El precio del agua virtual: desafío clave para la sostenibilidad

(MALENY NAVARRO. EL SOL DE MÈXICO

Una de las opciones más viables para que los países puedan obtener dinero y mejorar la inversión en agua, saneamiento e higiene, es ponerle precio al “agua virtual”, es decir, el cálculo de la cantidad total de agua que se requiere en la fabricación, transporte y venta de un producto.

Así lo afirma Pablo Bereciartua, presidente del Comité Directivo de la Asociación Mundial para el Agua (GWP por sus siglas en inglés) y asegura que hay que empezar a discutir e identificar el valor adecuado del “agua virtual” porque es un insumo escaso. “En muchos casos no está contabilizada (el “agua virtual”) y esos son recursos que si se contabilizan y se le pone el precio adecuado, crece la capacidad de invertir para resolver el problema de las comunidades más vulnerables y de las ciudades que enfrentan el cambio climático”, dice en entrevista para Organización Editorial Mexicana (OEM).

De acuerdo con la GWP, los países con escasez de agua podrían lograr la seguridad hídrica importando productos que requieren un uso inensivo de agua en lugar de producir artículos que demandan agua a nivel nacional.

Según datos de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) la mayor parte de nuestro consumo de agua es indirecto, por lo que es necesario conocer las cantidades que se encuentran detrás de la fabricación o elaboración de cada producto.

“Veamos las sequías en Europa, no sólo en los lugares donde tradicionalmente había sequía, sino en países que han enfrentado niveles históricos de aumento de temperatura, lo mismo, verdaderamente, está pasando en muchos países y en prácticamente en todas las regiones.

“Entonces el valor del agua tiene que, en primer punto, estar asociado a un servicio universal y a un derecho humano. El segundo punto es que debemos enfrentar estrategias y políticas que nos permitan darle el valor y, por lo tanto, el precio adecuado al agua en los usos productivos. Esto es fundamental para la economía en muchos sitios, eso no se termina de entender, pero el concepto que quería compartir es el del agua virtual”, dijo.

Bereciartua ejemplifica las cantidades de agua de algunos productos. “Por ejemplo estas computadoras que estamos usando para comunicarnos requieren una gran cantidad de agua para ser producidas, los alimentos requieren una gran cantidad de agua, pues un kilo de carne requiere cuatro mil 500 litros de agua para ser producido, un kilo de soja requiere 900 kilos de agua para ser producido.

“Entonces si nosotros vemos el producto final que compramos o el que comerciamos, podemos entender el comercio internacional, en función de una balanza de agua. Existe un balance de cuánta agua están llevando los objetos desde el país en el que se produce, hasta el país en el que se consume. Ese valor del agua en muchos casos no está contabilizado y si se hace, se podrá resolver el problema de las comunidades más vulnerables y de las ciudades que enfrentan incluso hoy no solo el tema de saneamiento, sino también el tema del cambio climático”, afirmó.

La GWP ofrece en su sitio web una breve explicación sobre los beneficios de esta discusión, pues desde un punto de vista económico, tiene sentido producir los productos que requieren mucha agua en aquellos lugares donde el líquido es más abundante.

“Esto alivia aún más la presión sobre los propios recursos hídricos y el medio ambiente de una nación, especialmente en países en regiones con escasez de agua”, añade.

La Conagua explica que el “agua virtual” propia que usa una nación para producir los bienes que consume, más el agua virtual que importa, menos el agua virtual que exporta constituyen la huella hídrica de cada país. La huella hídrica promedio de México es de mil 978 metros cúbicos por habitante, por año, ligeramente superior al promedio mundial, que es de mil 385.

“El tema del valor del agua debe ser tomado seriamente y en estos años que vienen tiene que transformarse en políticas concretas. La huella hídrica, que es la que nos permite entender el agua virtual, nos permite establecer precios justos para el uso del agua, sobre todo productivos y vinculados a mercados. Eso lleva de por sí una reforma tarifaria”, dijo el directivo.

El director de GWP destacó que el tema que viene ahora también es ponerle un valor al cambio climático.

“Estamos viendo, y mucho antes de lo que esperábamos, las consecuencias del cambio climático. Las tenemos que resolver con una segunda palabra que es la adaptación y para que se logre la adaptación en las ciudades y las regiones, primero tenemos que lograr ponerle un precio también a la adaptación. También hay un tema que es central y que es global: tenemos que lograr que parte de ese esfuerzo de adaptación lo paguen aquellos países y aquellas economías que son los principales responsables de haber emitido más gases de efecto invernadero”, declaró.

Bereciartua recordó que, en la más reciente Cumbre de Cambio Climático, la COP27, el acuerdo final fue crear un fondo de adaptación.

“En la cumbre de cambio climático del año pasado hubo un acuerdo que todavía es menor en términos de capacidad de financiamiento, crear un fondo para adaptación. Creo que tenemos que trabajar mucho más en ese sentido: primero en que se entienda que hay que ponerle un precio al tema a cambio climático y segundo, en que se creen los instrumentos financieros para poder pagar por la adaptación de estas ciudades y para poder hacerlo de una manera que sea justa en términos de causas o de causantes y de consecuencias”, concluyó.