¿Caminar libremente o un alto costo de vida?: el debate ante la peatonalización del Zócalo

(ANGÉLICA FERRER. SPUTNIK)

El Zócalo es la plaza pública más grande e importante de América Latina, por lo que el cierre de sus calles al tránsito vehicular tiene un impacto más allá de lo estético.

La Plaza de la Constitución, comúnmente llamada Zócalo de la Ciudad de México, atraviesa por uno de sus mayores cambios en la historia: se convirtió en un espacio totalmente peatonal, poniendo fin al paso de automóviles y camiones que circulaban en este espacio del primer cuadro de la capital mexicana.

El pasado 8 de enero, el jefe de Gobierno capitalino, Martí Batres, anunció que las calles 5 de febrero, 20 de noviembre y José María Pino Suárez, en los tramos que comprenden desde esa explanada hasta la vialidad Venustiano Carranza, serían cerradas al tránsito vehicular, con el propósito de que la gente pueda caminar sin ningún problema. Solamente se permitirá el acceso a bicicletas o patines, así como a transporte de emergencia, seguridad, limpia o para actos cívicos-militares.

No obstante, aunque algunos de los argumentos de las autoridades de la capital mexicana para este cambio en la zona son la recuperación del espacio público y la búsqueda de una relación igualitaria entre los peatones y los automovilistas, existen voces que no están de acuerdo con él. Sputnik realiza un análisis acerca de las implicaciones de esta medida, que entró en vigor el 12 de enero de este año.

Un espacio camaleónico

El Zócalo de la Ciudad de México no siempre tuvo la imagen que distinguimos en artículos y fotografías sobre México.

A lo largo de sus más de 500 años de existencia, ha tenido diversos nombres y usos. Está rodeado por el Palacio Nacional, sede del Poder Ejecutivo federal; la Catedral Metropolitana, una de las máximas representaciones del catolicismo en el país; el Ayuntamiento de la Ciudad de México, donde ejerce el jefe de Gobierno capitalino, y comercios de diversos giros. A los costados están la Suprema Corte de Justicia de la Nación y el Templo Mayor, centro de la vida religiosa y política de los mexicanos.

Además, la Plaza de la Constitución ha contado con jardines, comercios itinerantes y el mercado El Parián, que ocupaba toda la superficie de este sitio, convirtiéndose en el mercado más grande no solo de México, sino uno de los espacios más importantes del virreinato, según mencionan los arqueólogos María Rebeca Yoma Medina y Luis Alberto Martos López en el artículo El Parián: un siglo y medio de historia y comercio.

Tras el declive de El Parián, el entonces presidente de México, Antonio López de Santa Anna, ordenó el derrumbe del mercado, mismo que finalizó el 11 de septiembre de 1843. En el mismo decreto, anunció el concurso para construir un monumento en honor a la Independencia mexicana en ese mismo punto de la capital.

Según la Academia de San Carlos, ganó Enrique Griffon, pero Santa Anna determinó que se realizaría el proyecto de Lorenzo de la Hidalga, arquitecto que erigió el mercado del Volador, donde ahora está la Suprema Corte mexicana, y el Teatro Nacional, actualmente desaparecido. Esto es relevante, ya que el monumento no fue construido, pero su basamento, también llamado zócalo, quedó cimentado. De ahí viene el sobrenombre con el que se le conoce mundialmente.

Su estructura actual data de 1958 y, de acuerdo con la alcaldía Cuauhtémoc, demarcación donde está este lugar, mide alrededor de 46.800 metros cuadrados. Tiene una capacidad para albergar a poco más de 200.000 personas, tomando en cuenta las calles que le rodean y banquetas de los edificios contiguos.

Debido a su extensión, ha recibido protestas tan relevantes como las realizadas durante los movimientos estudiantiles en la década de 1960, o para apoyar al entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador, durante el proceso de desafuero en su contra. De igual manera, albergó expresiones culturales como la toma de fotografías a personas desnudas por parte de Spencer Tunick o conciertos con artistas de talla internacional como RosalíaJoan Manuel Serrat y Paul McCartney.

