BRAULIO PERALTA. MILENIO DIARIO
No existe la literatura gay. Sí, el tema gay en la escritura. Cualquier historia —ficción o no— abordada por un autor/a es una obra sin rótulo. Ese empecinamiento en nombrar un texto como gay es una falacia de la sociología o la academia. Es hora de caminar sin camisa de fuerza que nos empuje a la marginación. Y algo más relevante: el colectivo LGBTTTIQ+ debe abandonar el falocentrismo y patriarcado del siglo XX para en el XXI avanzar junto a mujeres y trans, el nuevo rostro, sin sexismos.
Los gays asumimos que El vampiro de la colonia Roma es la gran novela de Luis Zapata cuando escribió una mejor, sin premios: La hermana secreta de Angélica María. En la primera su protagonista es un chichifo con pene grande; ese deseo masculino lo convirtió en novela preferida de homosexuales. En la segunda obra, el personaje es una chica trans, convirtiendo a Luis Zapata en un adelantado. Luis Zapata es más que solo una novela.
Los gays no podemos seguir menospreciando a nuestras compañeras de ruta. Ni seguir exaltando valores como si fuéramos aquello que criticamos: los machos heterosexuales que nada han aprendido del nuevo feminismo. Igual escritores/as que son de la comunidad no deben pensar que el tema LGBT* es de su exclusividad porque ha quedado demostrado cómo más de un o una heterosexual ha escrito textos trascendentes con tema gay. Nombro cuatro: Enrique Serna con Fruta verde, Heriberto Yépez con 41 clósets y Ana Clavel con Por desobedecer a sus padres. Serna cae en brazos, seducido por Carlos Olmos; Yépez narra una relación homosexual como si fuera él, que a la vez nos cuenta la historia del poeta que murió por sida Abigael Bohórquez, y concluye con los 41 de 1901; Ana Clavel relata la ascensión y caída del poeta Darío Galicia. Una más: Temporada de huracanes, de Fernanda Melchor, sin venderles trama.
Ser escritor gay no te hace un buen creador del tema. Hay buenos, sí, pero no son la mayoría. Escribir es cuestión de talento para narrar bajo cualquier género y estilo. No importa tu sexualidad sino tu capacidad para las letras. Eso vale para todo el campo cultural. Hay que decirlo recio, no quedito, para aprender a respetar el ingenio por encima de la literatura de temática LGBT*.