JASSIEL VALDEMAR. EL FINANCIERO
Distintos especialistas señalan que no existe una evidencia científica sólida que respalde la seguridad del consumo de alimentos transgénicos.
La postura de México de reducir gradualmente las importaciones de maíz transgénico y eliminar el uso del glifosato fue bien recibida por expertos e investigadores estadounidenses quienes aseguran que no existe evidencia científica sólida que garantice la seguridad de la salud y advierten daños al maíz nativo.
Timothy A. Wise, asesor sénior en el Instituto de Política Agrícola y Comercial de Estados Unidos, aseguró que muchos científicos discrepan sobre la regulación del gobierno estadounidense de los productos genéticamente modificados, argumentando que la incertidumbre científica justifica las restricciones cautelares de México porque las pruebas de daños no se han tomado en serio.
“Una declaración de 2015 firmada por más de 300 científicos insistía en que no hay consenso científico sobre la seguridad de los transgénicos. La escasez y la naturaleza contradictoria de las pruebas científicas publicadas hasta la fecha impiden hacer afirmaciones concluyentes sobre la seguridad, o la falta de seguridad, de los transgénicos”, indicó.
Wise, quien también es investigador sénior en el Instituto de Medio Ambiente y Desarrollo Global de la Universidad de Tufts, comentó que existen al menos 26 estudios que demuestran efectos adversos o incertidumbres de los transgénicos alimentados con animales.
“No hay nada en la sección de Biotecnología Agrícola del T-MEC que obligue a un país a aprobar un cultivo transgénico aprobado en otro país. Tampoco obliga a los tres países a aceptar las evaluaciones científicas ni los cálculos de riesgo de otros países”, señaló.
Grandes empresas de EU están detrás de conflicto con México
Jim Goodman, especialista en Ciencias Animales por la Universidad de Wisconsin-Platteville, señaló que la disputa de Estados Unidos con México solo busca beneficiar a las grandes empresas de semillas y productos químicos, pues la verdadera preocupación no radica en una posible caída de los ingresos agrícolas de Estados Unidos, sino más bien en una reducción de los beneficios empresariales.
Indicó que los productores de maíz estadounidenses pueden cultivar el maíz no transgénico que México querría comprar y se les pagaría una prima por hacerlo. Pero el poder de las corporaciones de semillas y pesticidas, las multinacionales de cereales y los grupos comerciales de la industria dificultan el cultivo y la comercialización de maíz no transgénico.
Goodman acusó que el dinero de las empresas siempre ha corrompido el proceso político para crear leyes y acuerdos comerciales que protejan los beneficios empresariales a expensas no solo de los ciudadanos estadounidenses, sino de los ciudadanos de todo el mundo.
“México tiene todo el derecho bajo el T-MEC de rechazar el maíz transgénico de Estados Unidos”, opinó.