YANET AGUILAR SOSA. EL UNIVERSAL.
El acervo, iniciado hace cien años, resguarda documentos y libros que dan cuenta de la cultura hispánica y precolombina en el continente. Su misión es servir para la enseñanza y digitalizarse.
A finales de 1920, sobre la calle de Madero, en pleno Centro Histórico de la Ciudad de México, dos representantes de la Universidad de Texas que asistían a la toma de posesión del presidente Álvaro Obregón, se toparon con una primera edición de “Historia verdadera de la conquista de la Nueva España” (Madrid, 1632), escrita por Bernal Díaz del Castillo.
La compraron y ahí supieron que esa obra magnífica formaba parte de la biblioteca personal del reconocido abogado, bibliófilo e historiador mexicano Genaro García, quien recién había fallecido y su biblioteca estaba a la venta.
Ficha de Sor Juana Inés de la Cruz en el Libro de profesiones y elecciones de prioras y vicarias del convento de San Gerónimo, 1586–1713. Foto: Benso Latin American Collection.
En unos cuantos meses, la Universidad de Texas en Austin adquirió la biblioteca de García y puso la simiente de la Colección Latinoamericana Nettie Lee Benson, que en 2021 cumplió su primer centenario de existencia, consolidada como el más importante acervo de materiales sobre América Latina y materiales relacionados con la presencia latina en los Estados Unidos. Su acervo contiene cerca de un millón de libros sobre México y América Latina, más de mil 200 metros lineales de manuscritos, más de 93 mil fotografías y alrededor de 19 mil mapas.
Entre sus joyas bibliográficas está el catecismo “Doctrina breve muy provechosa”, que es la obra más completa y antigua conocida salida de la imprenta del Nuevo Mundo, escrita por el obispo Juan de Zumárraga y publicada en la ciudad de México entre 1543 y 1544; así como 46 volúmenes de incunables mexicanos del siglo XVI, que van de 1543 a 1600; y una larga lista de tesoros provenientes de México, entre los que se encuentran el “Libro de profesiones y elecciones de prioras y vicarias del Convento de San Gerónimo”, que incluye la ficha de Sor Juana Inés de la Cruz, firmada con su propia sangre; así como “Mis memorias” de Antonio López de Santa Anna, con 96 páginas del puño y letra del presidente de México.
“La base de la colección es una colección mexicana, la biblioteca de Genaro García. A partir de allí comenzó toda una búsqueda, un interés por ampliar el acervo. Al principio fue la colección García, pero con los años se fue formando una colección más amplia sobre América Latina”, asegura Melissa Guy, directora de la Colección Latinoamericana Nettie Lee Benson, quien apunta que esta rica colección mira hacia su segundo centenario con dos metas: seguir incrementando su acervo físico y avanzar en la digitalización de sus colecciones, cuyo proyecto arrancó en los años 90, y que apenas lleva el 5%.
“La verdad es que en cuanto a los archivos y las colecciones especiales vamos en menos del 5% de lo que ya está digitalizado; y para mí como directora esa cifra me causa angustia, pero es una cosa que no podremos hacer durante mi vida. Es un proyecto interminable. No digo eso para no hacerlo; por el contrario, hay que hacerlo, solo hay que decir: ‘estas son nuestras prioridades y vamos a empezar aquí’, porque hay muchas metas que alcanzar”, afirma Melissa Guy.
Imagen del mapa de la población de Teozacoalco, el cual fue dibujado entre 1569 y 1970. Foto: Benson Latin American Collection
Las joyas
En la Colección Latinoamericana Nattie Lee Benson de la Universidad de Texas en Austin hay materiales para todos los gustos.
Hay quien asegura que una de sus joyas es el manuscrito de “Rayuela” que tienen de Julio Cortázar, pero sin duda hay tesoros invaluables para la historia de México. Melissa Guy cita entre algunas joyas de la colección de manuscritos, la ficha de Sor Juana Inés de la Cruz en el “Libro de profesiones y elecciones de prioras y vicarias del Convento de San Gerónimo”, que con el folio 251 tiene el testamento de fe y de ingreso al convento de la Monja Jerónima, fechado en 1669 y renovado en 1670, con la renovación de sus votos. Una sola página de su puño y letra y firmada con su propia sangre. Ella es una de las 350 novicias cuyo registro está en ese hermoso libro de 386 páginas.
