(ANA MARÍA OLABUENAGA. BALA DE TERCIOPELO. MILENIO DIARIO)
Ahí le va sin rodeo ni regateo: sacar a millones de mexicanos de la pobreza gracias a las transferencias de dinero en apoyos sociales y al incremento del salario mínimo, es una gran victoria. En primer lugar para todos los mexicanos que hoy tienen más dinero en el bolsillo, pero también para el gobierno de López Obrador que apostó por ello. Subir en la escalera social es un cambio enorme para quienes vivían atrapados en el sótano. Estos son los escalones que nos llevan al segundo piso.
Ahora bien, al dar vuelta a la página del estudio del Inegi viene la escalera de bajada. En ese mismo lapso los mexicanos sin acceso a la salud se duplicaron. Millones salieron de la pobreza y millones entraron a la carencia de servicios médicos. ¿Por qué? Porque se destruyeron los sistemas de salud existentes.
Imposible no preguntarse ¿y si hubiéramos dejado la ideología aparte? No me reclame, siga por un instante la idea. ¿Y si en lugar de destruir el Seguro Popular de Calderón, que ya había logrado cobertura universal, lo hubiéramos salvado? Tal vez hoy no estaríamos pensando en el segundo piso de la transformación, sino en el tercero.
O en el cuarto, y es que justo al mismo tiempo en que esos mexicanos salían de la pobreza, Pemex entraba de lleno en ella. El dinero que ha perdido Pemex solo se equipara a perder un país entero: Costa Rica o Panamá, elija el que más le duela. Nada ha funcionado y hoy que se piensa en abrirla a capital privado, resulta imposible evadir la pregunta: ¿qué hubiera pasado si la reforma energética de Peña no se hubiera derribado? No diga que no, imagine. Esa reforma profundizaba en la idea de apertura manteniendo el petróleo como propiedad mexicana. Sueñe. Dejar de pensar en que si subimos un escalón con el pie izquierdo hay que regresar y demoler el que subimos con el derecho. Haber salvado la reforma educativa. ¿Sabía que lo que agregaba en la Constitución esa reforma era la palabra “calidad”? Hoy se ha vuelto a quitar junto con un piso entero. La CNTE ha regresado a las calles y experimentamos con una nueva escuela mexicana que no cree en la calidad ni en la competencia. ¿No serán peligrosas para los niños esas escaleras? ¿Suben o bajan?
Derruir el aeropuerto de Texcoco. ¿Cuánto perdimos ahí? ¿Un piso? Política de bulldozers: pensar en construir y vivir entre escombros. México debería ser un rascacielos. Un país de dos pisos es una tragedia.
Haber rescatado la autonomía que construyó Zedillo para el IFE. Defender a Woldenberg, el primer presidente ciudadano de los que ya jamás existirán. Una inmensa bola de demolición se aproxima. El INE está a punto de ser derruido. ¿Perderá aún más altura el edificio? Se escuchan las excavadoras y al fondo unos acordeones.
Si todo lo bueno que se ha construido lo defendiéramos con la misma fuerza que hoy defendemos frente a Trump el Tratado de Libre Comercio que imaginó Salinas, quizá ya hubiéramos colado otro piso. Desde ahí la presidenta Sheinbaum podría profundizar en su efectiva estrategia de seguridad: detener las desapariciones, bajar aún más los homicidios, enfrentar a los cárteles y subir sin miedo a un nuevo piso.
La tragedia mexicana no es no poder construir más alto y más rápido, es la obsesión por derrumbar.
