BRAULIO PERALTA. LA LETRA DESOBEDIENTE. MILENIO DIARIO
Es cierto. Tanto, que el Museo Universitario del Chopo —que fue el primer foro en abrir actividades culturales elegebeteras— y la UNAM se cubrían de gloria gracias a la decisión de su directora, la poeta Elva Macías, desde los 80. Hoy es un museo que pareciera que se avergüenza de aquello y su semana cultural diversa en el mes del orgullo gay la esconde en sus programas burocráticos. En cambio la Galería José María Velasco, bajo la dirección de Alfredo Matus, se ha convertido en un centro cultural donde lo LGBTTTQ se exhibe sin inhibición alguna, sean fotografías descarnadas, lúbricas de Eriko Stark o presentación de libros del gran Antonio Marquet o el enorme Fernando Yacamán.
O mejor dicho: no estamos de moda. Más bien se abrieron los centros culturales oficiales después del esfuerzo de los movimientos de activistas sexodiversos que exigieron derechos iguales, sin distinción de raza, clase social o sexo. No llega aún la marcha LGBTTTQ y las manifestaciones culturales están abiertas al público. No va el que no quiere. El Estanquillo con Smarth, el MAM con su recuento histórico de la pintura y fotografía o el Centro de la Imagen con Positivo Negativo son una expresión de una cultura gay que nadie debería perderse.