“Ese Libro de Profesiones con su firma en su propia sangre es un tesoro; la verdad es que sólo lo he visto una vez porque lo tenemos guardado en la oscuridad, para la preservación. También, tenemos las memorias de Santa Anna, escritas por su propia mano, desde su exi- lio, un libro sin duda único. También somos famosos por nuestra Colección de Relaciones Geográficas, que es una colección que consiste en las respuestas a una encuesta que mandó a hacer el Rey Felipe II a todos los pueblos mexicanos, con el fin de saber en qué consistía su imperio, sobre su situación económica, la vida social, los recursos como oro y plata y demás”, afirma Guy.
Entre los muchos documentos y registros hechos alrededor de 1579 y 1580, que contiene la Colección de Relaciones Geográficas, hechos a mano en varios folios, destacan, en varios casos, mapas de las comunidades, que son pinturas hechas por artistas de la época. Están registrados, por ejemplo, las poblaciones de Meztitlán, Teguantepec, Cempoala, Teozacoalco, Amoltepec, Acapistla y Ameca.
“Algunos de esos registros tienen los mapas, digamos pinturas, de las Relaciones Geográficas desde el siglo XVI, y algunos son dibujos de artistas indígenas, entonces reflejan una perspectiva que no sólo es europea, son verdaderamente increíbles”, apunta Melissa Guy, quien celebra que varios de esos papeles pertenecieron a Joaquín García Icazbalceta, quien es otro bibliófilo mexicano reconocido y emblemático.
A esas valiosísima y única gran colección de colecciones sobre América Latina, donde los materiales sobre México ocupan un lugar central, también contiene materiales más recientes, como manuscritos de José Vasconcelos y María Luisa Puga, y colecciones de la cultura popular con dibujos de la Época de Oro del Cine en México. Cuenta también con una riqueza en su colección de Libros Raros y Curiosos, manuscritos, fotografías, y materiales de video y audio.
“Otro precepto y meta de adquisición y preservación de la Benson, es que son archivos para usarse, las colecciones deben servir para la enseñanza, para la investigación, para el avance del conocimiento y por eso seguimos comprando acervos para la biblioteca, aumentando el archivo, para que las colecciones culturales pueden ser usadas por los estudiantes, por los visitantes, por los profesores que trabajan allá en sus investigaciones. No somos coleccionistas, no traemos las colecciones a la Benson para ponerlas en el armario y cerrar la puerta. Esa sería una tontería, son sólo para usarlos y avanzar en el conocimiento, son colecciones vivas”, dice Melissa Guy.
Avanza la digitalización
En los años 90, pero más intensamente durante los primeros años del siglo XX, la Colección Latinoamericana Nettie Lee Benson entró de lleno a un proceso de digitalización, donde lo más difícil ha sido la tecnología en movimiento. “Yo siempre digo que el ciclo de la vida de una colección digital no termina, siempre es así. Entonces la verdad es que es más costoso trabajar con colecciones digitales que con las colecciones físicas. Tenemos un presupuesto asignado para adquisición de nuevas colecciones y otro presupuesto para digitalización, y como somos una universidad pública, la mayoría del presupuesto viene del Estado, es así, y también tenemos fondos de donaciones”, afirma Melissa Guy.
“Mis memorias: escritas de mi puño y letra sin ayuda de nadie, en mi último destierro”, escribió el presidente Antonio López de Santa Anna en sus memorias. Foto: Benson Latin American Collection
La directora de la Colección, que en todo momento reconoce la visión que tuvo Nattie Lee Benson, la bibliotecaria que le da nombre a la Biblioteca estadounidense y fue la gran impulsora de las colecciones desde su llegada en 1942 hasta su jubilación en 1975, dice que siempre necesita más presupuesto, como cualquier institución cultural del mundo, y aun sabiendo que en Estados Unidos hay un gran interés por la presentación del patrimonio documental.
“A veces no es fácil en Estados Unidos explicar a los administradores el valor, no es fácil, porque ellos sí pueden entender el valor de fondos para estudiantes en negocios o de química, eso es más fácil explicar, pero los recursos para los proyectos culturales son más difíciles de encontrar”, dice Guy, quien reconoce que ya miran hacia el segundo centenario.
“Hemos cambiado un poco el énfasis para representar más a las comunidades marginales, las comunidades indígenas; tenemos recursos, pero queremos darle un mayor énfasis a las comunidades, énfasis en las escritoras mujeres, en la comunidad queer y comunidades que históricamente no están en los archivos donde están las fotos de los políticos o los intereses económicos”, concluye.