(VIOLETA ALVA. MILENIO DIARIO)
Cada vez más atletas de talla mundial han comenzado a hablar abiertamente de un tema que durante años se mantuvo en silencio: la menstruación y su impacto en el rendimiento deportivo. Lo que antes parecía un asunto privado, hoy se reconoce como un factor que puede modificar entrenamientos, competencias y hasta carreras enteras.
La ciencia ha confirmado lo que muchas deportistas ya intuían: el ciclo menstrual influye directamente en el rendimiento de las atletas. Los cambios hormonales no sólo alteran el estado de ánimo o los niveles de energía, también repercuten en la fuerza, la resistencia y la capacidad de recuperación muscular. A ello se suman síntomas como fatiga, insomnio, calambres o dolores de cabeza que pueden condicionar el desempeño en la pista, la cancha o el agua.
Casos en el deporte profesional sobran. Serena Williams, una de las tenistas más dominantes de la historia, reconoció en varias ocasiones que las migrañas relacionadas con su ciclo menstrual mermaron su rendimiento en torneos de máxima exigencia. En el atletismo, la británica Dina Asher-Smith tuvo que abandonar la final de los 100 metros en el Campeonato Europeo de Múnich 2022 a causa de fuertes dolores. Desde entonces, la velocista ha pedido más investigación y financiamiento para entender cómo la menstruación afecta al deporte femenino: “Si este fuera un problema de hombres, ya tendríamos mil soluciones”, sentenció.
Otro fenómeno frecuente entre atletas de alto rendimiento son las amenorreas, es decir, la desaparición temporal de la menstruación debido al sobreentrenamiento, el bajo peso corporal o el estrés. La británica Bobby Clay, promesa del atletismo, confesó que a los 20 años jamás había tenido la regla. Al inicio lo consideró una ventaja competitiva, pero pronto su salud física y mental se desplomó: su cuerpo ya no respondía y su energía se agotaba rápidamente.
El tema, sin embargo, no es nuevo. En los Juegos Olímpicos de Río 2016, la nadadora china Fu Yuanhui sorprendió al admitir ante las cámaras que competía en plena menstruación. “Me siento débil y cansada, pero no es excusa, no nadé bien”, declaró. Desde entonces, más deportistas han roto el silencio, evidenciando que la menstruación está presente en todas las disciplinas y no debe ser tratada como un tabú.
En deportes de contacto, la francesa Clarisse Agbégnénou, doble campeona olímpica en Tokio 2020 se convirtió en embajadora de ropa interior menstrual, defendiendo la necesidad de hablar de las particularidades del deporte femenino. Su compatriota Estelle Nze Minko, campeona olímpica de balonmano, fue más directa: “Llevo más de una década en el alto nivel y hasta el año pasado fue la primera vez que alguien me preguntó por mi regla”.
El golf, con su aparente calma, tampoco queda exento. Lydia Ko explicó durante el Campeonato Palos Verdes 2022, cómo los dolores menstruales condicionan su desempeño: “Antes me habría dado vergüenza decirlo, pero ahora sé que no soy la única”.
Incluso el patinaje artístico ha dado espacio al tema. La francesa Maé-Bérénice Méité abrió el debate en su canal de YouTube junto a colegas de distintas disciplinas, desde el judo hasta el lanzamiento de martillo, para dejar claro que ninguna atleta está exenta de los efectos del ciclo menstrual.
Las reglas evolucionan y cambian para mejorar
El debate sobre la menstruación también ha alcanzado a los deportes de equipo y a los grandes escenarios internacionales. La delantera inglesa Beth Mead abrió la conversación en 2022 al señalar que el uniforme blanco no era práctico cuando llega la época de la menstruación. Su comentario tuvo eco: en el Mundial Femenino de 2023 varias selecciones sustituyeron los tradicionales pantalones blancos por otros de color azul.
Hace unos días, West Ham United Femenil anunció a través de su plataforma la alianza con Modibodi, como socio oficial de sus shorts y ropa interior a prueba de períodos. Modibodi es la primera marca de ropa interior a prueba de períodos que aparece en un uniforme de la Barclays Women’s Super League, pues su logo estará en la parte posterior del short tanto en la Liga como en los torneos de copa.
El West Ham fue uno de los primeros clubes en eliminar los shorts blancos de su uniforme y ahora levanta la mano otra vez para inspirar a las niñas a practicar futbol sin que sacrifiquen la pasión por este deporte durante su período.
La medida no se limitó al futbol. La selección femenina de rugby de Irlanda también estrenó pantalones cortos azules en el Torneo Seis Naciones del mismo año, marcando un precedente en una disciplina en la que la indumentaria pocas veces se cuestionaba.
El cambio llegó incluso a Wimbledon, catedral del tenis y bastión de la tradición deportiva británica. Allí, tras 146 años de historia, se permitió a las tenistas utilizar ropa interior de color por primera vez, una decisión histórica en un torneo que se caracterizaba por su rígido dress code completamente blanco.
Fuera de los estadios, la luchadora olímpica brasileña Aline Da Silva ha convertido su activismo en otra forma de combate. A través de la asociación Mempodera, impulsa proyectos que buscan mejorar la igualdad de género en el deporte y en la sociedad. Uno de sus mensajes más potentes se difundió en redes sociales: la exigencia de acceso gratuito a productos de higiene menstrual en Brasil, un país marcado por la pobreza y la desigualdad.
