¿Antesala del caos fiscal?

(ALEJANDRO WERNER. REFORMA)

Algunos analistas han venido señalando que las finanzas públicas se encuentran al borde del caos y que el programa económico para 2024 será la gota que derrame el vaso. Para el próximo año el déficit público será el más alto en décadas, 5.4% del PIB, y la deuda pública alcanzará el 49% del ingreso nacional. El aumento del déficit y del gasto que propone el Ejecutivo para 2024 es un error, sin embargo, este deterioro no pone a las finanzas públicas al borde del caos.

El elevado déficit público se explica por menores ingresos públicos, incremento del gasto y aumento en el costo financiero debido a mayores tasas de interés. El incremento en el déficit público es exagerado e innecesario en este momento, pues la economía crece a tasas saludables y nos encontramos en pleno empleo. No obstante, hay una diferencia importante entre una mala política fiscal y una que nos ponga al borde del caos.

El mejor termómetro de la situación fiscal es el acceso de México a los mercados globales y nacionales de capital en condiciones favorables. Las principales agencias calificadoras mantienen el grado de inversión para nuestra deuda soberana y no han dado señales de que lo vayan a cuestionar en 2024. La diferencia entre el rendimiento que pagan los bonos de largo plazo de México y los de EU en dólares se redujo más de un punto porcentual en el último año, de aproximadamente 2.9% a 1.7%. Esto significa que los inversionistas no ven un problema fiscal en lo que resta de la presente administración y principios de la siguiente, por lo que México mantiene un buen acceso a los mercados financieros. La deuda pública nacional tampoco resulta elevada al compararla con la de otros mercados emergentes como Brasil, Colombia, Indonesia, países con una razón de deuda superior a la que registra México.

Claramente el financiamiento del aumento del déficit público en más de dos puntos porcentuales del producto será un reto para las autoridades hacendarias, pero este desafío podrá manejare adecuadamente. En 2024 las Afores recibirán aportaciones mayores a las de este año como resultado de la reforma pensionaria realizada en 2020 y una fracción importante de estas se invertirá en títulos públicos. Asimismo, en los últimos años la deuda externa ha registrado una tendencia descendente. Ello quiere decir que el fisco cuenta con un espacio importante para aumentar la deuda externa, tanto con inversionistas privados como con organismos multilaterales de crédito.

Por las razones expuestas, no parece que el país este gestando una crisis fiscal para el 2024 o 2025. Esto no quiere decir que la próxima administración heredará finanzas públicas sanas. El reto que enfrentará el próximo gobierno será muy desafiante y requerirá de una reforma tributaria en sus primeros 18 meses. En primer lugar, el nuevo gobierno heredará el gasto primario más elevado de la historia, que además presentará un crecimiento importante en el renglón de las pensiones. El gasto y los resultados en salud, educación, atención a desastres naturales y seguridad pública se han deteriorado, por lo que será necesario invertir en estos rubros. Por ejemplo, el gasto público en salud en México se ubica en alrededor de 3.2% del PIB, mientras que el promedio para América Latina es de 4% y el de los países de la OCDE de 8%. Algo similar sucede con el gasto en educación. Finalmente, el costo financiero de la deuda que hoy se ubica en niveles superiores al 3% del PIB se mantendrá elevado en un entorno de mayor astringencia financiera global.

En síntesis, el manejo de la hacienda pública no pone en riesgo la estabilidad macroeconómica en el corto plazo, pero el próximo gobierno tendrá el enorme reto de corregir el rumbo de las finanzas públicas para lo cual será necesaria una reforma fiscal importante.

El autor es director del Georgetown Americas Institute de la Universidad de Georgetown.

@alejandrowerne7