El complicado mundo de la migración, la economía y su gobernanza

(CLEMENTE RUIZ DURÁN. EL FINANCIEROI)

En las últimas semanas se han recrudecido los conflictos migratorios en la frontera sur de México, en donde se han entremezclado los factores tradicionales de la migración con la aparición de los cárteles de la droga, que buscan garantizar su predominio en la región. A este añejo problema se ha venido a sumar el aumento de la migración provocada por el cambio climático, ya que en amplias zonas de la economía mundial la súbita agudización de temperaturas extremas ha recrudecido la migración obligando a que millones de personas vean como única salida para la subsistencia la salida de sus lugares de origen. Ante este creciente influjo de migrantes, el gobierno, en vez de hacer un amplio planteamiento sobre la situación, ha buscado resolver la situación ampliando las fuerzas de seguridad en la frontera sur sin entender que este proceso ha escalado y ha convertido a la región en una zona sumamente explosiva, poniendo en riesgo la estabilidad y los proyectos que se construyen en el sureste.

A lo anterior se suma el hecho de que la migración se ha convertido en Estados Unidos en un tema electoral, en donde los contendientes del partido republicano han querido mostrar su peor cara, tomando acciones en contra de la migración, como ha sido el caso del gobernador de Texas con las boyas en el Río Bravo, y propuestas antimigrantes por el gobernador de Florida. Dijéramos que es el encuentro con el peor de los mundos, convirtiendo al país en un lugar de dos caras: por un lado, no logramos generar suficientes empleos en el país, y esto obliga a los connacionales a migrar hacia Estados Unidos, en donde no existen reglas que les aseguren su entrada y que, en caso de lograrlo, ante el proceso electoral, lo más probable es que consigan trabajos precarios.

Como menciona Rodrigo Autric: “ahora que hemos llegado al ecuador del progreso de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), es necesario hacer frente a la brecha migratoria de la Agenda 2030, y que así la migración sea gobernada globalmente y no gestionada como un problema que debamos limitar. Un nuevo discurso y marco de referencia migratorio debe asegurar el impacto positivo de la migración, avanzando así́ en el éxito interconectado de la Agenda 2030 y la transformación hacia un nuevo contrato social”.

De aceptar esta propuesta requeriríamos que los gobiernos de la región establecieran metas de migración y sobre todo reglas para ordenar la forma cómo se debe realizar la migración y con ello evitar que sean el mercado configurado por fuerzas de lo más diverso, sean los que definan la manera cómo este proceso se lleva a cabo. México debería solicitar a Estados Unidos una mesa de diálogo al respecto, para reducir los incidentes negativos que se están dando en la frontera norte de nuestro país.

Es momento de que México tome la iniciativa y se siente a la mesa con los presidentes de Centroamérica para llegar a acuerdos para que los procesos sean menos conflictivos y no dejar a los cárteles de la droga que sean los que definan las reglas del funcionamiento de este mercado. Esto debería ser una propuesta que surgiera de la Cancillería y de la Secretaría de Gobernación para evitar que los procesos se sigan complicando como ha sucedido en las últimas semanas. No es sólo cuestión de orden, sino que debe pensarse como un mecanismo de diálogo que reduzca la tensión en la región.

Es necesario recordar que en el marco de los ODS se reconoce la migración como motor del desarrollo. Se afirma que “los objetivos y metas se cumplirán para todas las naciones y pueblos y segmentos de la sociedad” y también que los más vulnerables —las mujeres y los menores migrantes— están menos protegidos. Aun así, este alcance y discurso son limitados e infrarrepresentan la naturaleza compleja y multidimensional de la migración.

No es una cuestión que se pueda dejar al mercado resolverlo, se requiere de una iniciativa de diálogo que reduzca las tensiones migratorias y la situación de conflicto que prevalece en el sureste del país, no se puede pensar en poner en marcha los megaproyectos de la administración sin considerar un acuerdo migratorio y la pacificación de la región. Es un problema de gobernanza, la cual sólo se puede pensar en resolver por medio del diálogo y la construcción de un nuevo marco institucional, la región lleva en conflicto desde finales del siglo pasado y no se han sentado las bases para un desarrollo ordenado que permita crear una zona de prosperidad.