Ahora es posible rastrear las mariposas monarca una por una

(DAN FAGIN- THE NEW YORK TIMES)

Por primera vez, los científicos están siguiendo la migración de las mariposas monarca por gran parte de Norteamérica, mediante un monitoreo activo de insectos individuales en viajes desde lugares tan lejanos como Ontario hasta sus colonias de hibernación en el centro de México.

Este logro, buscado desde hace mucho tiempo, podría proporcionar información crucial sobre los ciclos de vida, poco conocidos, de cientos de especies de mariposas, abejas y otros insectos voladores, en una época en la que muchos de ellos pasan por un fuerte declive.

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El avance es el resultado de un minúsculo rastreador de radio alimentado por energía solar que pesa solo 60 miligramos y cuesta 200 dólares. Los investigadores han puesto estos transmisores a más de 400 monarcas este año y ahora siguen sus viajes con una aplicación para teléfonos móviles creada por la empresa de Nueva Jersey que fabrica los rastreadores, Cellular Tracking Technologies.

La mayoría de las monarcas pesan entre 500 y 600 miligramos, por lo que cada mariposa migrante con rastreador que realiza el viaje transcontinental equivale, en peso, a media uva pasa que lleva a cuestas tres granos de arroz sin cocer.

“No hay nada que no sea asombroso en esto”, dijo Cheryl Schultz, científica especializada en mariposas de la Universidad Estatal de Washington y autora principal de un estudio reciente que documenta un descenso del 22 por ciento en la abundancia de mariposas en Norteamérica en un periodo reciente de 20 años. Los movimientos de las monarcas y otros insectos voladores están envueltos en misterio, y “ahora tendremos respuestas que podrían ayudarnos a cambiar el rumbo de estos bichos”.

El monitoreo de la migración del insecto más famoso del mundo puede tener también un gran impacto social, ya que los amantes de las monarcas podrán seguir el progreso de cada mariposa en la aplicación gratuita, denominada Project Monarch Science. Muchas de las mariposas sobrevuelan ciudades y suburbios donde los jardines polinizadores son cada vez más populares. Algunos rastros podrían incluso conducir al descubrimiento de nuevos escondites invernales.

“Es un avance tecnológico increíble”, dijo Orley Taylor, profesor emérito de la Universidad de Kansas, a quien llaman Chip y que ha pasado más tiempo estudiando esta migración que cualquier otro investigador vivo.

Various materials laid out on a white table in a courtyard area.
El kit de Cellular Tracking Technologies para marcar una mariposa monarca.Credit…Hannah Beier para The New York Times

El monitoreo de las monarcas ha dependido de métodos de baja tecnología desde que comenzó en 1935. Actualmente, el mayor esfuerzo lo dirige Monarch Watch, fundado por Taylor en 1992. El grupo supervisa el proceso anual de colocación de etiquetas adhesivas en más de 100.000 monarcas, aunque menos del 1 por ciento se recupera en las colonias de invierno.

Incluso cuando se encuentra una monarca con una etiqueta adhesiva, la información que proporciona se limita a las características físicas de la mariposa y a la hora y el lugar en que fue marcada, sin detalles sobre el largo viaje. Es como intentar comprender un libro entero solo con sus primeras y últimas páginas.

Ahora que se están rellenando esas páginas, los investigadores pueden ver que la historia de esta migración es incluso más dramática de lo esperado: muchas monarcas se desvían de su ruta pero utilizan los fuertes músculos de sus alas y sus notables habilidades de navegación para volver al camino rumbo a México.

“Ya podemos ver que muchas cosas que creíamos saber sobre cómo se mueven estos insectos son simplificaciones excesivas”, dijo Taylor.

Eric Johnson, ingeniero electrónico sénior de Cellular Tracking Technologies, con el rastreador, que la empresa ha bautizado como BlūMorpho, y su receptor.Credit…Hannah Beier para The New York Times


Las mariposas monarca han desarrollado durante su evolución dos sistemas de navegación muy sofisticados. La mayor parte del tiempo, dependen de un sistema que las orienta en relación con el Sol. Este las mantiene apuntando hacia el sur durante todo el día al compensar los movimientos del Sol por el cielo. Cuando las nubes se interponen, las monarcas cambian a una brújula de reserva que depende de la luz ultravioleta para detectar el ángulo del campo magnético terrestre.

