El no discurso de toma de posesión de la presidenta Claudia Sheinbaum hizo una larga enumeración de obras y acciones que habrán de llevarse a cabo durante la administración 2024-2030. Trenes de pasajeros, energías limpias, infraestructura, acciones a favor de las niñas y los niños, entre lo más destacable.
Sin embargo, en su mensaje no hay ejes estratégicos que articulen o que sinteticen una visión de país. No hubo el desarrollo de argumentos para comunicar a la Nación cómo hará para materializar en enorme y complejo mandato del artículo 1º de la Constitución, el cual vertebra a todas las coordenadas de nuestro Estado Social de Derecho y, en resumen, al paradigma que ordena y da sentido a nuestra democracia. Y esto es fundamental porque si se hace caso a la “Protesta del cargo” que hace quien ocupa la titularidad del Ejecutivo Federal, eso precisamente lo que se juramenta: cumplir y hacer cumplir a la Carta Magna.
No queda claro entonces, por ejemplo, cuál es el eje estratégico para cumplir con el mandato del artículo 4º constitucional en materia del derecho humano al medio ambiente. Porque si la propuesta es continuar con el esquema vigente, que mencionó en su discurso, los estándares de exigencia en lo que respecta a ese derecho quedarían extremadamente lejos.
En materia de niñas, niños y adolescentes, pareciera que quienes contribuyeron al diseño del discurso presidencial, no se enteraron que el 19 de septiembre pasado el Comité del Niño de la Oficina del Alto Comisionado de los Derechos Humanos, presentó las observaciones a los informes periódicos presentados por el Estado Mexicano. Quién lea ese documento podrá verificar que la propuesta de más becas es totalmente ajena a las preocupaciones y recomendaciones de ese Comité.
Por otro lado, la presidenta ofreció un crecimiento económico promedio anual de al menos el 2.5% del PIB. Y ahí es donde el discurso presentado encuentra sus propios límites, porque, en primer lugar, la tasa de crecimiento ofrecida es similar a la que se consiguió en el “periodo neoliberal”, del cual se desmarcó y al cual criticó severamente tanto en su campaña como después de ser presidenta electa. Podría decirse que es responsable no prometer lo que no puede cumplirse, pero entonces la cuestión es, más allá de la retórica, cuál es la diferencia entre el presente y el pasado en esa materia.
La presidenta ofreció además seguir elevando los niveles salariales del país. Pero no queda claro cómo se va a lograr eso sin crecer más, y además hacerlo, como también lo dijo, con criterios de sostenibilidad ambiental. En realidad, ese segmento del mensaje revela las restricciones presupuestales y las presiones financieras que enfrenta su gobierno, el cual debe, en el corto plazo, cerrar el año fiscal en curso, en el que la mal entendida “austeridad” ya es palpable en todas las dependencias gubernamentales; y en segundo lugar, lograr el diseño de un Presupuesto de Egresos de la Federación 2025 que realmente pudiera romper con la inercia y lógica de los últimos seis años, lo cual, por lo presentado en los pre criterios de política económica, se antoja poco menos que imposible.
La presidenta enfrenta un recrudecimiento de la violencia criminal, que se expresa en el incremento en el número de homicidios dolosos en todo el país, lo cual fue, a regañadientes, reconocido por el presidente saliente. Eso querría decir, que algo se modificó y que la tan celebrada estrategia de los “abrazos” está dejando de funcionar, al menos temporalmente, lo cual debería alertar seriamente a la presidenta y su equipo de seguridad.
Estás reflexiones llevan inevitablemente a la pregunta de cuál es el diagnóstico de país le entregó el ex presidente López Obrador a la presidenta Sheinbaum y su equipo de trabajo. Porque una cosa es el decorado que se hace para el púbico a través del poderoso aparato de propaganda del régimen, y una situación muy distinta es la que se observa a través de los indicadores de, por ejemplo, el Sexto Informe de Gobierno del Ejecutivo Federal.
Decían las abuelas que “intención más dinero es verdad”; a lo que habría que añadir, además, una estrategia pertinente, porque si algo le ha hecho falta a este país, tanto en los gobiernos neoliberales como lo que está en marcha desde el 2018, han sido adecuados procesos de planeación, programación y presupuestación, elementos básicos considerados incluso por los sistemas de planificación socialista, y que en nuestro caso no pasan de ser meros ejercicios documentales para cumplir apenas formalmente un mandato jurídico.
Uno de los pendientes respecto del gobierno de López Obrador se encuentra en una evaluación integral, sin los apasionamientos y contexto polarizado en que nos encontramos. Y ellos podrá realizarse o no en los siguientes dos años. Esto, en función de cómo se comporten los índices de popularidad de la presidenta Sheinbaum, porque el recurso de culpar al pasado está cada vez más desgastado y AMLO es ya también parte de ese pasado.
De tal forma que, si el estado de cosas del país es más próximo a la retórica oficial, el desempeño del gobierno podría dar los resultados necesarios para mantener alta la popularidad presidencial. En cambio, si las cosas se asemejan más a lo que numerosas personas hemos tratado de evidenciar, entonces habrá necesidad de justificar la parálisis o los malos resultados, con base en diagnósticos objetivos.
Por lo pronto, en el diseño del PEF 2025 se podrá ver hasta dónde a las intenciones manifiestas de la Presidenta se puede o no, asignar recursos. Solo entonces podremos tener mayor claridad de hacía dónde quiere y puede llevar al país.
Investigador del PUED-UNAM