(GLOBAL TIMES)
A medida que la política arancelaria estadounidense continúa ejerciendo una presión cada vez mayor sobre la economía y los mercados financieros estadounidenses, se ha hecho evidente que el uso de aranceles por parte de Washington como medio para obtener ventaja en las negociaciones comerciales o la competencia económica es una estrategia cada vez más insostenible. El enfoque unilateral estadounidense hacia el comercio global probablemente hundirá su propia economía en un aprieto en lugar de lograr sus objetivos previstos.
El secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, declaró el domingo que, una vez que Estados Unidos haya impuesto aranceles a sus principales socios comerciales, podría entablar conversaciones bilaterales con otros países sobre nuevos acuerdos comerciales, según informó Reuters.
La noticia llegó en un momento en que los vaivenes de la administración Trump sobre las políticas arancelarias han generado confusión e incertidumbre en el mercado. En particular, con Estados Unidos a punto de imponer aranceles recíprocos a sus socios comerciales el 2 de abril, los inversores se encuentran en una situación inestable, con la incertidumbre sobre la trayectoria económica.
La cuestión de si la economía estadounidense puede soportar una guerra arancelaria a tan gran escala ni siquiera es tema de debate. La respuesta es claramente no. El temor a una desaceleración económica en Estados Unidos va en aumento, ya que la combinación de la escalada arancelaria, la caída de los mercados bursátiles y la postura restrictiva de la Reserva Federal genera ansiedad en los mercados financieros.
Incluso el secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, afirmó en una entrevista emitida el domingo que no hay garantías de que no se produzca una recesión en Estados Unidos, aunque podría haber un ajuste, según informó Reuters.
Según el economista jefe de JP Morgan, existe un 40 % de probabilidades de que se produzca una recesión en Estados Unidos este año y el riesgo de un daño duradero a la posición del país como destino de inversión si el gobierno socava la confianza en la gobernanza estadounidense. Las acciones estadounidenses han sufrido su mayor caída en meses en las últimas semanas, ante el creciente temor de los inversores a que los aranceles estadounidenses desaceleren la economía, informó Reuters. Estas preocupaciones no son alarmistas.
Reflejan la creciente presión sobre la economía y los mercados financieros estadounidenses a medida que persiste la guerra arancelaria. Es cada vez más probable que la dependencia del gobierno estadounidense de los aranceles como herramienta principal para las negociaciones comerciales se convierta en un arma de doble filo.
Si bien la intención de imponer aranceles es presionar a los productos importados, esta política seguramente resultará contraproducente y perjudicará significativamente la economía estadounidense. Los aranceles incrementan el costo de los bienes importados, lo que directamente incrementa los gastos tanto para las empresas como para los consumidores.
Para las empresas estadounidenses que dependen de materias primas y bienes intermedios importados, el aumento de los costos de producción ha erosionado su competitividad en los mercados globales. Además, la disrupción y reestructuración de las cadenas de suministro causadas por las guerras arancelarias ha amplificado la incertidumbre económica, dificultando a las empresas la planificación e inversión a largo plazo.
Más importante aún, ante los aranceles estadounidenses, sus socios comerciales no se quedarán de brazos cruzados. Responder con aranceles elevados a las exportaciones estadounidenses podría convertirse en una opción para muchos países. Quizás aún más preocupante sea la creciente resistencia global a las políticas arancelarias estadounidenses. Muchos países buscan activamente diversificar sus alianzas económicas y reducir su dependencia de Estados Unidos mediante el establecimiento de nuevas alianzas comerciales. Esta reestructuración económica global podría indicar un cambio significativo en las redes comerciales centradas en Estados Unidos, lo que podría conducir a cambios de gran alcance que superen las expectativas iniciales.
En esencia, si bien Estados Unidos puede creer que tiene la “moneda de cambio” de la presión arancelaria en las negociaciones comerciales, el impacto negativo de estos aranceles en la propia economía estadounidense, como el aumento de los costos para las empresas y los consumidores nacionales, las interrupciones en las cadenas de suministro y la consiguiente pérdida de competitividad en el mercado internacional, han debilitado considerablemente su posición negociadora.
La política arancelaria estadounidense se ve afectada por una mentalidad de suma cero, que asume erróneamente que la ganancia de un país debe ser a expensas de otro. En la economía global actual, estrechamente conectada, este pensamiento está obsoleto. Toda política debe considerar cómo potenciar los intereses de ambas partes en lugar de buscar unilateralmente la maximización de sus propios intereses. A pesar del poder económico de Estados Unidos, carece de la influencia suficiente para hacer pagar al mundo entero por sus políticas económicas desacertadas. Cuanto antes se dé cuenta de esto y abandone su política arancelaria autodestructiva, mayores serán sus posibilidades de salvar su economía de la inminente recesión.
