MICHELLE JAMRISKO Y RUTH CARSON. BLOOMBERG / EL FINANCIERO.
Parte del alejamiento del dólar está siendo orquestado por China; el presidente Xi Jinping quiere que el yuan desempeñe un papel más importante en el sistema financiero mundial.
En todo el mundo se está gestando una campaña contra la hegemonía del dólar estadounidense. Brasil y China llegaron recientemente a un acuerdo para liquidar sus transacciones comerciales en sus monedas locales, evadiendo así al dólar.
India y Malasia firmaron en abril un convenio para aumentar el uso de la rupia en el comercio transfronterizo. Incluso Francia, eterna aliada de Estados Unidos, está empezando a realizar transacciones en yuanes.
Los expertos en divisas no se atreven a sonar como los Cassandras que, vergonzosamente, predijeron la desaparición inminente del dólar en numerosas ocasiones a lo largo del siglo pasado. Y, sin embargo, al observar esta repentina ola de acuerdos destinados a evadir al dólar, detectan el tipo de acción significativa, por pequeña y gradual que sea, que solía faltar en el pasado.
Para muchos líderes mundiales, las razones para adoptar estas medidas son sorprendentemente similares. Dicen que el dólar se está convirtiendo en un arma, que se utiliza para impulsar las prioridades de la política exterior estadounidense y castigar a quienes se oponen a ellas.
En ningún lugar ha sido más evidente que en Rusia, donde Estados Unidos ha asestado un golpe financiero sin precedentes al régimen de Vladímir Putin en respuesta a la invasión de Ucrania.
El Gobierno de Biden ha impuesto sanciones, ha congelado cientos de miles de millones de dólares de las reservas de divisas de Moscú y, en concierto con los aliados occidentales, prácticamente ha expulsado al país del sistema bancario mundial. Para gran parte del mundo, ha sido un duro recordatorio de su propia dependencia del dólar, independientemente de lo que piensen de la guerra.
Y ese es el dilema al que se enfrentan los funcionarios de Washington: al depender cada vez más del dólar para librar sus batallas geopolíticas, no solo corren el riesgo de dañar el lugar preeminente del dólar en los mercados mundiales, sino que, en última instancia, podrían socavar su capacidad de ejercer influencia en la escena mundial.
Según Daniel Mcdowell, autor de Bucking the Buck: US Financial Sanctions and the International Backlash Against the Dollar, para garantizar la eficacia a largo plazo, a menudo es mejor dejar las sanciones como una amenaza y no llevarlas a cabo.
“Ahora, un actor racional que sabe que podría encontrarse en esa situación en el futuro se preparará para ese escenario, y eso hace que sus amenazas coercitivas, sus amenazas disuasorias, sean menos eficaces”, dijo McDowell, director de estudios universitarios del departamento de ciencias políticas de la Universidad de Siracusa. “Puede que el cambio sea marginal ahora, pero aunque al final culmine en algo que no destrone al dólar”, sigue siendo importante por cómo “puede reducir el poder económico estadounidense”.
¿Por qué los países ya no quieren al dólar?
Sin duda, parte del alejamiento del dólar está siendo orquestado por China. El presidente Xi Jinping quiere que el yuan desempeñe un papel más importante en el sistema financiero mundial, y su Gobierno ha hecho de la expansión del uso de la moneda en el extranjero una prioridad.
Sin embargo, gran parte de este impulso se está produciendo sin la participación de Pekín.
India, que no es un aliado estratégico de China, y Malasia anunciaron en abril un nuevo mecanismo para el comercio bilateral en rupias. Forma parte de un esfuerzo más amplio del Gobierno de Narendra Modi, que no se ha sumado a la campaña de sanciones contra Rusia liderada por EU., para evitar el dólar al menos en algunas transacciones internacionales.
Un mes después, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático acordó impulsar el uso de las monedas de sus miembros para el comercio y la inversión regionales.
Y Corea del Sur e Indonesia firmaron hace unas semanas un acuerdo para promover el intercambio directo del won y la rupia.
El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, arremetió contra el dominio del dólar durante una visita a Shanghái en abril. De pie en un podio rodeado de las banderas de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, las llamadas naciones BRICS, pidió a las mayores economías en desarrollo del mundo que idearan una alternativa para reemplazar el billete verde en el comercio exterior, preguntando “¿quién decidió que el dólar era la moneda (comercial) tras el fin de la paridad del oro?”.
