(RICARDO QUIROGA. EL ECONOMISTA)
Donar bibliotecas a universidades del extranjero, como Princeton, da “un punto de prestigio” a las plumas que buscan consolidarse en el plano literario mundial, señala Javier Guerrero, profesor e investigador de Estudios Latinoamericanos de esta universidad.
Entre los más de 7 millones de libros y sus más de 4,000 metros lineales de manuscritos que recorren cinco mil años de historia y literatura de todo el mundo, la Harvey S. Firestone Memorial Library, de la Universidad de Princeton, en Nueva Jersey, Estados Unidos, resguarda la que es quizás la colección de manuscritos, correspondencia y bibliotecas más grande y prominente sobre plumas literarias latinoamericanas de los siglos XX y XXI.
En sus salones acondicionados con minuciosidad para la conservación de documentos, la Firestone protege textos de puño y letra de figuras de nuestra literatura e identidad, como Carlos Fuentes, Elena Garro, José Emilio Pacheco, Margo Glantz, Salvador Novo, Ricardo Piglia, Mario Vargas Llosa, Severo Sarduy, Vicente Leñero, Juan Gelman, o Alejandra Pizarnik. Muchos de estos acervos han sido vendidos o incluso donados en vida por las y los autores, quienes consideraron a Princeton como el sitio ideal para el reposo del trabajo de toda su vida..
Pero, recapitulemos el camino que desemboca en esta entrega. Con la visita hace un par de semanas de la Universidad de Texas en Austin como Invitada de Honor de la FILUNI 2023, El Economista pudo conversar con Melissa Guy, directora de la Colección Latinoamericana Nettie Lee Benson, repositorio de otro de los grandes archivos documentales y visuales latinoamericanos, sobre todo mexicanos de los últimos 500 años, del que esta sección dio cuenta en la edición del pasado 4 de septiembre.
En aquella entrevista, Melissa Guy reconoció el momento para reflexionar, como instituciones educativas extranjeras, sobre los criterios éticos de adquisición de archivos de países con historia colonial o en algún grado de vulnerabilidad.
¿Hasta qué punto una adquisición por una universidad como la UT o Princeton puede considerarse como una especie de extractivismo? Esa fue la pregunta que Guy respondió y ahora se le plantea a Javier Guerrero, profesor de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Princeton y especialista en los archivos literarios latinoamericanos que habitan la Firestone Library.
La adquisición y los procesos coloniales
“Es importante hacer una revisión, hay que pensar en los procesos coloniales sobre los que se ha afincado el saber”, reconoce Guerrero de inicio. “Y como tal, cualquier tipo de archivo está propenso a ser pensado a partir de los procesos coloniales”.
Ahora bien, matiza el entrevistado, es necesario discernir entre políticas de adquisición del pasado, con claros procedimientos unilaterales, y aquellos acervos literarios vendidos o donados por las y los autores por decisión propia o de sus herederos, como los que en particular posee la colección de literatura latinoamericana de Princeton, y también es necesario revisar los casos de adquisición de países que, dice, están en riesgo político o por falta de presupuesto para conservación.
“Las y los autores tienen la potestad para decidir dónde van a reposar sus archivos. En muchos de los casos, también se trata de escritores exiliados, que han sido perseguidos, o bien que han decidido vivir en otros países por su propia voluntad”, señala Guerrero.
Comenta que la colección de archivos literarios de Princeton, particularmente la latinoamericana, se fundó o responde al hecho de la destrucción de acervos por parte de regímenes totalitarios. Hace referencia, por ejemplo, a la destrucción del archivo Neruda, en Chile en 1973.
Entrar en el canon internacional
Por otro lado, señala el especialista, para muchas autoras y autores en la región resulta mucho más atractiva la venta de su archivo a las universidades del país vecino porque éstas garantizan mejores procedimientos de conservación que en sus propios países, y también garantizan oportunidades para el desarrollo de investigación en torno a su obra literaria. Y agrega que, si bien en países latinoamericanos hay instituciones educativas públicas y privadas capaces de garantizar los mismos estándares, el prestigio suele imponerse en la gran mayoría de los casos, al menos para México.
