(ERIKA P. BUCIO. REFORMA)
Como fotógrafas, fueron pioneras del movimiento feminista contemporáneo: Ana Victoria Jiménez (CDMX, 1941), en México, y Alicia D’Amico (Buenos Aires, 1933-2001), en Argentina.
Ambas documentaron las luchas y se involucraron en causas sociales mientras forjaban, al mismo tiempo, una amistad.
Por primera vez, los paralelismos de su vida y trabajo son abordados en una exposición: Poéticas feministas, expuesta en el Museo de Arte Moderno (MAM).
D’Amico tuvo una formación más clásica dentro de las artes visuales y junto a sus colegas Sara Facio y María Cristina Uribe fundó La Azotea, la primera editorial fotográfica latinoamericana.
Jiménez, por su parte, es más bien autodidacta, cuya principal labor es como editora.
Al comienzo de la exposición, una impresión en gran formato presenta el momento en que ambas se encuentran, cuando D’Amico fue invitada como ponente al Primer Coloquio Latinoamericano de Fotografía, organizado por el Consejo Mexicano de Fotografía en 1978. Le correspondía a la argentina responder a una ponencia del fotógrafo Cornell Capa, hermano de Robert Capa, sobre el sentido de la fotografía social.
Durante su estancia en el País, junto a Uribe, imparte un taller sobre la producción de fotolibros, y es en ese contexto conoce a Jiménez y entablan una amistad que se prolongará por varias décadas.
De su reencuentro en Argentina en 1990 durante el 5 Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe también hay una fotografía como testimonio: se les ve marchar juntas en Buenos Aires contra la violencia de género.
La curaduría de Karen Cordero Reiman y María Laura Rosa se concentra en los paralelismos de su trabajo fotográfico a través de temáticas particulares y a partir de los archivos de ambas.
La Universidad Iberoamericana resguarda el acervo documental y fotográfico de Jiménez en la Biblioteca Clavigero, mientras que el de D’Amico está en manos de una entidad privada en Buenos Aires.
Organizada en tres secciones, comienza con “La agenda feminista“, con la documentación de marchas, luchas y actividades en la calle, en el espacio público, así como el registro de expresiones artísticas y reflexiones sobre los usos del arte y la fotografía como herramientas dentro del movimiento.
D’Amico, por ejemplo, documentó la primera marcha por el Día Internacional de la Mujer tras el fin de la última dictadura militar (1976-1983), el 8 de marzo de 1984. En la Plaza de los Dos Congresos, la fotógrafa captó la adrenalina de todas aquellas mujeres que regresaban a la calle tras años de silencio, según recuerda la curaduría.
En las manifestaciones fotografiadas, las mujeres demandan la legalización del aborto y llaman a detener la violencia de género; otras reflejan la lucha de las Madres de la Plaza de Mayo para buscar a los desaparecidos del régimen.
Uno de los intereses de la fotógrafa argentina, integrante de la Unión Feminista Argentina, es el “estudio de los comportamientos humanos dentro de las agrupaciones: cómo interactúan las personas, cuáles son sus actitudes y sus procederes”.
“Lo que me encanta es cómo muestran, cómo captan los gestos, la energía, la solidaridad, y, claro, esta relación de las miradas ante la alegría y la sororidad que se muestran y todas las consignas que también aparecen”, comparte en entrevista Cordero Reiman.
Con una fuerte conciencia social y política, militante del Partido Comunista en los años 60, Jiménez se involucró con el movimiento feminista, primero con la Unión Nacional de Mujeres Mexicanas y luego en la Coalición de Mujeres Feministas. Fue también parte del colectivo Cine Mujer, orientado hacia el documental feminista.
Logró fotografiar una de las primeras manifestaciones del movimiento feminista contemporáneo en México: una manifestación contra el mito de la madre de 1971.
O la marcha hacia Los Pinos de las costureras por sus compañeras muertas en el terremoto del 19 de septiembre de 1985, al quedar sepultadas en cientos de talleres en la zona de San Antonio Abad.
Esta parte de la exposición se ocupa “de los modos de performatividad de los cuerpos”, a través, por ejemplo, de las máscaras y el teatro callejero.
