(NELLY TOCHE. EL ECONOMISTA)
Urge tomar medidas concretas de mitigación y adaptación, modificar planes de desarrollo urbano, reglamentos de construcción e invertir en infraestructura adecuada, así como sostener políticas públicas de combate a la desigualdad construyendo mayor resiliencia en las comunidades, comenzando por las más vulnerables y considerando cuestiones de género, sostiene la REDCiC.
El huracán Otis ha desconcertado a la sociedad en general y nos ha puesto a prueba como comunidad, el impacto que tuvo en Acapulco y otros municipios costeros en el estado de Guerrero, y que lamentablemente cobró vidas humanas, ha obligado a una reflexión profunda sobre las dudas constantes de si se trata una aceleración del cambio climático, o sobre las herramientas con las cuales se estudia y se responde.
En este sentido la Red Mexicana de Científicos(as) por el Clima (REDCiC), comparte información para entender el fenómeno, además advierte sobre una serie de puntos a reconsiderar dentro de las políticas de protección civil y prevención de desastres, adaptación y mitigación. También aseguran que la ciencia a través de sus académicos e investigadores puede apoyar para planear una reconstrucción que priorice el bienestar de las personas, garantizando los derechos humanos y la sustentabilidad del desarrollo incluyente, además de una visión de largo plazo, elementos necesarios si queremos estar preparados para lo que no se puede detener.
De entrada, aseguran que los desastres no son fenómenos naturales, sino eventos construidos socialmente, cuyo origen se encuentra en la falta de planeación histórica, la urbanización desordenada, las condiciones de desigualdad, pobreza e inseguridad. “Los impactos del cambio climático deben entenderse como una violencia incremental estructuralmente determinada por las relaciones internacionales de poder y control que afectan más agudamente a quienes menos contribuyeron a niveles peligrosos de emisiones antropocéntricas de gases de efecto invernadero. Los llamados a compensación o reparación por “pérdidas y daños” son, por lo tanto, una demanda de justicia climática”.
Por ello es indispensable que el gobierno mexicano asuma un esfuerzo extra para construir acciones efectivas a escala global, con una visión solidaria que reconozca y asuma de forma concreta las contribuciones diferenciadas a la crisis climática, pero también la existencia de capacidades asimétricas. “No se trata sólo de tener ayuda internacional, sino como se ha dicho, de justicia climática”. Pues las comunidades más pobres son las que tienden a experimentar los mayores estragos y las que son menos resilientes, por lo que deben ser las que reciban atención en primer lugar. “Atender a las comunidades más pobres en el estado de Guerrero es prioritario”.
También se hacen necesarias más que nunca, políticas públicas integrales que consideren al cambio climático como elemento transversal, en la práctica, en los presupuestos y no sólo en los discursos de todos los actores. Incluye políticas de desarrollo económico u ordenamientos urbanos que tengan en el centro la calidad de vida de las personas y los factores ambientales.
¿Qué ocurrió con Otis?
El grupo de expertos explica que la intensificación rápida de los huracanes (es decir, que estos incrementen su velocidad de desplazamiento en torno a 55 km/h en menos de 24 horas), es un fenómeno inusual. En el caso de Otis, escaló 111 km/h en ese lapso, por lo que se rompieron récords. Por otro lado, las condiciones oceánicas en el Pacífico mexicano cerca de las costas del estado de Guerrero con temperaturas más cálidas de lo usual (31 grados centígrados, cuando suelen ser de unos 28 grados centígrados) y gran contenido de calor oceánico pueden haber influenciado la evolución de Otis justo antes de que su centro tocara tierra.
Otro dato es que ha sido común que los huracanes y tormentas se debiliten antes de llegar al continente, sin embargo, Otis tocó tierra con vientos máximos sostenidos de 265 km/h, en lo que el Centro Nacional de Huracanes de los Estados Unidos describió como un “escenario de pesadilla”.
Agregan que este fenómeno de intensificación puede volverse más frecuente a medida que el calentamiento planetario se acelera, mayormente a causa de la acción antropogénica, como muestra, septiembre de 2023 fue el sexto mes consecutivo con temperaturas superficiales de los océanos por arriba del promedio.
¿Cómo se miden en México estos fenómenos?
En el país se cuenta con modelos predictivos, sin embargo, ninguno de ellos estimó que Otis se convertiría en huracán de categoría cinco. Si bien el martes 24 de octubre a las 3:01 am, el Centro de Huracanes estadounidense advirtió la llegada de lluvias intensas, inundaciones y deslaves por Otis al convertirse en huracán, y a las 4:33 de esa misma madrugada la Coordinación de Protección Civil federal estimó la posibilidad de que entrara como categoría uno, fue necesario que un avión caza huracanes de EUA sobrevolara la tormenta para entonces tener pleno conocimiento de que en realidad el huracán ya presentaba vientos sostenidos de 175 km/h.
Si bien es pronto para saber exactamente qué ocurrió con los modelos, una razón puede ser la falta de suficientes datos de monitoreo en la costa Pacífico, también es cierto que “…si más tormentas similares a Otis están por venir, entonces los meteorólogos (y los modelos de simulación) deberán mejorar la capacidad de pronosticar”. Incluso los expertos hacen hincapié en que, aunque los modelos sean robustos, es el objeto de estudio el que está cambiando aceleradamente. “Reconocer esto último es de la mayor importancia tanto para la comunidad científica como para los Gobiernos nacionales y locales, y en sí, para la comunidad internacional”.
¿Qué debería cambiar en el futuro?
De acuerdo con la REDCiC estamos obligados a modificar, actualizar y reforzar los sistemas de monitoreo, alertamiento y los protocolos de protección civil, pues, aunque Otis se desarrolló en forma inusual, lo que no puede ser sorpresa es el incremento en la frecuencia, velocidad y capacidad destructiva de estos fenómenos, como reiteradamente lo han señalado los diversos informes de las Conferencias de las Partes.
Según datos de Copernicus (el Programa de Observación de la Tierra de la Unión Europea, que mira a nuestro planeta y su medio ambiente), el área construida potencialmente afectada en la zona costera de Acapulco suma 4,285 hectáreas, a las que se suman 2,487 hectáreas tierra adentro. Además, se registran 23.6 km de vialidades dañadas en la zona costera y 865.6 km de vialidades tierra adentro. Derivado de los datos anteriores, es sin duda urgente tomar medidas concretas de mitigación y adaptación, modificar planes de desarrollo urbano, reglamentos de construcción e invertir en infraestructura adecuada, así como sostener políticas públicas de combate a la desigualdad construyendo mayor resiliencia en las comunidades, comenzando por las más vulnerables y considerando cuestiones de género.