Sus brújulas gemelas suelen mantener a las monarcas que están migrando en general en la dirección correcta. Pero el modo en que las mariposas consiguen localizar las mismas colonias aisladas que ocuparon sus tatarabuelos el año anterior es un misterio de larga data.

No es probable que más de una de cada cuatro sobreviva al viaje, ya que el resto sucumbe a los vientos desfavorables, las aves hambrientas, el tráfico de vehículos o el puro agotamiento, entre otros peligros.

Las mariposas migratorias que consiguen llegar a las colonias se unen a un espectáculo en el que enormes bandadas sobrevuelan el cielo en torbellinos caleidoscópicos y se posan en una densidad tal en los oyameles, o abetos, que incluso las ramas más robustas se doblan bajo su peso colectivo.

Cientos de miles de personas suben caminando cada año a montañas de 3000 metros para presenciar este fenómeno, pero el ciclo migratorio multigeneracional que lo sustenta está sometido a una presión cada vez mayor.

En la década de 1990, la población invernal de las colonias mexicanas se estimaba regularmente en cientos de millones, pero ahora rara vez supera los 60 millones. El invierno pasado, la estimación fue de unos 38 millones. La población de monarcas de la costa occidental, mucho más pequeña, es aún más vulnerable. El invierno pasado, se vieron menos de 10.000 de ellas acurrucadas en sus lugares habituales a lo largo de la costa de California.

Los expertos citan una serie de razones para el declive, todas relacionadas con la influencia humana.

En otoño y primavera, el calor y la sequía espoleados por el cambio climático han reducido la abundancia de plantas nectaríferas a lo largo de las rutas migratorias. En invierno, la deforestación, las plagas de escarabajos y los cambios climáticos amenazan a las colonias. Y en verano, las plantas de algodoncillo que hospedan a las monarcas han sido prácticamente eliminadas de los campos de cultivo del medio oeste estadounidense, antaño las zonas de cría más importantes del insecto, debido a la adopción de cultivos tolerantes a los herbicidas. La primavera y el verano son cruciales porque las hembras necesitan poner cientos de huevos cada una para compensar todas las bajas del otoño y el invierno, cuando la mayoría de las monarcas son célibes.


Michael Lanzone lleva un jersey azul y vaqueros y posa entre grandes piezas de maquinaria.
Michael Lanzone, fundador y director ejecutivo de Cellular Tracking Technologies.Credit…Hannah Beier para The New York Times

Cellular Tracking Technologies, la empresa de 36 empleados que construyó los rastreadores, opera en un espacio similar a un hangar en el aeropuerto de Cape May, en Nueva Jersey. Los principales miembros del personal tienen raíces en la biología de la conservación y fabrican dispositivos de monitoreo adecuados para animales que van desde los abejorros hasta los elefantes marinos. (También están trabajando en rastreadores para castores y ornitorrincos).

“Este ha sido para mí un viaje de 20 años, para crear una empresa que esperaba que algún día pudiera hacer posibles avances tan importantes como este”, dijo Michael Lanzone, fundador y director ejecutivo.

Las pruebas de campo de los rastreadores para insectos recién mejorados de la empresa comenzaron el 12 de septiembre en Long Point, Ontario, cuando dos investigadores del gobierno canadiense marcaron para ondas de radio a 30 monarcas. Al día siguiente, consultaron la aplicación del teléfono y se sorprendieron al ver lo bien que volaban las mariposas.

“Pudimos ver que volaban a toda velocidad por el lago Erie y que luego tocaban tierra en lugares como Cleveland”, dijo Greg Mitchell, científico investigador del Ministerio de Medio Ambiente y Cambio Climático de Canadá.

Más de nueve semanas después, una de esas monarcas —una hembra designada LPM021— ha volado mucho más allá de las colonias conocidas y fue detectada por última vez a 680 kilómetros de Guatemala.

