y Estados Unidos.
Sobre todo si están pasando por periodos difíciles en sus trayectorias, siendo que a veces toma tiempo obtener los resultados deseados en los proyectos de investigación; es entonces cuando el contacto con jóvenes apasionados les refresca el ánimo. “Es como recargar pilas”, ilustra García Gil.
Y ya ha sucedido que incluso algunos de los que fueran “cluberos” en las primeras ediciones, allá por 2014, ahora han vuelto al programa como instructores para compartir su experiencia con las generaciones de futuros científicos.
“Varios de ellos ya están en el posdoc, y vuelven a aplicar a Clubes. Y en su solicitud podemos leer todo este agradecimiento acerca de: ‘Yo, gracias a Clubes de Ciencia, conocí el área en la que estoy trabajando, ¡y me encantó!, por eso quise dedicarme a esto’”, remarca García Gil.
Talento en ciernes, labor consolidada
Clubes de Ciencia México surgió del deseo que varios jóvenes formándose profesionalmente sintieron de poder retribuir algo a su País y sus connacionales.
“La idea nació porque varios de nosotros estudiábamos en el extranjero, y estábamos muy agradecidos y muy contentos de la experiencia que estábamos teniendo, y queríamos compartir lo que estábamos viviendo con más jóvenes mexicanos”, cuenta García Gil, resaltando que lo que querían era que más gente tuviera acceso a estas oportunidades.
“Y nosotros como científicos lo que mejor sabemos hacer, y lo que más nos gusta hacer, es justamente hacer ciencia. Entonces fue que nació esta idea de los Clubes de Ciencia, de crear estos talleres como retribución social y compartir justamente lo que nosotros estábamos viendo en ese momento en el posgrado”.
De ahí que uno de los aspectos más significativos de este proyecto, constituido como una asociación civil sin fines de lucro, sea la posibilidad de acercar a los estudiantes mexicanos una probada de las investigaciones científicas más actuales.
“Generalmente, los talleres de lo que se tratan son de las investigaciones que se están realizando en ése momento”, refrenda la doctora en óptica física.
“Entonces, los estudiantes están aprendiendo la ciencia actual, lo que se está ahorita investigando y hacia dónde vamos. Eso lo hace muy atractivo”, continúa. “Por ejemplo, este año gran parte de los clubes trataron acerca de Inteligencia Artificial y sus aplicaciones, uno de los temas más populares que tuvieron muchísimo interés entre los estudiantes”.
El programa arrancó en la Ciudad de Guanajuato, y dado el éxito de su primera edición aquel 2014, en el invierno de ese mismo año repitieron la experiencia sumando una sede en Ensenada. Hoy tienen presencia en nueve lugares: Chihuahua, Guadalajara, La Paz, Mérida, Monterrey y Xalapa, además de las ya mencionadas.
Ha crecido tanto este proyecto al que dan vida más de 80 voluntarios, que este verano lograron ofrecer 43 talleres, con un máximo de 20 estudiantes cada uno, y para los cuales seleccionaron a 86 instructores -dos por taller- de entre las más de 250 aplicaciones que recibieron en la última convocatoria.
“Son muchísimas, y la verdad es que nos da mucho gusto todo este interés”, celebra García Gil.
“A diferencia de otros programas, otros talleres de ciencia, generalmente los estudiantes son los que viajan hacia donde están los investigadores. En nuestro caso es al revés, llevamos a los instructores hacia donde están los estudiantes”.
En esta primera década, más de 7 mil 500 estudiantes han pasado por alguno de los 413 clubes. Más de una decena de esos jóvenes han conseguido ser aceptados en programas de posgrado en algunas de las principales instituciones científicas a nivel global, como los institutos tecnológicos de California (Caltech) y Massachusetts (MIT), en Estados Unidos, así como el Max Planck, en Alemania.
Y es que poner frente a frente a estudiantes de bachillerato y universidad con quienes ya se han aventurado en alguna especialidad científica no sólo permite alimentar vocaciones, sino resolver inquietudes básicas en torno a cómo seguir esa misma senda.
Es decir, los Clubes de Ciencia constituyen un espacio donde los más jóvenes pueden preguntar con toda confianza acerca de cómo aplicar a becas, si dominar otro idioma resulta una dificultad y hasta si ha habido inseguridad respecto a la educación recibida en el País.
“Incluso ha habido estudiantes que conocen a instructores que estudiaron en su misma universidad, que tal vez hasta vivieron en su misma colonia. Y entonces se dan cuenta de que es posible, sólo les hacía falta tener más información o conocer más personas que ya hayan pasado por ahí”, apunta García Gil.
Que la Ciudad de México no esté contemplada en todo esto responde a que aquí existe mucha oferta por parte de universidades y otras instituciones, y el objetivo de los Clubes de Ciencia es aproximar todo esto a quienes difícilmente lo pueden encontrar en sus estados.
“El sueño sería poder tener una sede en cada estado. Y, ¿por qué no?, ya después poder incluir a la CDMX”, refiere la académica de la UMSNH, aunque precisa que sí han tenido algunas colaboraciones en la capital, sobre todo con Universum, Museo de las Ciencias de la UNAM.
Por ahora tienen la mirada puesta en Aguascalientes y Sonora.
Y también está sobre la mesa la meta de crear una red de mentorías, incluso permitiendo a estudiantes ir a realizar una estancia en alguno de los proyectos de investigación de los instructores aliados.
Conseguir fondos, reto principal
Al proponerse que cada uno de los Clubes de Ciencia México sea gratuito, esto ha implicado que el principal reto del programa a lo largo de esta década sea la búsqueda de recursos.
“La verdad es que durante todo el año todo el equipo hace un increíble esfuerzo para poder conseguir fondos. Y muchos de estos fondos los conseguimos aplicando a diferentes convocatorias enfocadas, justamente, hacia la educación o hacia la divulgación, o haciendo alianzas con universidades y empresas extranjeras, principalmente”, detalla García Gil.
¿Han recibido apoyo de Conahcyt?
Anteriormente, sí. Generalmente lo teníamos a través del Fondo para el Fomento de las Vocaciones Científicas, un fondo que existía y que ya tiene años que no ha sido renovado.
Entonces, durante todo este periodo que no ha estado activo también nos ha afectado a nosotros, y a las diferentes organizaciones y programas que había, y que hay todavía, de vocaciones científicas.
Entre las instituciones con las que han fraguado alianzas para paliar esa falta de apoyo gubernamental están unidades estatales de la UNAM y el Tec de Monterrey; universidades como la Veracruzana, la Autónoma de Yucatán y la Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, y centros públicos de investigación como el Cicese (Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada) y el Cimav (Centro de Investigación en Materiales Avanzados), por mencionar una parte solamente.
“Estas colaboraciones son las que nos apoyan en la compra de materiales, en los gastos de viáticos de los instructores, y también en comidas para los estudiantes.
“Nuestros clubes son impartidos en diferentes universidades de México gracias a estas alianzas, a que ellos nos abren las puertas y nos prestan las aulas, los laboratorios”, subraya García Gil, quien además agradece a la Fundación México en Harvard, uno de sus patrocinadores más antiguos.
Los interesados en sumarse a este proyecto pueden aproximarse desde el sitio en línea www.clubesdeciencia.mx y la dirección de correo electrónico [email protected].