MARIANA BEERMUDEZ. LA JORNADA
El pasado 24 de junio, se llevó a cabo la marcha conmemorativa sobre el Día Internacional del Orgullo LGBTIQ+, celebración mundial que ha cobrado fuerza social y rescatado su sentido político durante los últimos años en la Ciudad de México. Es importante recordar que esta fecha es conmemoración de las luchas que iniciaron personas de la comunidad LGBTIQ+ en la década de los 50 contra grupos, movimientos y personas que violentaban sus derechos humanos y su integridad personal por cuestiones de orientación sexual, identificación y expresión de género distintas a las socialmente aceptadas.
A más de 70 años de la visibilización de las violencias y discriminación ejercidas hacia la comunidad LGBTIQ+, pareciera que la historia no ha cambiado. Si bien se ha avanzado en el reconocimiento de sus derechos humanos, aún no se ha podido transformar socialmente, pues continuamos replicando violencias desde la emisión de discursos de discriminación hasta la negación de su vida y dignidad a través de los crímenes de odio, arrebatando sueños y vidas a miles de personas alrededor del mundo. Este año en la marcha del Orgullo de la Ciudad de México, se conformó el primer contingente de familiares de personas LGBTIQ+ desaparecidas, acompañado por organizaciones de sociedad civil, organismos internacionales y personas defensoras de derechos humanos quienes manifestaron las negligencias del Estado para reconocerles dentro de las miles y miles de desapariciones existentes en México e incorporar acciones diferenciadas para su búsqueda.
Si bien la crisis humanitaria que se vive en el país en torno a las desapariciones ha sobrepasado al gobierno mexicano, no es excusa para invisibilizar las vidas e historias de las personas de la diversidad sexual desaparecidas. Ya que si el Estado no los reconoce, ¿cómo puede garantizar el acceso a la justicia? Y, ¿cómo trasciende del discurso incluyente y diverso a la praxis de reconocimiento y protección hacia la comunidad LGBTIQ+? Es necesario reflexionar que el reconocimiento y la integración de las personas de la comunidad LGBTIQ+ va más allá de sólo usar un lenguaje incluyente, invitarlos a espacios de participación para cubrir una representatividad
o hacer actividades sobre sus derechos en junio.
Integrarlos implica incorporar sus problemáticas en las políticas públicas, tener una representatividad en cada espacio de participación ciudadana, garantizar condiciones libres de violencias y discriminación hacia la comunidad de la diversidad sexual, así como transversalizar la perspectiva de género en su sentido más amplio dentro de las instituciones.
Aunque el gobierno mexicano celebre con actos y fiestas, aún falta mucho por hacer para lograr el reconocimiento de las personas de la diversidad sexual. Es por ello que recordar y nombrar es político, por lo que no se debe olvidar este carácter dentro de las conmemoraciones y marchas diversas, porque no es un desfile ni fiesta, sino una marcha política y de protesta. Por tanto, es necesario que el Estado cumpla con sus obligaciones en materia de derechos humanos a través del reconocimiento de las personas y grupos en situación de vulnerabilidad, como son las personas LGBTIQ+.
En cuanto al tema de desaparición, se debe incorporar el enfoque interseccional y diferenciado para generar estadísticas certeras que permitan conocer a quienes se busca sin invisibilizar su orientación sexual, identificación y expresión de género, pues quizás esa sea la clave para su localización. Como sociedad habrá que continuar construyendo y promoviendo una cultura de la no discriminación y libre de violencias para prevenir y combatir la estigmatización social e institucional hacia la comunidad LGBTIQ+ perpetuada a través de discursos y prácticas discriminatorias basadas en estereotipos y prejuicios de género.
Recordarnos que la diversidad no es sinónimo de rechazo y exclusión, sino de pluralidad y fortaleza para avanzar hacia mundos de dignidad. Y como sociedad civil organizada, recordarle al gobierno que no hay vidas ni derechos que valen más ni que valen menos, todas deben tener el mismo valor y reconocimiento. Que la tolerancia, el respeto, el amor y las diferencias nos muevan personal y colectivamente, desde exigir nuestros derechos hasta buscar justicia para nuestras personas LGBTIQ+ desaparecidas, y así, transformar nuestras realidades a mundos diversos de reconocimiento y dignidad.
* Coordinadora del Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Vitoria, OP, AC