La aplicación de monitoreo de mariposas del Proyecto Monarca; especímenes de monarca en el laboratorio de Leone Brown en la Universidad James Madison de Virginia; girasol mexicano que atrae a las mariposas en el jardín de Heather Griscom, colega de Brown.Credit…Kirsten Luce para The New York Times

Animada por el éxito en Ontario, la empresa regaló rápidamente más de 400 rastreadores a investigadores de todo el este de Estados Unidos y el sur de Canadá. Pronto, los mapas de la aplicación de la empresa estaban llenos de rastros de mariposas, y decenas de entomólogos especulaban en un chat grupal sobre qué monarca haría historia al ser la primera rastreada hasta la aislada Reserva de la Biosfera Mariposa Monarca, al oeste de Ciudad de México.

Al final, fue JMU004 la que ganó la metafórica medalla de oro en un final fotográfico. Marcada por Leone Brown de la Universidad James Madison de Harrisonburg, Virginia, fue detectada 37 días después en la colonia de El Rosario, el 9 de noviembre a las 10:35 a. m. hora local, solo tres horas antes que una monarca marcada en la sede de Monarch Watch en Lawrence, Kansas.AdvertisementSKIP ADVERTISEMENT

Taylor, decepcionado pero buen perdedor, dio la noticia en el chat grupal de los científicos, mientras que Brown pudo compartir el triunfo de JMU004 con su hija de 7 años, quien ama las mariposas.

Aunque los entomólogos bromearon sobre la “carrera”, hicieron hincapié en que el verdadero objetivo es ver adónde van todas las monarcas radiomarcadas y cómo llegan hasta allí. “No se trata de ganadores y perdedores”, dijo Brown. “Se trata de permanecer en el juego”.

Los caminos poco ortodoxos que siguen algunas monarcas rastreadas sugieren que pueden verse afectadas por el peso adicional. Pero Brown, quien ha estudiado la cuestión, cree que el impacto es mínimo.

“La mayoría de ellas se están aclimatando a los rastreadores, aunque quizá se muevan un poco más despacio o necesiten un poco más de tiempo”, dijo.

Brown sostiene una red para mariposas y posa con Griscom en un jardín silvestre encerrado por una valla de madera en el patio trasero de una casa.
Brown, a la izquierda, con Griscom, en el jardín de polinizadores de Griscom donde marcaron a JMU004.Credit…Kirsten Luce para The New York Times

Una hazaña de ingeniería crucial condujo al avance en el monitoreo. A principios de este año, Cellular Tracking Technologies modificó su rastreador para mariposas, al que llama BlūMorpho, de forma que sus señales puedan ser detectadas automáticamente por miles de millones de dispositivos con Bluetooth, siempre que una mariposa con rastreador pase a menos de 90 metros.

Sus otros rastreadores se venden casi exclusivamente a biólogos para proyectos de investigación, pero la empresa espera que BlūMorphos atraiga también a aficionados dispuestos a pagar el precio de venta de 200 dólares, incluidas las miles de personas que crían y liberan monarcas.

A diferencia del monitoreo de aves, que requiere un permiso especial, no existen restricciones a escala nacional para fijar rastreadores a los insectos, aunque California y varios otros estados exigen permisos.

Aun así, no está claro que el proceso de colocar un rastreador Blū sea sencillo para los usuarios ocasionales, que podrían ocasionar daño a algunas mariposas.

Para cada monarca que Brown marca con un rastreador, desliza sobres de papel cristal sobre las alas para proteger las escamas y utiliza pequeñas pesas para evitar que aleteen. A continuación, aplica adhesivo para pestañas en el tórax y coloca delicadamente un rastreador BlūMorpho, un diminuto dispositivo negro con una antena que no es mucho más larga que las propias antenas naturales de la monarca.

“No creo que estos rastreadores deban utilizarse a discreción, sino para la conservación y la investigación con un objetivo”, dijo Brown. “Pero a mucha gente le encantan las monarcas, así que supongo que harán lo que quieran”.

Dan Fagin es profesor de periodismo científico en la Universidad de Nueva York, donde dirige el Programa de Información de Ciencia, Salud y Medioambiente. Su último libro, Toms River: A Story of Science and Salvation, ganó el Premio Pulitzer a obras de ámbito general y no ficción.