Se remontaba a principios de la década de 1970, cuando el acuerdo posterior a la Segunda Guerra Mundial, conocido como Bretton Woods, que había convertido al dólar en el centro de las finanzas mundiales se estaba desmoronando. El colapso del acuerdo no afectó la posición preeminente del dólar. Hasta el día de hoy, es la moneda de reserva dominante en el mundo, lo que ha impulsado la demanda de bonos estadounidenses y ha permitido al país registrar enormes déficits comerciales y presupuestarios.
La centralidad de la moneda en el sistema mundial de pagos también permite a EU ejercer una influencia única sobre el destino económico de otras naciones.
Según los datos más recientes del Banco de Pagos Internacionales, alrededor del 88 por ciento de todas las transacciones mundiales de divisas, incluso las que no involucran a EU o a empresas estadounidenses, se realizan en dólares. Debido a que los bancos que manejan flujos transfronterizos en dólares mantienen cuentas en la Reserva Federal, son susceptibles de sufrir sanciones estadounidenses.
Aunque la campaña de castigos financieros contra Rusia es el ejemplo más reciente y destacado, tanto las Administraciones demócratas como las republicanas han recurrido a sanciones contra países como Libia, Siria, Irán y Venezuela en los últimos años.
Según un informe reciente del Center for Economic and Policy Research, la Administración Biden ha realizado un promedio de 1.151 nuevas designaciones al año en la lista de personas especialmente designadas de la Oficina de Control de Activos Extranjeros. La cifra es superior al promedio de 975 durante la Administración Trump y a las 544 durante el primer mandato de cuatro años del presidente Obama.
“Los países han sufrido durante décadas el dominio del dólar estadounidense”, dijo Jonathan Wood, director de asuntos globales de la consultora Control Risks. “El uso más agresivo y expansivo de las sanciones estadounidenses en los últimos años refuerza este malestar, y coincide con las demandas de los principales mercados emergentes de una nueva distribución del poder mundial”.
Un representante del Tesoro remitió a Bloomberg a los comentarios realizados por la secretaria Janet Yellen en una entrevista a mediados de abril con CNN, en la que reconocía que “existe el riesgo, cuando utilizamos sanciones financieras que están vinculadas al papel del dólar, de que con el tiempo pueda socavar la hegemonía del dólar”.
Pero señaló que el billete verde “se utiliza como moneda mundial por razones que no son fáciles para que otros países encuentren una alternativa con las mismas propiedades”.
Los observadores del mercado están de acuerdo. Aunque cada vez más países quieren reducir su dependencia del dólar, pocos esperan que su posición preeminente en el comercio y las finanzas mundiales se vea amenazada a corto plazo.
En primer lugar, hay pocas señales de que otra moneda pueda ofrecer el mismo nivel de estabilidad, liquidez y seguridad. Además, la gran mayoría de las economías avanzadas aliadas de Estados Unidos, que representan más del 50 por ciento del producto interno bruto mundial, han mostrado poca urgencia en abandonar el billete verde.
De hecho, el dólar ha subido frente a la mayoría de sus principales pares desde que EU intensificó sus sanciones contra Rusia el año pasado, una señal de que cualquier deterioro en su estatus global probablemente será un proceso largo y lento.
“No veo que ningún activo vaya a sustituir al dólar como divisa dominante en la próxima generación”, afirma George Boubouras, veterano de los mercados con tres décadas de experiencia y director de investigación de K2 Asset Management en Melbourne. “Nada se acerca al poderío de la economía estadounidense. China tiene sus problemas con el envejecimiento demográfico, y al euro le ha costado ganar terreno. El dólar no será destronado en un futuro previsible”.
Reacción de los BRICS
Sin embargo, el ritmo de la desdolarización no cesa en el mundo en desarrollo.
Pakistán quiere pagar las importaciones de crudo ruso en yuanes, según declaró el mes pasado el ministro de Energía del país, mientras que a principios de año, los Emiratos Árabes Unidos adelantó que estaba en las primeras fases de las conversaciones con India para impulsar el comercio no petrolero en rupias.
A principios de esta semana, los países BRICS pidieron al banco creado especialmente para el bloque que los orientara sobre el funcionamiento de una posible nueva moneda común, incluida la forma en que podría proteger a los países miembros del impacto de sanciones como las impuestas a Rusia.
“Sin duda, la desdolarización se está acelerando y continuará en los próximos años”, afirmó Vishnu Varathan, responsable de economía y estrategia de Mizuho Bank Ltd. en Singapur. “EU tomó una decisión calculada de utilizar el dólar para infligir dolor, y es probable que haya consecuencias a largo plazo”.