Lo que implica mezclar sexo con el alcohol: “Follamos fatal, pero nos quita los complejos”

MARITA ALONSO. EL PAÍS)

”Me avergonzaba mi sexualidad agresiva cuando estaba borracha. No parecía yo. Y tras despertarme con lagunas, me torturaba pensando en las cosas horribles que podía haber estado haciendo o diciendo. Mi mente era un bucle continuo de lo que más me asustaba”, escribe Sarah Hepola en Lagunas. Memorias de un alcohólica, un libro en el que narra cómo el alcohol se convirtió en parte de su derecho como mujer fuerte y progresista del siglo XXI, siendo su precio, eso sí, borrar la mayoría de sus recuerdos. La autora explica cómo beber le ayudaba a tener relaciones sexuales con una ficticia y renovada seguridad en sí misma. “El alcohol ayudaba. Ya lo creo que ayudaba. Dentro de mi fortaleza de latas vacías estaba a salvo del miedo y las críticas. El alcohol me relajaba las caderas y me abría los puños, y tras años de tirar del dobladillo, la sensación de libertad era increíble. Pero tenía un precio. A menudo me despertaba con lagunas”.

Como señala el Ministerio de Sanidad en la encuesta EDADES 2022 sobre consumo de alcohol y otras drogas en España, la ingesta intensiva de alcohol ha disminuido 2,7 puntos porcentuales en la población española de entre 15 a 64 años respecto a 2020, pasando de un 19,4% a un 16,7% en 2022. Sin embargo, en Navidad los brindis se disparan y con ellos, no solo las discusiones familiares, sino también las experiencias sexuales bañadas de alcohol. Desinhibición, riesgos y menos orgasmos.

Vincular una copa de vino (o varias) a las citas es tan habitual que la sociedad ha terminado por hacer del alcohol un ingrediente crucial en los encuentros románticos, y muchas personas, al experimentar cierta sensación de escapismo, libertad y falsa seguridad, hacen del alcohol el brebaje previo y prácticamente obligatorio antes de practicar sexo. “El sexo se ha convertido en la prolongación lógica de la juerga. Y así nos va; follando fatal. Porque el alcohol desinhibe y nos quita complejos. Técnicamente, el sexo es peor, pero emocionalmente es menos peligroso”, explica a S Moda Bob Pop, que en 2024 publica el ensayo Como las grecas, donde explora la forma en la que bebemos en entornos sociales.

“Culturalmente, asociamos socializar con beber, por lo que limitamos las opciones de planes a la hora de conocer a alguien. Además, es mucho más fácil lidiar con las sensaciones que pueden acompañar el conocer a alguien; el no saber qué preguntar, los silencios incómodos o las expectativas sobre cómo tenemos que sentirnos. Una cita está rodeada de incertidumbre y, aunque beber nos haga más divertidas y desinhibidas, nos quita la oportunidad de enfrentarnos a la situación desde lo que verdaderamente sentimos”, añade Lucía Jiménez, sexóloga del equipo de Diversual.

Al reducir las inhibiciones, el alcohol nos puede hacer pensar que el deseo sexual ha aumentado, cuando en realidad, paradójicamente, deprime el sistema nervioso central, por lo que ralentiza el ritmo cardiaco y el flujo sanguíneo, además de reducir la sensibilidad, lo cual dificultará la excitación. Es decir, la ingesta excesiva puede obstaculizar la capacidad del cerebro para procesar los estímulos sexuales y coordinar las contracciones musculares, que son vitales para la respuesta orgásmica. “Ante una dosis ‘correcta’ que, como máximo, serían dos copas, la sensación de alta autoestima y la desinhibición cuando nos relacionamos ensalza la parte positiva a la hora de entablar relaciones interpersonales que pueden conducir a relaciones sexuales. De hecho, hacer un uso adecuado de alcohol no sería del todo pernicioso en el caso de personas a las que les cueste entablar relaciones interpersonales y que sean muy tímidas”, matiza el doctor Francisco Gómez León, andrólogo y experto en disfunción eréctil e impotencia. “Sin embargo, a grandes rasgos, y contrariamente al mito que se tiene en cuanto a que el alcohol estimula las relaciones sexuales, en el caso de la mujer beber puede rebajar bastante la libido, y con respecto al hombre, puede fomentar una disfunción eréctil relacionada con la cantidad de alcohol previa a la relación sexual”, asegura.

A esta información hay que añadir que el alcohol afecta al juicio y la toma de decisiones, por lo que potencialmente deriva en situaciones de sexo sin precaución. “El alcohol apaga la corteza prefrontal, que es la que organiza, planifica y pone raciocinio en nuestras decisiones. El alcohol puede llevarnos a tomar decisiones que no tomaríamos sobrias, y a obviar nuestro sistema de valores. También puede dificultarnos la atención y, por lo tanto, la retención de información para luego recordar lo que ha sucedido. Hay que entender que la inhibición tiene la función de protegernos, y que el equilibrio es lo que nos permite relajarnos sin correr”, advierte Lucía Jiménez.

Otro de los problemas del alcohol vinculado al universo de las citas y del sexo es que puede hacer que la gente tome malas decisiones, y, ¿acaso hay una decisión más delicada que perder la cabeza en la cena de empresa, un momento en el que no está en juego solo la autoimagen, sino el sustento? Como indica la aplicación Gleeden, no es extraño que el ambiente festivo y desinhibido que caracteriza a las cenas y fiestas que organiza la empresa en Navidad genere el escenario perfecto para que las aventuras entre compañeros de trabajo surjan. El 68% de hombres y el 32% de mujeres ya ha aprovechado, en alguna ocasión, la cena de Navidad de la empresa para ligar con ese compañero o compañera de oficina que, sin esos brindis de más, habrían quedado relegados a los denominados office ten, es decir, idilios platónicos carentes de resacas, arrepentimientos y culpas.

A pesar de que para algunas personas es muy complicado ligar estando sobrio, un estudio de Hinge concluyó que tres de cada cuatro personas que tienen citas a través de la app prefieren no beber alcohol en su primer encuentro. Los abstemios se encuentran habitualmente con auténticos interrogatorios cuando, al quedar, piden una bebida sin alcohol. Así nos lo hace saber Lucía (41 años), productora y publicista, que dejó de beber a los 35 años. “Cada vez que quedo, tengo que explicar por qué dejé de beber prácticamente en todas las citas. Sufro una especie de interrogatorio en cada cita, porque quedo para tomar algo y la otra persona, automáticamente, pide algo con alcohol en el 100% de los casos. Hay cierta queja, pues me echan en cara que esté sobria si él bebe… ¿Acaso tienen tan poca confianza en sí mismos que necesitan que yo esté a su nivel consumo de alcohol para intimar?”, se pregunta. “En realidad, nunca me ha gustado tener relaciones borracha. He bebido pocas veces en mi vida, por lo que jamás he tenido blackouts. Siempre aclaro que como más me gusta el sexo es absolutamente sobria, sin ningún tipo de aliciente químico”, aclara.

Cada vez más personas optan por un estilo de vida sobrio en el que priorizan el bienestar y la claridad mental, pero en las fiestas, junto con las luces navideñas, se encienden las noches regadas por copas de más en las que el sexo destinado a generar tan pocos recuerdos como orgasmos está con asiduidad presente.