Lo anterior se aprecia en una manifestación de 1979 organizada por la Coalición de Mujeres Feministas, donde aparecen Elvira Trueba, luchadora social feminista, y la artista Mónica Mayer junto a su madre, todas vestidas de negro en señal de luto; crean una corona con las agujas de tejer y hierbas usadas en los abortos clandestinos con una cifra aterradora: 80 mil muertas.
También registra las protestas contra el concurso de Señorita México en 1978 y luego Miss Universo, en Acapulco, con las pancartas: “No somos mercancía” y “Concursos de belleza igual a sexo y morbo”.
O acuden ante el Ayuntamiento del entonces Departamento del Distrito Federal para “casarse con la democracia” y protestar contra la corrupción y la falta de transparencia.
En una cita de Jiménez, ella resalta la alegría, el juego, la acción y novedad en el feminismo, con las intervenciones de Polvo de Gallina Negra, colectivo encabezado por Mayer y Maris Bustamante, o el grupo La Revuelta.
Jiménez estuvo muy involucrada en Vejez en México, Estudio y Acción (Vemea), fundada por Betsie Hollants, periodista y feminista belga. Con esa organización participó en los seminarios “Yo, mujer frente al envejecer y el morir”.
“Es importante el papel de la visualidad”, dice Cordero Reiman a propósito de un cómic donde una “abuelita” de 60 años se levanta y lucha.
Jiménez formó también parte de la colectiva feminista Tlacuilas y Retrateras, en el que estuvo la propia curadora de la muestra; del grupo, destacan performances, uno de ellos de la artista Elizabeth Valenzuela, sobre los tabús del cuerpo, la maternidad y la reproducción.
A su vez, D’Amico fundó Lugar de Mujer, en Buenos Aires, un centro cultural feminista donde se imparten talleres interdisciplinarios de arte y sicología, como los proyectos Autorretrato y Creación de la propia imagen, donde usan la cámara para autorrepresentarse.
Aunque las fotos de Jiménez se han expuesto tanto en México como en Europa, Poéticas feministas va más allá de su registro de las marchas.
Con una mirada social, ambas se ocupan del trabajo de la mujer, uno de los temas relevantes del movimiento feminista de los años 70, 80 y 90 con la doble jornada, “y a veces la triple”, añade Cordero Reiman.
Otra parte de la muestra documenta la implicación de las fotógrafas en causas sociales con una “búsqueda para representar aspectos de la sociedad y culturas que son más marginadas”.
Cada una se vinculó con organizaciones sociales en las zonas más marginadas de sus países y documentaron la vida de las mujeres. D’Amico, por ejemplo, realizó una serie de fotografías para el libro Podría ser yo sobre los sectores populares en Buenos Aires y alrededores, por encargo de los sociólogos Elizabeth Jelin y Pablo Vila, quienes preguntan “a los fotografiados sobre su propia representación para no objetivizar a los pobres”.
En esta sección se presentan varias de las fotografías del libro, donde las mujeres son representadas en sus trabajos, en los espacios público y doméstico, en todo tipo de ámbitos, desde la ciencia hasta el cuidado.
Incluye una serie de Jiménez, ahora conocida como Cuaderno de tareas (1978-1981), pero cuyo nombre original es Oda al trabajo doméstico, donde sigue a su amiga, una colega de la UNAM, Mercedes Maya, en sus actividades diarias, pero enfocándose sólo en sus manos mientras lava ropa, cocina, utiliza la máquina de coser.
En 1984 intentó editar un calendario feminista y en los años 90 hizo un nuevo intento con el colectivo de trabajadoras domésticas Atabal, pero ninguno de los proyectos fructificó.
Jiménez transcribe en español un fragmento de Una habitación propia, de Virginia Woolf, uno de los libros protofeministas, donde la escritora habla de las dificultades para que las mujeres pudieran escribir. El fragmento en cuestión se refiere a una ficticia hermana de William Shakespeare muy dotada. La idea de la fotógrafa era intercalar este texto con las imágenes.
La última sección de la muestra, “Viajes poéticos hacia la naturaleza y el cuerpo”, se interesa por “una búsqueda más interna, más reflexiva hacia la subjetividad desde las mujeres a través de representaciones de la naturaleza del cuerpo”.
La exposición permanecerá hasta el 11 de febrero en el MAM, ubicado en Paseo de la Reforma y Gandhi S/N, Bosque de Chapultepec.