Los videos de Xóchitl Gálvez que se difunden en línea la muestran joven y niña, en escenarios dinámicos y coloridos, con imágenes versátiles, el rostro que habla es como ella pero en rigor no es ella: se trata de una construcción digital elaborada con inteligencia artificial. Esos videos de la senadora incluyen escenas reales y son elaborados por simpatizantes suyos. Resultan imaginativos y refuerzan la impresión de que se trata de una mujer que se apoya en la tecnología y mira hacia el futuro. Más allá de las pretensiones políticas de Gálvez y los muchos ciudadanos que la respaldan, esos videos señalan la llegada de la inteligencia artificial a las campañas electorales en nuestro país.
La modalidad de inteligencia artificial (IA) cuyos usos se han expandido en lo que va de este año es la que genera contenidos visuales, acústicos o en texto. La IA puede servir para organizar, analizar, enseñar y crear contenidos útiles, pero también para engañar. Con apoyo de programas y aplicaciones de IA es factible hacer y difundir videos falsos, en donde aparezcan personajes públicos en situaciones ficticias pero que, a quienes quieran creerlas, les parecerán verosímiles. Desde hace tiempo es posible crear escenas impostadas, en imágenes manipuladas con programas como photoshop. Con IA, resulta más sencillo y de mejor calidad.
En Estados Unidos, las campañas políticas ya emplean recursos de IA para redactar mensajes personalizados que ensalcen las virtudes o subrayen los defectos de los candidatos. Tales mensajes se apoyan en las preferencias, no necesariamente políticas, que sus destinatarios dejan conocer en las redes sociodigitales.
Además, a la IA se le usa para explícitas campañas de odio y mentiras. La fabricación de escenas falsas puede reforzar adhesiones o antipatías de los electores pero, además, su multiplicación erosiona la confianza de los ciudadanos en cualquier fuente de información. Cuando las redes sociodigitales y los medios que propagan sus contenidos se saturen de videos, imágenes y audios falsos, creados con inteligencia artificial, ¿a quién le van a creer las personas? Los medios de comunicación profesionales mantendrán la tarea de autentificar los contenidos elaborados de manera digital, pero sus capacidades para verificar y aclarar seguirán rebasadas por la proliferación de mensajes falsos.
Esa abundancia de versiones y mensajes no sólo será provocada por los partidos y sus campañas. Las aplicaciones de IA son tan accesibles que muchos seguidores de un candidato pueden diseñar contenidos no oficiales y difundirlos en las redes sociodigitales. Una nota de la Brookings Institution sobre la influencia de la IA en procesos electorales, señala: “A través de plantillas que son fáciles y económicas de usar, nos enfrentaremos a un Salvaje Oeste de reclamos y contrarreclamos de campaña, con una capacidad limitada para distinguir el material falso del real y con incertidumbre acerca del alcance de estos llamamientos para afectar las elecciones” (Darrell M. West, “How AI will transform the 2024 elections”, 3 de mayo de 2024).
Esa, que podría ser una forma para democratizar la participación de los ciudadanos en la difusión y discusión de los asuntos públicos, se puede convertir en un berenjenal de mensajes de veracidad incierta. La misma nota considera: “En una elección de alto riesgo, en donde las emociones están a flor de piel, muchos votantes también pueden tener incentivos para difundir información falsa diseñada para socavar a la oposición. Si alguien puede crear ruido, generar incertidumbre o desarrollar narrativas falsas, podría ser una forma efectiva de inclinar a los votantes a su favor y ganar la carrera electoral”.
La pobreza de argumentos que habitualmente padecen las campañas electorales, se acentuaría con la profusión de contenidos artificiales. Esos mensajes, sirven más para refrendar las convicciones de quienes ya simpatizan con un candidato que para modificarlas. Dos periodistas especializados en desinformación explican: “Un video falso poco halagador, una explosión de correos electrónicos llenos de narraciones falsas generadas por computadora o una imagen inventada de decadencia urbana pueden reforzar los prejuicios y ampliar la división partidista al mostrar a los votantes lo que esperan ver” (Tiffany Hsu y Steven Lee Meyers, “AI’s Use in Elections Sets Off a Scramble for Guardrails”, The New York Times, 25 de junio). El empleo sin escrúpulos de recursos de IA intensificaría las mentiras que siempre hay en las campañas electorales y dificultaría la distinción entre los hechos ciertos y las falsedades.Lee también
Nuestras simpatías políticas las forjamos a partir de una compleja variedad de costumbres, tradiciones y experiencias, y de acuerdo con el contexto que nos rodea. La propaganda electoral siempre busca irrumpir en ese entorno, ofreciendo soluciones a nuestros desasosiegos o esperanzas. Los mensajes creados con IA pueden ser más eficaces que la propaganda tradicional, aunque tampoco influyan a todos de la misma manera.
La fabricación de contenidos engañosos es un recurso tramposo y de doble filo. El beneficiario de un video falso, en donde se muestra a un rival político en situaciones en las que nunca estuvo, puede ser denunciado por embaucador. El escrutinio de los medios profesionales y de la sociedad organizada, es indispensable para señalar imposturas digitales. Si la gente se abstuviera de reenviar contenidos falsos, la eficacia de las calumnias digitales sería menor.
La regulación de las elecciones no ha tomado en cuenta la capacidad de distorsión de las campañas, y del debate público, que se pueden suscitar con recursos de IA. En Europa se discute la obligación de los productores de contenidos para indicar si han empleado sistemas de inteligencia artificial. También hay propuestas para que las autoridades en materia de servicios digitales prohiban o eliminen los contenidos “cuando interfieran de manera dañina con los públicos digitales, especialmente durante los períodos de campaña electoral” (Philipp Darius y Andrea Römmele, “Politicians don’t dance? AI doesn´t either!”, en el blog Verfassungsblog on Matters Constitutional, 30 de junio).
En México las autoridades electorales se enfrentan a la irrupción política de la inteligencia artificial sin recursos legales y, hasta donde se puede apreciar, sin voluntad siquiera para comprender ese tema.