Buscan con Dls. 190,000,000 encontrar la dieta ideal

(ANDREA PETERSEN. THE WALL STREET JOURNAL)

Louisianna, Estados Unidos.- En un centro biomédico en Baton Rouge, Louisiana, hay un hombre devorando cereal Frosted Flakes y frituras de papa mientras está conectado a una vía intravenosa. ¿Su trabajo? Ayudar al Gobierno de Estados Unidos a determinar qué debe uno comer.

Ese hombre, Kevin Elizabeth, un trabajador tecnológico de 28 años, es uno de los 500 estadounidenses que vivirán en instalaciones científicas en todo el país durante seis semanas, comerán comidas seleccionadas con precisión y se someterán a cientos de pruebas médicas. Él es parte de un nuevo estudio, con un costo de 189 millones de dólares, que es uno de los proyectos de investigación sobre nutrición más ambiciosos que jamás hayan emprendido los Institutos Nacionales de Salud (NIH).

Si el estudio tiene éxito, podría ayudar a los estadounidenses a estar más saludables y acabar con años de confusión sobre las pautas nutricionales.

Las enfermedades crónicas relacionadas con nuestra dieta van en aumento. El porcentaje de adultos estadounidenses mayores de 20 años con obesidad es del 41.9%, de acuerdo con datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) recopilados del 2017 al 2020. Eso representa un aumento del 30.5% del 1999 al 2000. Aproximadamente el 15% de los adultos estadounidenses tienen diabetes, contra 10.3% entre 2001 y 2004, reportan los CDC.

El estudio involucrará a 10 mil participantes en total.

Un plan de dieta, sólo para ti

Los científicos coinciden en términos generales sobre lo que constituye una dieta saludable -rica en verduras, frutas, cereales integrales y proteínas magras- pero cada vez más investigación muestra que diferentes personas responden de manera diferente a los mismos alimentos, como el pan o los plátanos.

Elizabeth y sus compañeros participantes pasan dos semanas cada uno con tres dietas diferentes. Una es alta en grasas y baja en carbohidratos; otra es baja en azúcares añadidos y rico en verduras, junto con frutas, pescado, aves, huevos y lácteos; la tercera tiene un alto contenido de alimentos ultraprocesados y azúcares añadidos.

Los científicos del estudio no están partiendo de ninguna hipótesis particular sobre qué alimentos son mejores. En lugar de ello, usarán las enormes cantidades de datos que están recopilando para crear algoritmos que, esperan, puedan predecir lo que una dieta en particular hará por cada uno de nosotros. Están reclutando participantes de diversas edades, etnias, antecedentes y condiciones de salud para asegurarse de que los resultados se apliquen ampliamente.

“Quizás podamos ajustar las dietas”, dijo Alice H. Lichtenstein, directora del Equipo de Nutrición Cardiovascular de la Universidad de Tufts, que no participa en el estudio de los NIH. “Así que funcionará mejor si una persona de la familia ingiere un poco más de proteínas, otra un poco más de grasa y otra un poco más de carbohidratos”.

Y con una orientación más personalizada, los investigadores en nutrición esperan que más estadounidenses vean resultados -como una disminución en los niveles de azúcar en la sangre o una mejoría en la presión arterial- y sigan dietas más saludables.

“Puede existir esta percepción pública de que ‘Ay, todo el mundo sabe lo que se supone que debes comer, pero a mí no me funciona’. Pero si esto es para mí y está basado en mí”, la gente podría ser más propensa a seguir el plan, señaló Nicastro.

Frituras de papa y un monitor cardíaco
Se exhortó a Elizabeth a consumir hasta el último bocado de su desayuno de Frosted Flakes, hasta la leche azucarada que quedaba en el tazón de cereal. Los científicos de las instalaciones aquí, el Centro de Investigación Biomédica Pennington, parte del Sistema Universitario Estatal de Louisiana, quieren saber exactamente cuánto come de su comida cuidadosamente diseñada.

Llevaba un monitor de frecuencia cardíaca, un dispositivo para registrar su actividad física y un monitor continuo de glucosa para medir el azúcar en la sangre. Una vía intravenosa salía de su mano. Nueve veces durante las siguientes cuatro horas, un técnico le extrajo sangre a Elizabeth para medir la respuesta de su cuerpo a la comida, incluyendo sus niveles de insulina y glucosa, junto con docenas de otras métricas. Elizabeth dio muestras de orina, heces y saliva. Los científicos ya habían recolectado muestras de su cabello y uñas y lo sometieron a una exploración DEXA, una radiografía de todo el cuerpo que cuantifica la cantidad de grasa, hueso y músculo.

Elizabeth estaba en el día 13 de la dieta en gran parte ultraprocesada cuando le extrajeron sangre alrededor de su desayuno Frosted Flakes. La dieta se asemejaba a la que Elizabeth suele comer en casa (muchas comidas preparadas como pizza congelada), aunque dijo que se sentía más cansado de lo normal, especialmente durante el ejercicio.

“Simplemente no me siento al 100”, dijo. Se sintió mejor y tuvo más energía durante las dos semanas que estuvo con la dieta rica en verduras, aunque a veces “era difícil comer tantas verduras”, indicó.

Un dispositivo inteligente de papel higiénico y gafas para cámara
Una herramienta novedosa utilizada en el estudio: pequeñas cámaras que se sujetan a los lentes y comienzan a grabar cuando el usuario mastica. Las cámaras fueron diseñadas para superar un desafío en muchos estudios de nutrición: que las personas no suelen informar con precisión lo que comen. De esta manera, las cámaras pueden grabar la comida.

Los trabajadores del estudio mezclan periódicamente las comidas en un batido gigante y las mandan a analizar en un laboratorio externo, para asegurarse de que todos los menús diarios de los sitios tengan proporciones consistentes de grasas, carbohidratos, proteínas y otros componentes.

El personal monitorea a los participantes que se hospedan en Pennington Biomedical para asegurarse de que cumplan con los planes. Alguien los observa comer sus comidas de estudio y los anima a consumirlas por completo. Miembros del personal acompañan a los participantes al gimnasio y en sus caminatas para evitar que vayan furtivamente a máquinas expendedoras. Los visitantes deben dejar sus bolsas afuera del área de estudio y abrir los bolsillos para que cualquier alimento que se intente introducir de contrabando sea detectado.

Y luego está el baño. Algunos participantes en otras partes del estudio de los NIH están utilizando un nuevo dispositivo de papel higiénico “inteligente” para recolectar muestras de heces. Los investigadores están particularmente interesados en cómo las tres dietas afectan el microbioma intestinal, y cómo influye eso en la forma en que las personas responden a una dieta.

Con tres dietas diferentes, lentes con cámaras que graban cuando mastica el usuario y papel higiénico inteligente que recolecta muestras de heces, los científicos buscan determinar qué debemos comer. Crédito: ISTOCK Y BIOMESSENSE