(ISRAEL SÁNCHEZ. REFORMA)
El director Luis Chapital Almela afinaba este jueves, previo al estreno de la obra en el Teatro Varsovia, detalles del montaje con los actores de “Melodía de la existencia”. Crédito: Edgar Medel
En una de sus frecuentes visitas al estudio de su amigo Saturnino Herrán, Ramón López Velarde observa el proyecto de mural ideado para el Palacio de Bellas Artes, y pregunta: “¿Qué es ése horror al centro?”.
El impacto que le causa la estampa de Coatlicue absorbiendo y fundiéndose con un Cristo ensangrentado detona una profunda discusión entre los artistas, por momentos tan encendida, que el poeta llega a lanzar una acusación al pintor: “Lo que sucede, Saturnino, es que tú no entiendes lo que es la fe”.
“Es válido ver este mundo como una lucha dialéctica de oposiciones: el bien y el mal, lo fuerte y lo débil, lo bello y lo feo. Ahora, Saturnino, te pregunto: ¿Cómo sobrevivir a esta incesante lucha que diariamente nos agota sin la fe?”, cuestiona el bardo zacatecano (1888-1921).
“Cuando yo digo que pinto lo que veo y siento, no me refiero a lo que ven y sienten los demás; me refiero a lo que ve y siente Saturnino Herrán. Y ése ver y sentir es una creación; es la fusión del artista con la realidad. Y ése suceso, para mí, Ramón, es mi fe”, le revira el precursor del muralismo mexicano (1887-1918).
Este intercambio es parte de la puesta en escena Melodía de la existencia, que arrancó temporada este jueves en el Teatro Varsovia, bajo la dirección de Luis Chapital Almela, y un libreto escrito por Saturnino Herrán Gudiño, nieto del pintor.
“La maravilla de este texto es precisamente eso, los debates que tenían”, afirma en entrevista el director del montaje.
“Saturnino Herrán tenía su casa estudio en la calle de Donceles, en el Centro, y lo visitaba a menudo Ramón López Velarde; le enseñaba su trabajo, y ellos ahí se consultaban, discutían, se peleaban, en el buen sentido de la palabra”, agrega el también cineasta.
Aunque ideológicamente dispares, uno liberal y el otro religioso -López Velarde tenía formación como seminarista-, ambos creadores coincidían en el afecto por su País, lo cual se aprecia en el talante nacionalista de su práctica artística, que reconocían y respetaban.
“Saturnino tenía un respeto y una admiración por la calidad, por la autenticidad y la legitimidad de Ramón López Velarde. Se lo dice en la obra todo el tiempo”, destaca el nieto del pintor hidrocálido y presidente de la Fundación Cultural Saturnino Herrán.
“La tesis de la obra es no polarizar, sino todo lo contrario: engrandecer lo que somos, lo que fuimos y a dónde nos dirigimos culturalmente”, dice, por su parte, el director de la puesta.
Herrán Gudiño no se refiere a su texto como una pieza de ficción histórica, sino como la evocación de un encuentro genuino, uno en el que ambas figuras discuten tanto de espiritualidad como de política, darwinismo, belleza, sensualidad, teología y hasta filosofía.
“No hay tanta invención, más bien es parte del análisis literario muy riguroso, con varios filólogos, con gente muy profesional, de la obra (de ambos artistas), su simbología, su sentido, su temática, sus núcleos.
“Todo esto construye la obra, no estamos inventando”, remarca el nieto del artista. “Realmente es un diálogo que se dio”.
Los actores Mirlo Pendragón y Uriel Mendoza dan vida al poeta, mientras Emmanuel Pavia y Sebastián Cobos encarnan al pintor, de quien se proyectan algunas obras durante la acción escénica.
A su vez, un coro interviene por momentos declamando versos de La suave patria, obra cumbre de López Velarde de la que Herrán Gudiño recita unas líneas de memoria, a partir de “Cuauhtémoc / Joven abuelo: escúchame loarte / único héroe a la altura del arte”.
“Anacrónicamente, absurdamente, / a tu nopal inclínase el rosal; / al idioma del blanco, tú lo imantas / y es surtidor de católica fuente / que de responsos llena el victorial / zócalo de cenizas de tus plantas”.
“Oyes eso y te estremeces, ¿o no?”, prosigue quien está convencido de la influencia latente de su abuelo en el poeta. “Todo eso, cada línea, cada soneto, tiene que ver con precisión con la obra de Saturnino; es una correspondencia”.
Melodía de la existencia tendrá funciones los jueves y viernes hasta el 24 de enero en el teatro ubicado en Varsovia 9, Colonia Juárez, con un costo de admisión de 300 pesos.
Si bien todavía no hay más planes concretados, sus realizadores esperan poder llevarla por más sitios, empezando por las entidades de las que fueran originarios ambos creadores.
“Yo tengo mucha esperanza de que pueda llegar a la provincia porque, si te das cuenta, estos dos gigantes son la provincia que toma por asalto la Capital de la República. Ni más ni menos”, expresa Herrán Gudiño.
Chapital, en tanto, está en pláticas para presentar el montaje en España, lo cual le parece más que apropiado ya que en ése acalorado debate el pintor de pronto reclama: “Los conquistadores, monjes y soldados no trajeron a tu Cristo ideal. Ante el desconocimiento que tenían de estos pueblos, los españoles usaron el mal y la violencia para borrar su cultura, su religión, su forma de ser, creando un horror al que le llamaron mestizaje”.
“¿Qué somos realmente como mexicanos? A dónde vamos? ¿Cuáles fueron nuestras verdaderas raíces? Nada de que la Conquista y que los españoles ¡Es una mentira!, no es cierto. Nosotros no éramos ningunos salvajes, y ya teníamos mucho camino recorrido”, subraya Chapital con espiritu herraniano.
El pintor Saturnino Herrán y el poeta Ramón López Velarde, quienes cultivaron una cercana amistad, debaten en la obra “Melodía de la existencia” sobre la fe, la política y la filosofía. Crédito: Edgar Medel