México al límite: Lo que revela el FMI sobre la LCF y la economía nacional

(ISMAEL VALVERDE-AMBRIZ. EXCELSIOR)

En esta ocasión el monto fue por alrededor de 24,000 millones de dólares, lo cual constituye un hecho relevante en la coyuntura. Se trata del undécimo acuerdo consecutivo desde 2009, y llega en un momento en el que la economía global enfrenta tensiones comerciales intensificadas, condiciones financieras volátiles y un reacomodo de las cadenas globales de valor que afectan de manera directa al país. El punto de partida del análisis es que México ha mostrado una resiliencia notable.Play Video

La economía ha logrado navegar un escenario adverso sin episodios de inestabilidad severa, apoyada en un marco institucional que ha probado su eficacia. Sin embargo, la actividad económica se ha moderado: la necesaria consolidación fiscal luego del aumento del déficit en 2024, la persistencia de una política monetaria restrictiva y la creciente incertidumbre comercial han limitado el dinamismo del crecimiento. Desde 2017 México ha reducido el tamaño de la LCF de manera constante, pasando de aproximadamente 88 mil millones de dólares a los actuales 24 mil millones.

El FMI interpreta esa reducción gradual como reflejo del fortalecimiento de los amortiguadores externos —en particular, el crecimiento de las reservas internacionales, que alcanzaron cerca de 249 mil millones de dólares en 2025— y de la resiliencia observada ante episodios de volatilidad cambiaria y financiera. La razón es clara: los riesgos siguen presentes y algunos incluso se han intensificado. El principal proviene del frente comercial.

Imagen intermedia

La economía mexicana está profundamente integrada a Estados Unidos y cualquier deterioro en esa relación —como aumentos de aranceles, nuevas restricciones o la incertidumbre asociada a la revisión del T-MEC— puede afectar exportaciones, inversión extranjera directa y empleo en sectores clave. La reorganización de cadenas de suministro globales también introduce tensiones que pueden volverse permanentes. A esto se suman riesgos financieros vinculados al comportamiento de los mercados internacionales: la alta participación de inversionistas extranjeros en la deuda mexicana en pesos es una fortaleza en periodos de estabilidad, pero amplifica la vulnerabilidad ante episodios de aversión al riesgo o aumentos abruptos en las tasas de interés globales.

En un shock de ese tipo, el FMI advierte sobre la posibilidad de depreciaciones rápidas, salidas de capitales y aumentos en las primas de riesgo que presionarían la posición externa del país. El Fondo también destaca vulnerabilidades domésticas. Aunque la postura fiscal ha sido históricamente prudente, la consolidación prevista podría no ser suficiente para estabilizar la trayectoria de la deuda pública, sobre todo considerando las presiones recurrentes derivadas de Pemex, cuyo deterioro financiero implica riesgos contingentes para las finanzas públicas.

En materia de inflación, si bien la trayectoria descendente es clara, la inflación subyacente y las expectativas inflacionarias siguen por encima de la meta, lo que obliga a una política monetaria aún cautelosa. Además, persisten obstáculos estructurales —como brechas de infraestructura, informalidad elevada, debilidad del Estado de derecho y los costos económicos asociados al crimen— que limitan el crecimiento potencial y reducen la capacidad del país para absorber los beneficios del nearshoring.

En este contexto, la LCF opera como un “seguro” macroeconómico particularmente valioso. No es un préstamo tradicional ni conlleva condicionalidades. Funciona como una red de seguridad creíble frente a escenarios extremos. Su sola existencia envía una señal de confianza a los mercados, contribuye a mantener condiciones financieras estables y permite a las autoridades enfrentar choques sin recurrir a ajustes abruptos.

Imagen intermedia

México nunca ha utilizado los recursos de la LCF, y la intención es mantenerla como precaución, lo que amplifica su efecto como ancla de expectativas. La renovación de la LCF, con un acceso reducido pero aún significativo, manda un doble mensaje: por un lado, es un reconocimiento a la solidez institucional y macroeconómica de México; por el otro, es un recordatorio de que los riesgos externos no han desaparecido y de que el país se beneficia de contar con un respaldo adicional.

En un mundo donde los choques son más frecuentes y menos predecibles, contar con un instrumento así no implica fragilidad, sino una estrategia responsable de estabilidad. La LCF no sustituye reformas internas ni elimina desafíos estructurales, pero sí refuerza la capacidad del país para enfrentarlos desde una posición más sólida.