“En América Latina, los archivos han sido mantenidos sobre todo por las bibliotecas nacionales, más que por las universidades. Y las bibliotecas públicas viven a expensas de los gobiernos y los cambios de administración. Y ése es otro factor que toman en cuenta las autoras o autores cuando deciden donar sus bibliotecas al extranjero”.
Al menos una vez al mes, estima el entrevistado, él mismo recibe propuestas de archivos “de gente bastante importante” en AL interesada en incluso donar sus archivos a Princeton. Esto, explica, “porque les permite entrar en un canon no solamente latinoamericano sino también internacional”.
La digitalización es necesaria, pero el proceso implica ciertos riesgos que causan que ésta no reemplace satisfactoriamente la garantía de acceso absoluto a los archivos. Se le debe considerar únicamente como otra posibilidad de acceso”, Javier Guerrero, profesor e investigador en la Universidad de Princeton.
En la conversación con Melissa Guy, la responsable de la Nettie Lee Benson señaló que al menos desde la Universidad de Texas, para algunos casos se están considerando medidas de adquisición de archivos solamente a través de la digitalización, es decir, la institución se queda con las versiones digitales y respeta la preservación de los archivos físicos en sus países de origen. De esta manera, se garantiza la difusión de los acervos y el acceso a cualquier persona por la vía digital.
Pero Javier Guerrero discrepa. “La digitalización es importante, la apoyo”, dice, “pero la digitalización no es la respuesta absoluta, no es algo que resuelva el problema de la destrucción por razones políticas o por razones de presupuesto (…) por eso es necesario que se discuta la idea de los archivos amenazados y la viabilidad para que las universidades con alto presupuesto puedan adquirirlas. Es una posibilidad para salvaguardar el patrimonio literario en riesgo”. Más adelante, señala: “el acceso a los archivos físicos es tan importante como lo es el acceso digital”.
Reitera que la digitalización, y sobre todo la remota, no es la panacea puesto que sigue habiendo un sesgo en el proceso tecnológico que elimina cualidades del documento material que pueden resultar de interés para la investigación.
“Es interesante entender que toda mediación (al momento de digitalizar) es proclive al error y, sobre todo, cuando se trata de mediaciones pasivas, seriadas, a través de compañías que trabajan por encargo (…) y es importante matizar factores como ése cuando pensamos que la digitalización es también la última materialidad del archivo y la posibilidad del acceso absoluto”.
También es de reconocer que hay instituciones cuyas políticas de adquisición se enfocan mucho más al almacenaje en bodegas de los acervos y tienen los mínimos criterios de difusión democrática. “Hay instituciones que se apoderan de los archivos como botines. Al recluir los acervos en las bodegas, se produce entonces una figura paradójica.”.
¿Cuáles son las medidas de Princeton para garantizar el acceso a las colecciones?
“El (archivo latinoamericano) de Princeton siempre ha sido un archivo bastante convencional, con acceso material. Hay otras colecciones que sí están digitalizadas. Pero creo que sí es un pendiente de la universidad el garantizar este acceso”, responde.
Asimismo, destaca, Princeton ofrece un sistema de becas que hace posible la estancia y acceso para que investigadores con recursos limitados puedan visitar la universidad para trabajar sobre los archivos.
Los anteriores, califica, “son paliativos que no resuelven todo, pero son importantes para repensar la posibilidad de los botines. Debo insistir en que el acceso material es fundamental para cualquier archivo que se precie”.
VAP
Manuscritos latinoamericanos destacados en Princeton:
- Carlos Fuentes (México)
- Margo Glantz (México)
- Diamela Eltit (Chile)
- Juan García Ponce (México)
- Juan Gelman (Argentina-México)
- Vicente Leñero (México)
- Severo Sarduy (Cuba)
- Augusto Monterroso (Honduras-Guatemala)
- Salvador Novo (México)
- Silvina Ocampo (Argentina)
- José Emilio Pacheco (México)
- Sergio Pitol (México)
- Alejandra Pizarnik (Argentina)
- Sergio Ramírez (Nicaragua)
- Mario Vargas Llosa (Perú-España)
- Julio Cortázar (Argentina)
- José Donoso (Chile)
- Elena Garro (México)
- Jorge Ibargüengoitia (México)
- Eliseo Diego (Cuba)