En los años 80s expulsaron fábrica de papel; ahora son ejemplo de silvicultura sustentable

(ANTIMIO CRUZ EN TRINIDAD IXTLÁN. CRÓNICA)

A menos de 50 kilómetros al norte de la ciudad de Oaxaca se extiende un macizo boscoso que recuerda los escenarios donde ocurren las historias de hadas y de duendes. En esos terrenos hay pinos de más de 15 metros de altura, con troncos cubiertos de musgos verdes, ramas con heno colgante, helechos de dos metros de diámetro, cantos de aves invisibles y neblina que se levanta por la mañana y vuelve a descender por las tardes.

Es la Sierra Juárez; lugar donde los dueños de las montañas son comunidades campesinas mestizas e indígenas de las etnias zapoteca, chinanteca y mixe.

Ahí, se desarrolla un proceso de cuidado y aprovechamiento ordenado de los bosques que se ha convertido en ejemplo nacional e internacional. Se trata de los mismos terrenos donde, hace casi 40 años, los pobladores se rebelaron contra el gobierno y bloquearon caminos y puentes para expulsar de sus territorios a la empresa paraestatal Papelera Tuxtepec. A esa compañía la acusaban de devastar laderas y praderas para llevarse los mejores pinos y convertirlos en celulosa para papel.

Ahora, miles de habitantes de comunidades serranas trabajan en coordinación con otros pueblos indígenas mixtecos y chatines, de diferentes regiones oaxaqueñas, como socios de la organización civil llamada Integradora de Comunidades Indígenas y Campesinas de Oaxaca (ICICO). Juntos venden bonos de carbono o certificados de captura de dióxido de carbono a empresas socialmente responsables de México y el extranjero.

“Nuestro lema es: Nos hermanan 12 comunidades, cinco etnias, cuatro regiones y un objetivo: el cuidado a la Madre Tierra”, comenta para los lectores de Crónica el profesor zapoteco Nétzar Arreortúa Martínez, originario de la comunidad de Capulálpam de Méndez, y quien fue nombrado, en septiembre de este año 2023, como Presidente del Consejo de Administración de ICICO, hasta septiembre de 2025.

“Cuando nuestros padres y abuelos se opusieron a que la papelera siguiera sacando madera del bosque yo tenía doce años y recuerdo que los funcionarios del gobierno se decían: ´Déjalos solos. No van a saber qué hacer´. Pero ahora nosotros demostramos que somos capaces de organizarnos sin depender de los gobiernos federal ni estatal. No sólo aprovechamos ordenadamente la madera, con nuestro aserraderos y fábricas de muebles; también embotellamos y vendemos agua pura de las montañas; vendemos bonos de carbono a empresas responsables, tenemos cabañas para ecoturismo y hemos mantenido a nuestra comunidad unida”, agrega el normalista y profesor de Educación Física, esposo, padre y abuelo.

En las grandes jornadas de reforestación de las comunidades oaxaqueñas participan hombres y mujeres, desde la infancia hasta adultos mayores.
En las grandes jornadas de reforestación de las comunidades oaxaqueñas participan hombres y mujeres, desde la infancia hasta la edad de adultos mayores. Antimio Cruz

Reunido en un campamento de la comunidad de Trinidad Ixtlán con los representantes de las 12 comunidades socias de ICICO, y acompañado del Ingeniero Agrónomo Carlos Marcelo Pérez, quien fue uno de los más activos impulsores de la organización, el profesor Nétzar encabezó un evento en el que las comunidades recibieron cheques y transferencias electrónicas con valor de casi 40 millones de pesos o dos millones de dólares. Esos recursos, aportados por empresas de México y del extranjero, fueron el producto de la Tercera venta de bonos de carbono en el mercado internacional, del proyecto Carbono, Agua y Biodiversidad Indígena (Carbioin).

VENDEDORES DE AIRE LIMPIO

Por la mañana, el frío fresco de la montaña hace que el termómetro marque 6 grados centígrados. Se puede trabajar bien en el monte. Cuando sale el sol la temperatura sube a 10 grados y poco después del mediodía se tocan los 18 grados. Ya, por la tarde, la neblina comienza a bajar, como telón de teatro, y el frío vuelve, con su lluvia tenue, desplazada por vientos de entre 3 y 10 kilómetros por hora.