Rumbo a un Centro Histórico peatonal

En entrevista para Sputnik, el ingeniero geomático por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) Andrés Semo, explica que durante décadas el Centro Histórico de la Ciudad de México, donde se encuentra el Zócalo, sufrió diversos cambios para favorecer el paso de los automóviles y no de los transeúntes, entre ellos, el derrumbe de edificios.

“Las vialidades se amplían durante [la década de 1930]. Después, con la construcción de los ejes, se termina de incrementar el Eje Central [Lázaro Cárdenas], que antes era de doble sentido. De pronto tuvimos un Zócalo con avenidas anormalmente grandes, esto en un centro de la ciudad que es visitado por muchísima gente y que sí convive con un gran flujo comercial”, expone.

Estas vías, de acuerdo con el experto, comenzaron a ser desproporcionadas conforme pasaron los años, esto en comparación con la cantidad de personas que le visitaban y las actividades que se realizaban en el sitio. Por ejemplo, una de las más comunes son los tours para conocer las edificaciones más relevantes del Zócalo.

En una charla para este medio, Sandra Romero Islas, quien vive a unas calles del Zócalo capitalino, ha observado tanto a través de la experiencia de su familia, que habita ahí desde hace más de seis décadas, como la de ella misma, las secuelas de las disposiciones que han modificado a lo largo del tiempo ese punto de la capital mexicana. “Por ejemplo, hace años, no había tanto ambulantaje como ahora. Existía una mejor circulación en las calles no solo para autos, sino para los peatones”, subraya.

En la primera década del siglo XXI arrancó la peatonalización del Centro Histórico. Las primeras calles en prohibir el paso de autos y camiones fueron Regina y Madero, esto en 2008 y 2010. Posteriormente, vialidades como Motolinía, 16 de septiembre o Gante se convirtieron en corredores semipeatonales, es decir, aún permiten que los vehículos motorizados circulen, pero dan mayor preferencia a quienes caminan sobre ellos.

No obstante, la experiencia al impulsar la peatonalización y el rescate de las vías fue ambivalente. Mientras que turistas nacionales e internacionales empezaron a disfrutar de las tiendas departamentales, bares y actividades culturales, mismas que pulularon por redes sociales, la población que vivía en esas calles comenzó a notar cambios que afectaron su vida, debido a la gentrificación en la zona.

Esto también lo reflejan los vecinos de Regina, calle conocida por sus restaurantes y bares que, especialmente los fines de semana, lucen repletos. “Prácticamente cada mes abre una nueva chelería o dos (…) Evidentemente hay algo mal aquí. No soy el único que se siente engañado”, consideró en un artículo de 2018 de la revista mexicana Nexos Salvador García, una de las personas que arribó ahí tras el proyecto para mejorar la zona.

¿A quién beneficia la peatonalización del Zócalo?

Tras la experiencia de peatonalización en varias calles del Centro Histórico, una de las grandes incógnitas es a quién beneficia esta reconversión. Y la respuesta no es sencilla, debido a que se requiere tomar en cuenta diversos factores.

Por ejemplo, en el acuerdo donde se determina la modificación de las calles circundantes al Zócalo, se especifica que es en pos de garantizar “el derecho de toda persona a la movilidad en condiciones de seguridad vial, accesibilidad, eficiencia, sostenibilidad, calidad, inclusión e igualdad”. De igual manera, se señala la preferencia a quienes acuden caminando por esta zona. Otros más son resaltar el valor histórico de las edificaciones circundantes a la Plaza de la Constitución y que quienes asistan puedan disfrutar y llevar a cabo las expresiones culturales, políticas y sociales que deseen.

