(ROBERTO ROCK. RETRATO HEREJE. EL SOL DE MÈXICO)
Es probable que el pastor estadounidense-peruano Robert Francis Prevost Martínez decepcione tanto a quienes esperan de él una más profunda reforma de la Iglesia, la curia romana y El Vaticano -en la línea emprendida por su antecesor, el papa Francisco-, pero también a los que pretenden un regreso maquillado a posiciones más conservadoras.
Y es por esto último que puede anticiparse que León XIV seguirá dando señales de exasperación ante la acomodaticia, privilegiada, fragmentada y, en no pocas ocasiones, corrupta jerarquía católica mexicana.
Por primera vez en la historia reciente, un nuevo factor está transformando el debate sobre el retroceso de la Iglesia en México -que pierde cada año millones de fieles, ve desvanecerse las vocaciones sacerdotales y desaparecer las parroquias. Ese nuevo factor se llama Donald Trump, soldado-emisario de expresiones religiosas en Estados Unidos oscilando hacia posiciones no sólo más de derechas, sino radicales, en lo que se ha hecho llamar la “Nueva Reforma Apostólica” (NAR, por sus siglas en inglés). Un fenómeno que cuenta con la participación creciente de latinos, mexicanos incluidos.
“Ay de ustedes si se duermen en sus laureles”, advirtió en febrero de 2016 a los jerarcas mexicanos el argentino Jorge Mario Bergoglio, el papa Francisco, durante su visita al país. Desde la catedral metropolitana, les urgió a que “salgan a la calle”; que tengan “la mirada limpia”; que “no se dejen corromper por el materialismo trivial”; que “no pierdan el tiempo en habladurías e intrigas…, en los vacíos planes de hegemonía…, en los infecundos clubes de intereses”.
Antes, en una ceremonia en Palacio Nacional, Francisco ya había manifestado su reprobación ante sus interlocutores:
“Cada vez que buscamos el camino del privilegio o beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano la vida en sociedad se vuelve terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte”. Algo sabía el pontífice de cómo se ha encubierto aquí a sacerdotes pederastas, con mayor resonancia en esos tiempos en los que, por fin, avanzaba el desmantelamiento de la mafia personal que condujo el sacerdote Marcial Maciel al frente de los Legionarios de Cristo.
A la cabeza de la Iglesia mexicana se hallaba en esa visita papal de 2016 el cardenal Norberto Rivera. Fue relevado como arzobispo primado de México por Carlos Aguiar Retes. Este fue uno de los electores en el cónclave. Pero en las horas previas, en declaraciones periodísticas, Aguiar pareció mostrar desdén hacia el pontífice fallecido. “Mostró una forma de ser”, valoró en forma lacónica. No vivirá mucho quien no vea lo que ahora vendrá.