“¿Qué oportunidad damos a niñas y mujeres si pierden varios días de productividad al mes por culpa de la menstruación?”, cuestionó Da Silva en una entrevista con el portal Universo Online.
Ciencia y deporte para romper el tabú
El Instituto Nacional Francés del Deporte, Expertos y Rendimiento (INSEP) lleva desde 2021 desarrollando un proyecto pionero: Empow’Her, un programa que busca comprender cómo la fisiología femenina influye en el rendimiento de las atletas de élite.
La iniciativa, presentada por la periodista Fanny Rosselin a través de los testimonios de la investigadora Juliana Antero y de la triatleta Audrey Merle, pretende cubrir una de las mayores lagunas en la ciencia deportiva: el impacto del ciclo menstrual en la práctica de alto nivel.
El método consiste en recopilar datos a través de una aplicación de seguimiento. Las deportistas registran información diaria sobre su entrenamiento, estado físico, descanso, bienestar e incluso síntomas asociados a la menstruación. Fatiga, calambres, dolores abdominales, inflamación o problemas digestivos son algunos de los indicadores que el programa estudia, aunque su intensidad y frecuencia varían en cada mujer.
Los resultados muestran que, aunque la regla no suele ser incapacitante, sí puede condicionar la calidad del entrenamiento. “No se ha demostrado que la menstruación reduzca el rendimiento de una atleta, salvo en casos de reglas muy dolorosas”, explicó la ginecóloga Carole Maitre, especialista del INSEP y autora de un informe detallado sobre el tema.
Menstruación y lesiones
A medida que el deporte femenino gana protagonismo, también emergen debates antes poco visibles, como la relación entre la menstruación, la anatomía femenina y la propensión a sufrir lesiones. Entre ellas, una se ha convertido en el centro de atención: la ruptura del ligamento cruzado anterior (LCA), ubicado en la rodilla, y que es crucial para la estabilidad de la pierna.
La gravedad de estas lesiones es indiscutible: pueden mantener a una atleta alejada de la competencia durante un año entero. Y, según explicó a BBC, el doctor Thomas Dos’Santos, investigador en biomecánica deportiva de la Universidad Metropolitana de Manchester, el riesgo de que una mujer sufra este tipo de lesión es entre tres y ocho veces mayor que en un hombre, dependiendo de la disciplina.
Parte de la explicación del porqué esto ocurre podría estar en la anatomía: las caderas más anchas de las mujeres modifican el ángulo de inserción del fémur en la rodilla, lo que incrementa la tensión sobre el ligamento. Además, éste suele ser más pequeño en mujeres, lo que lo hace ligeramente más vulnerable.
Pero la investigación no se limita a la estructura física. También se estudia el papel de las hormonas y su variación durante el ciclo menstrual. Algunos estudios, incluido uno patrocinado por la FIFA, sugieren que los altos niveles de estrógeno previos a la ovulación podrían alterar las propiedades del ligamento, volviéndolo más elástico y, por lo tanto, más propenso a la ruptura.
Aun así, el especialista insiste en que la diferencia no se explica únicamente por la biología. En su opinión, gran parte del problema radica en que las mujeres suelen recibir un entrenamiento de fuerza menos intensivo que los hombres. Para ilustrarlo, recurre a un ejemplo fuera del futbol: el ballet. Allí, las bailarinas reciben preparación física de altísimo nivel, y la incidencia de lesiones entre hombres y mujeres prácticamente se equipara.
Ahora, la ciencia busca formas de reducir riesgos, enseñando a las atletas movimientos alternativos que minimicen la presión sobre el ligamento cruzado anterior; sin embargo, surge un dilema: algunas de esas técnicas pueden limitar el rendimiento.
En deportes como el futbol, bajar el hombro para descolocar a un rival o cambiar bruscamente de dirección son gestos inevitables.
“No podemos envolverlas en algodón ni prohibirles competir”, señala el investigador. Lo que debemos garantizar es que sean lo suficientemente fuertes para soportar esas cargas, pero hay que ser realistas: nunca podremos erradicar al 100 por ciento las lesiones del ligamento cruzado anterior.
Así, mientras la investigación avanza, el desafío sigue siendo doble: prevenir lesiones sin limitar el juego y entender de qué manera la fisiología femenina influye en un deporte que, poco a poco, empieza a reconocer sus diferencias.
La conclusión es evidente: pese a los avances en la medicina deportiva, la menstruación sigue siendo una dimensión poco estudiada y, en muchos casos, ignorada. Reconocerla y visibilizarla no es nada más una cuestión de salud, sino también de equidad en el deporte de alto rendimiento.
Los gestos simbólicos, los cambios en la indumentaria y el activismo de atletas muestran que el tabú de la menstruación empieza a resquebrajarse en el deporte, aunque aún queda mucho camino por recorrer para que la salud femenina se coloque en el centro de las políticas deportivas.
Comunicóloga por la UNAM-FES Acatlán. Reportera desde hace diez años. Conductora y comentarista de futbol.
