RODRIGO SORIANO. EL PAÍS
El mamífero terrestre más grande de América contribuye a la regulación de los pastizales de la reserva de El Carmen (Coahuila), que acumulan grandes cantidades de carbono
Decenas de bisontes americanos pastan en los amplios campos abiertos de El Carmen (Coahuila), una reserva de 140.000 hectáreas, casi del mismo tamaño que Ciudad de México. Las llanuras del norte del país habían olvidado el paso del mamífero, erradicado hace 100 años tras décadas de caza indiscriminada y destrucción de su hábitat. En 2021, y tras una iniciativa liderada por la cementera mexicana Cemex, los bisontes volvieron a recorrer los pastizales, un suelo que acumula grandes cantidades de carbono, lo que lo convierte en clave para la lucha contra el cambio climático. A la reserva llegaron 19 bisontes, y ya son más de 90 en el lugar. La cotidianidad del mamífero le convierte en un actor fundamental para regenerar la vegetación del pasto y para mantener a cientos de especies que conviven con él.
Cemex realiza diferentes iniciativas de conservación para tratar de compensar el impacto de sus operaciones. La empresa cuenta con más de 250 canteras activas alrededor del mundo, y trata de minimizar su huella desde varias ópticas: rehabilitando los lugares que explotaron; preparándolos antes de iniciar los trabajos para proteger su biodiversidad, e impulsando el cuidado de espacios como la reserva de El Carmen, donde llegaron hace 22 años. “Desde el inicio de la reserva, se hicieron una serie de estudios para determinar qué era lo más adecuado. Se levantó un inventario de flora y fauna para determinar cuáles eran los objetos de conservación a los que teníamos que dar retención. Y se hizo un análisis para ver el estatus del hábitat”, cuenta Alejandro Espinosa, director de la reserva de El Carmen.
“La poda pareja de los pastos [que producen los bisontes al comer] ayuda a aumentar la diversidad de plantas en el terreno. También cuida la regeneración de los ecosistemas, al llevar las semillas de un lugar a otro en su aparato digestivo y defecarlas”, explica Rurik List, investigador de Ciencias Ambientales en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM). El bisonte es un animal sobrio, que impulsa sin darse cuenta a otras especies para sobrevivir en los espacios que habita. Con sus 800 kilogramos de peso, aplana el pastizal a su paso, una alteración que ayuda a roedores como el perrito llanero, que necesitan que el pasto sea corto para vigilar a los depredadores.
1.000 kilos y un paseo de 14 kilómetros
El bisonte es un animal calmado que recorre los campos con tranquilidad. Es el mamífero terrestre más grande de América: mide más de 1,60 metros de altura y puede llegar a superar los 1.000 kilogramos. Espinosa aún mantiene la curiosidad sobre el animal: “¿Sabías que un bisonte puede llegar a caminar hasta 14 kilómetros diarios?”. En su largo paseo, el bisonte se rasca contra los árboles para aliviarse del comezón de las moscas. El pelo que suelta es utilizado por las aves para sus nidos, lo que contribuye una vez más a la conservación de otras especies.
Su paso por los pastos mantiene la biodiversidad de la zona. “Orinan y defecan. Cuando se mueren, son800 kilos de fertilizante que se van descomponiendo. Cuando acaban de morir, también se alimentan de ellos los carroñeros; y cuando están vivos, se los comen, ocasionalmente, los lobos, más ocasionalmente los osos grises y más ocasionalmente los pumas. También son una especie presa”, explica List.
El director de la estadounidense Asociación Nacional del Bisonte (NBA, en sus siglas en inglés), Jim Matheson, presenta el instinto salvaje del mamífero americano como una de sus claves. “El bisonte nunca fue domesticado y, como tal, conserva los instintos innatos de pastoreo que lo convierten en el rumiante ideal para recuperar los pastizales norteamericanos”, explica. El investigador de la UAM presenta al mamífero como “una especie ecológicamente clave”, con un gran efecto sobre el ecosistema en relación con su cantidad.
Un pulmón escondido en la llanura
Cemex comenzó a rehabilitar la zona de la reserva hace 22 años de la mano de autoridades ambientales, universidades, científicos y con el apoyo del Servicio Nacional de Parques de Estados Unidos. Más de dos décadas después, el paisaje es diferente. “Era raro ver una cobertura vegetal amplia, había muchas rocas, acababa de pasar todo el proceso del sobrepastoreo. El lugar estaba dividido en potreros, con cercos. Una de las primeras acciones que se hicieron fue la de abrir el paisaje […] Se restauraron más de 20.000 hectáreas de pastizales que estaban invadidas por matorrales y después de ciertos años de trabajo, notamos que ya era el momento para la especie nativa de la zona que naturalmente pastoreaba”, añade Espinosa. Los bisontes fueron una de esas especies metódicamente seleccionadas. La empresa trató de escoger a los ejemplares menos cruzados con otros animales –para su supervivencia se reprodujeron anteriormente con el ganado–. El resultado fueron 18 bisontes (tres machos y 16 hembras) traídos de otros campos de Norteamérica.
Los pastizales son uno de los pulmones escondidos del planeta. La organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) defiende que estos terrenos permiten almacenar y capturar una mayor cantidad de carbono que los ecosistemas de bosque, capturando hasta el 30% del CO2 del planeta. A estas características, List suma una más: la resistencia a los incendios. “El 90% del carbono de los pastizales está bajo el suelo. Si hay un incendio, se quema el 10%, pero queda el 90%, que, en cuanto lleguen las lluvias, va a volver a crecer. A diferencia de los bosques como los del programa Redd+ –dedicado al almacenaje del carbono–, cuyas reservas de carbono pasan a la atmósfera al quemarse”, afirma el investigador.
La Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) calcula que los pastizales pueden llegar a absorber hasta 45 toneladas de carbono por cada hectárea. Las 140.000 hectáreas de la reserva multiplican notablemente la cifra, al alcanzar unos teóricos 6,3 millones de toneladas.
Escaso en México, icónico en EE UU
En la reserva de Coahuila ha nacido este año la segunda generación de crías nativas del lugar, lo que da señas de su asentamiento. Espinosa ha contado, hasta el momento, un total de 94 bisontes americanos. La Conanp recoge que en territorio norteamericano había entre 30 y 60 millones de bisontes hace 300 años, pero para 1880, la población se redujo a poco más de 1.000.
Matheson cuenta que desde el organismo Lista Roja de la UICN, en el que se encargan de determinar cada cinco años las posibilidades de extinción de distintas especies, han visto como el bisonte se ha mantenido fuera de peligro. “No ha estado amenazado de extinción durante varios años, y la manada ha proliferado en todos los frentes interesados –privado, agrícola, tribal y de conservación– en los últimos años. Creo que la manada de bisontes actual es bastante estable, en realidad”, asegura.
El animal cuya existencia fue una importante fuente de alimento y pieles para los pueblos nativos de Norteamérica ha vuelto a pisar con fuerza las tierras del norte de México. En solo dos años, su población ha crecido en más de 60 ejemplares, y su presencia da un impulso a los pastizales norteños. “Tienes bisontes, tienes pastizales; tienes pastizales, tienes carbono en el suelo. Pierdes los bisontes y empiezas a tener una pérdida del pastizal”, concluye List.