En este mismo tenor, Semo, quien también es documentalista y fundador de la compañía mexicana especializada en imagenología aérea, Semo Dron, apunta que abrir las vialidades a ser solo para peatones ayuda a que la gente recobre el derecho a caminar de manera segura, mismo que perdió con el auge de los vehículos motorizados.

El cambio representa “una renivelación y una justicia social porque mucha más gente tiene acceso al mismo lugar con los mismos medios”, remarca.

Sobre este último tópico, el doctor en geografía por la UNAM, Gustavo Toris, señala que si bien este tipo de planeación urbana pretende brindar espacios seguros a la población que va a pie, es diferente en sitios como el primer cuadro de la capital de México.

Por cuestiones como la aparición de Airbnb y la turistificación de centros históricos a nivel mundial, sabemos que estos cambios son más para favorecer la presencia de visitantes [mexicanos y extranjeros]. Por otro lado, hay que pensar que las calles del centro [de la CDMX] originalmente estaban hechas para ser caminadas, pero no existía el volumen de circulación que tenemos hoy. Sumado a esto, las grandes cadenas de tiendas pueden hallar maneras de abastecerse, pero no los pequeños negocios, esto porque no se permite la entrada de vehículos motorizados”, pormenoriza en entrevista para Sputnik.

En este debate también entra la mención del rescate del Centro Histórico de la Ciudad de México. Al respecto, el especialista abunda en dos ámbitos, que son los lineamientos de la Carta de Venecia de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), donde se promueve la conservación y restauración del patrimonio, y el urbanismo que ya no apuesta por el funcionalismo, porque promovía no afectar la circulación vehicular, pero sacrificaba el espacio urbano al romper con las colonias como fueron pensadas. Ejemplo de ello se observa en la Glorieta de Insurgentes, en la urbe mexicana.

“La Carta de Venecia dice que, entre mayor información y participación exista por parte de la población, permite una mayor integración social. Hasta ahí todo parece benéfico y razonable. La cuestión es que, cuando se ponen en marcha planes sobre el espacio público, nunca se habla puntualmente de qué se está rescatando. En los hechos, lo que ocurre es que se busca recuperarlo de sectores populares y transformarlos en espacios más productivos en términos económicos”, afirma.

“Usualmente, lo que estos procesos implican son la intensificación de los procesos de gentrificación porque, en razón de la presencia de monumentos, del remozamiento y la transformación estética de las calles para el acceso peatonal, el valor del suelo comercial sube y, con él, el de la vivienda. Para los dueños, comienza a ser mucho más viable alquilarlos (…), rentas más altas y un costo de vida muy alto”, asevera Toris.

De acuerdo con la plataforma Insider Airbnb, que recopila los datos de la empresa de alojamientos a particulares y turísticos, en la Ciudad de México hay 26.760 para alquilar, de los cuales, 12.006 están en la alcaldía Cuauhtémoc, donde se localiza el Zócalo. Es decir, cerca de 49% de los inmuebles ya no son para habitarlos como un hogar.

Asimismo, el último análisis de Inmuebles 24página web dedicada a casas y departamentos, mostró que, hasta diciembre de 2023, el costo promedio de renta en la colonia Centro, donde encontramos la Plaza de la Constitución, osciló entre 21.579 y 26.022 pesos al mes (alrededor de 1.253 a 1.510 dólares estadounidenses), mientras que el salario mensual de un habitante de la capital mexicana, según datos oficiales con corte al tercer trimestre de 2023, fue de 4.900 pesos al mes (272 dólares).

En esta línea, Romero Islas, quien trabaja como asistente administrativa en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), precisa que su familia paga los servicios como el predio, agua, luz o gas como si fuese una vivienda residencial, cuando no es así.

Ella detalla que, por ejemplo, en el servicio de energía eléctrica, su familia paga entre 400 y 700 pesos por bimestre (23 a 40 dólares) y en el predial deben dar 3.500 pesos (203 dólares) anuales. En su caso, al contar con todos los papeles en regla de su casa, puede solicitar una revisión del inmueble para mostrar que no vive en una colonia residencial, con lo que el cargo baja a 500 pesos (29 dólares).

