(JORGE ZEPEDA PATTERSON. MILENIO DIARIO)
Internet y banca para todos. En el balance de lo realizado en el sexenio habrá de todo, porque hay argumentos para confirmar a cada cual el juicio que le merezca el gobierno de la cuarta transformación. No podía ser de otra manera en una gestión que ha intentado cambios profundos, unos con mayor acierto que otros. En este inventario de claroscuros me parece que hay dos proyectos de los que se habla poco pero que, a mi juicio, ilustran la versión más digna de un movimiento que pretende hacer algo por los desposeídos. Uno es la de asegurar internet para todos y la otra es la construcción de bancos del bienestar a lo largo de todo el territorio.
Ciertamente el avance ha sido más lento de lo que la agenda original planteaba, debido a los muchos contratiempos y obstáculos. Pero al final del quinto año de gobierno la brecha digital y bancaria ha comenzado a subsanarse. Y es que pese a la publicidad que presume lo contrario, no todo el territorio es territorio Telcel, como todos hemos podido constatar en cuanto salimos a carretera. Millones de mexicanos no solo carecían de acceso al sistema bancario o de telecomunicaciones, jamás iban a tenerlo porque su dispersión no ofrecía los mínimos de rentabilidad para que los operadores digitales o bancarios invirtieran en la infraestructura para atenderlos. El impacto que ello representa en términos de oportunidades desiguales es más que obvio. La brecha digital impone contrastes incluso entre los mexicanos más pobres. Hoy en día la posibilidad de participar, educarse, crecer profesionalmente y prosperar pasa por la incorporación al sistema bancario y a la red telefónica y digital. Tener acceso o no tenerlo de manera crónica implica rezagos abismales.
Responder a este problema remite al típico caso en el que el Estado está obligado a llenar los huecos que deja la lógica de mercado. La CFE está extendiendo el internet a todos, como antes lo hizo en materia eléctrica. Este mes la red digital alcanza ya a 94.7% de los mexicanos gracias a la inclusión de 16 mil localidades adicionales. Se dice rápido, pero el esfuerzo ha sido descomunal. Se ha conseguido mediante la construcción, en tiempo récord, de 10 mil torres que extienden la fibra óptica como un gran esqueleto a lo largo del territorio (y faltan aún 2,600); a partir de allí la señal se disemina mediante torres reproductoras y a través de cobertura satelital, contratada con proveedores internacionales. Una cruzada inmensa para alcanzar a los que menos tienen.
El montaje de todo este sistema ha abierto la posibilidad de añadir un objetivo adicional. La enorme red no solo permitirá llevar internet a donde no lo había, también posibilitará entregarlo con mejor calidad y más barato a quienes teniéndolo apenas podían permitírselo. Además de 88 mil puntos con internet gratuito en lugares públicos, la CFE ha comenzado a comercializar paquetes de cobertura hasta de 20 gigas con tarifas que representan un tercio de los precios de mercado. El tema es importante porque en muchas zonas urbanas pobres el alto costo del servicio condenaba al analfabetismo digital a millones de mexicanos. Tenían acceso físico a la cobertura, pero en la práctica carecían de acceso económico a la misma.
Con el sistema bancario sucede otro tanto. Alrededor de un tercio de los mexicanos adultos nunca ha tenido una cuenta. Una porción importante de ellos por carecer de una oficina bancaria cercana. En 2018 cerca de 600 cabeceras municipales y miles de localidades carecían de algún tipo de establecimiento financiero, ya no digamos un cajero automático. Las razones son las mismas que explican la brecha digital: no hay lógicas de rentabilidad para que las empresas comerciales hagan la inversión necesaria.
El gobierno de la 4T busca reducir el déficit de bancarización de la población mexicana mediante la construcción de 2,749 sucursales por parte de los ingenieros militares, de las cuales ya funcionan más de 2 mil. Para muchos habitantes será la primera relación personal con el sistema financiero, y para muchos otros, que la tenían de manera ocasional, comenzará a ser una práctica regular.
No puede exagerarse el efecto combinado de lo que representa una tarjeta bancaria y el acceso en línea a la web. La posibilidad de hacer llamadas o videollamadas desde su lugar de residencia, por más aislada que sea, en lugar de desplazarse dificultosamente en zonas de comunicaciones precarias; hacer transacciones digitales, consultas comerciales, acceder a tutoriales, tomar cursos, convertirse en miembros activos y plenos de la sociedad en su conjunto.
Más allá de las controversias políticas o las críticas que puedan hacerse a las insuficiencias del gobierno, me parece que estos dos proyectos reflejan la mejor y más noble de sus versiones. Hacer patria pasa justamente por integrar a los habitantes, potenciar ciudadanía, eliminar accesos diferenciados a los factores esenciales para participar y prosperar. Los derechos ciudadanos son letra muerta si simplemente contemplan aspectos formales. No hay posibilidad real de ser un ciudadano con plenas posibilidades sin acceso bancario y digital. De otra manera las personas son rehenes de la manipulación y la intermediación para efectos de transferencias, consumos, ahorro, préstamos y endeudamientos.
Además de un imperativo moral que había que afrontar, se trata de iniciativas que favorecen a todos porque amplían el mercado interno de manera objetiva. Nos hace más y mejores como sociedad. Nos permite aquilatar la importancia de instituciones del Estado que están allí para servir a todos y no solo a la clase política en turno.
Moisés Butze