Es la Sierra Juárez. Por los predios boscosos se ven fugazmente animales silvestres, y también se pueden ver personas colectando semillas de pino, haciendo cepas para sembrar pequeños árboles o midiendo el aumento de grosor y altura de sus plantaciones de bosque. Ésta es sólo una parte de la intensa labor colectiva que realizan en diferentes zonas de Oaxaca los integrantes de ICICO; apoyados en una metodología científica de manejo del bosque que han llamado “silvicultura de alta precisión”, la cual les permite demostrar con datos que sí se está capturando Dióxido de Carbono; cuántas toneladas y dónde están.

La metodología para medir la captura de CO2, llamada Protocolo forestal para México, fue desarrollada por la certificadora estadunidense Climate Action Reserve. Su adopción ha sido tan exitosa, que las comunidades indígenas y campesinas pueden recibir, con notas aprobatorias, visitas sorpresa y auditorías aleatorias de los certificadores y compradores de bonos de carbono.

Con esta metodología, ellos demostraron que, en el último año, sus bosques retiraron de la atmósfera más de 201 mil toneladas de dióxido de carbono (CO2), y liberaron para todo el planeta una cantidad equivalente de oxígeno respirable (O2); quedando el carbono (C) en el tejido de madera de sus árboles. Por eso, algunos integrantes de ICICO dicen que ellos son “vendedores de aire limpio”.

MÁS QUE TRONCOS

El último viernes de octubre de 2023, mientras en el monte se mojan las cabezas de casi 200 personas que llevaron a los compradores de bonos de carbono a conocer sus viveros y plantaciones, Nétzar Arreortúa Martínez defiende la decisión que los padres y abuelos de esta generación tomaron para expulsar de sus montañas a la Papelera Tuxtepec.

“En los años 80s querían renovar la concesión para talar nuestros bosques otros 25 años. Era una decisión que se tomaba desde un escritorio de gobierno, y nadie nos consultaba a las comunidades. Nosotros veíamos cómo entraban, sacaban muchos pinos y dejaban devastados los montes. Ellos decían que beneficiaban a los pueblos con trabajo, pero sólo pagaban jornales a algunos hombres que cortaban árboles. También decían que nos construían caminos, pero sólo eran brechas para entrar a sacar madera, no eran caminos para beneficio de la comunidad”, cuenta el profesor de Educación Física.

La convivencia con el bosque es atesorada mucho por las personas que viven en los bosques oaxaqueños y los expresan en su vida cotidiana.
La convivencia con la naturaleza es atesorada mucho por las personas que viven en los bosques oaxaqueños y lo expresan en su vida cotidiana. Antimio Cruz

Después de obtener su grado de licenciado en la Ciudad de México, Nétzar Arreortúa regresó a su comunidad para iniciar a trabajar en la comunidad desde el nivel más modesto, Topil. Tres décadas después ha llegado a representar a las 12 comunidades de ICICO.

“El arraigo cultural que tenemos las personas de la Sierra Juárez es muy fuerte. Es verdad que se debe seguir hablando mucho con los jóvenes para que descubran y valoren el tesoro que tienen dentro de su comunidad, pero no dejamos de trabajar para que los niños y los jóvenes amen a sus bosques y sean los líderes que durante los años futuros mantengan vivo este esfuerzo”, dice el profesor Nétzar.

Hay mucho trabajo y muchas historias entre los integrantes de ICICO. Sus opiniones y puntos de vista circulan, en la tarde, en mesas largas donde todos comen y conversan al regresar del bosque. Todos reunidos en torno a tasas de café, atoles de trigo, tortillas de maíz, frijoles, carne y mole.

Los socios dueños de ICICO son las comunidades campesinas e indígenas

La Integradora de Comunidades Indígenas y Campesinas se gestó desde el año 2000, pero primero requería hacer inventarios de “línea base”, de los bosques con los que ya se contaba, para después demostrar su incremento y vender bonos de carbono. Los primeros años no ganaron nada de dinero, hasta 2008, cuando hicieron su primera venta en el mercado nacional. Después han aumentado sus ventas y las hectáreas que dedican al programa. Empezaron con 3 mil 500 hectáreas y para el año 2023 ya dedicaban 35 mil hectáreas al programa de bonos de carbono.

“Las Integradora tiene como socios a los representantes y autoridades de cada comunidad participante. Las decisiones las toman esos socios. El voto de cada socio lo decide su comunidad en Asamblea y ellos también reciben el dinero y deciden qué acciones realizarán con esos recursos. En promedio, el 40 por ciento de lo que se recibe se reinvierte en cuidado del bosque y el 60 por ciento en cada comunidad, en obras para beneficio colectivo”, indica Nétzar Arreortúa.