De igual forma, opina que los trabajos de peatonalización, “en lugar de mostrar un Centro Histórico que nos represente por su historia, se está volviendo un centro comercial. Entonces, cierran vialidades, pero eso también favorece que la gente solo venga a comprar o que se impulse el comercio ambulante, lo que dificulta más pasar. ¿Qué consecuencia tiene? Que la gente comienza a salir de sus casas para buscar otros lugares donde vivir“. Esto impulsa a que las personas de otras naciones adquieran las viviendas a precios bajos.

En busca de un mejor Zócalo para todos

Los entrevistados coinciden en que lo primordial es el bienestar de la población, específicamente de quienes viven, trabajan y visitan el Zócalo de la Ciudad de México.

Por ejemplo, Sandra Romero dice que la peatonalización no sería una mala iniciativa, siempre y cuando se tome en cuenta la opinión de quienes residen en las calles modificadas, con el propósito de conocer sus necesidades y no afectar su vida. Hace énfasis en la posible proliferación del ambulantaje, que afectaría como en otras vialidades de la zona, el tránsito libre para ingresar o salir de los hogares.

“Lo primordial es que seamos tomados en cuenta (…), que nos preguntaran cuáles son nuestras [inquietudes] para dar nuestro punto de vista y ver que realmente, en mi caso, no considero que sea primordial enfocarse en convertir algo en peatonal. Tendrían que analizarse otras problemáticas que hay para forjar un lugar mejor”, reflexiona.

En este sentido, Toris, quien realiza una estancia posdoctoral en el Centro de Investigaciones en Arquitectura, Urbanismo y Paisaje (CIAUP), de la Facultad de Arquitectura de la UNAM, explica que cualquier modificación al espacio público debería ser avalada por la gente, no solo por las autoridades, esto porque cada región tiene características especiales.

“Lo deseable sería aplicar el diseño participativo, es decir, promover que cualquier tipo de intervención, no sea solamente un diálogo o una negociación, sino que las y los habitantes formen parte activa de la constitución de los proyectos de transformación e, incluso, que se le dé el presupuesto a la población”, asevera.

Además, sería pertinente, con la colaboración de un equipo multidisciplinario, presentar planes de crecimiento económico y fomento al empleo para apoyar a quienes viven en la zona que pasará por la peatonalización o cualquier proceso de modificación del espacio público.

Para el experto, otras cuestiones a revisar son el impacto a edificios, caminos y la colocación de árboles y vegetación, por lo que es primordial que la Administración de la Ciudad de México dé a conocer más detalles sobre este plan.

Sobre este último punto, Semo destaca que, tras el cierre de las vialidades, es primordial que las autoridades retiren parte del asfalto negro que rodea el Zócalo, con el propósito de colocar algunas áreas verdes y sitios para que la gente pueda sentarse como hace décadas, sin temor a que alguna protesta pueda destruirlas.

“Nos devolvieron ese gran espacio (…) El concepto de que no pudiera convivir la manifestación pública con el espacio público es falso. Me doy cuenta de que, salvo casos muy anómalos, las personas no dañan de ninguna manera lo que ahí se encuentra”, rescata.

De igual manera, el experto urge al Gobierno a dejar claras las reglas de cómo se regirá el comercio y qué tipos de permisos otorga, para evitar que la población abandone sus hogares por el incremento del costo de vida.

“La peatonalización del Zócalo era un paso necesario para devolverle a la gente que vive en la Ciudad de México algo de lo mucho que el automóvil le arrebató (…) Estimo que pueda ser un ejemplo de cómo se pueden demoler los argumentos que tanto daño han hecho y acabaron siendo pretextos para entregarle espacios vitales y sagrados de región a los coches. Actualmente, muchas de las ciudades mexicanas claman por la devolución de este espacio”, concluye.