El fracaso de la autosuficiencia alimentaria 

(ANA DE ITA. LA JORNADA)

El Plan Nacional de Desarrollo del presidente López Obrador se propuso reducir las importaciones de maíz a la mitad como meta para avanzar en la autosuficiencia alimentaria. En sentido contrario y con los datos oficiales, se espera un aumento récord de las importaciones y una disminución también récord de la producción.

En 2018, el año de mayores importaciones de maíz del gobierno de Peña Nieto, éstas sumaron 17 millones de toneladas. Para 2023 las importaciones del grano alcanzaron 19.6 millones de toneladas y se espera que aumenten este año, para cerrar en 22.7 millones de toneladas. La producción de maíz por su parte mostró entre 2018 y 2023 un reducido aumento de 380 mil toneladas, pero para 2024 se espera una fuerte caída que la coloque en 25.1 millones de toneladas (bit.ly/4bxZC3u).

La propuesta de autosuficiencia alimentaria en un mercado abierto como el mexicano y con un T-MEC que impide cualquier obstáculo a las importaciones de Estados Unidos y Canadá deja como única posibilidad aumentar la producción y los subsidios de tal forma que el maíz nacional pueda cubrir las necesidades de la población a un menor costo que el extranjero. Si esto no ocurre, las importaciones inundarán el mercado interno independientemente de que exista producción mexicana.

En el mercado abierto asegurado por los tratados comerciales, el gobierno no puede establecer aranceles o barreras no arancelarias a las importaciones de otro país integrante. Así, las empresas pueden comprar el maíz donde mejor les convenga. La medida son los precios internacionales y las promociones ofrecidas por los gobiernos extranjeros como subsidios a la exportación, créditos blandos, tiempos de entrega, costos de transporte y un largo etcétera.

Los agricultores de México tienen que colocar sus cosechas a los mismos precios que los agricultores de Estados Unidos y Canadá, además de competir con los subsidios que estos agricultores reciben por parte de sus gobiernos, ya sea de forma directa o a través de sus sistemas de producción y comercialización. De ahí que los movimientos rurales hayan demandado una política espejo que equilibre las abismales diferencias entre los productores de Norteamérica.

La autosuficiencia en maíz blanco existe desde 1993, cuando se convirtió en un cultivo refugio para los productores desplazados de la siembra de sorgo, soya, trigo, arroz, que habían sufrido una apertura comercial temprana en la negociación del TLCAN.

Las importaciones de maíz crecieron a partir de 1996, cuando las fábricas de pollos, puercos y reses que requerían maíz amarillo como insumo se establecieron en México, y también las principales transnacionales de alimentos industrializados. En su beneficio, los aranceles cupo a los que tenían derecho los maíceros mexicanos nunca se cobraron y el periodo de tránsito se devaneció. Para 2008, fecha de la total apertura comercial, las importaciones de maíz ascendían a 9.1 millones de toneladas. La siguiente década las importaciones alcanzaron 17 millones de toneladas y el presidente López Obrador se propuso reducirlas en al menos 8.5 millones de toneladas.

En México, la propuesta de autosuficiencia alimentaria del gobierno, en lugar de ir acompañada por una política de fomento, estuvo sometida a la política de austeridad que redujo el presupuesto real. Desaparecieron los mecanismos de financiamiento y los sistemas de comercialización dejaron a los agricultores comerciales compitiendo en el mercado abierto sin ningún apoyo.

Bajo el argumento de únicamente apoyar a los campesinos pequeños y medianos, sin que existiera una definición precisa de estos segmentos, la agricultura comercial de pequeña y mediana escala fue abandonada a su suerte y satanizada como agricultura de élite, por la única razón de no ser agricultura para la subsistencia. Pero es esta agricultura la que abastece de maíz blanco no transgénico a las ciudades.

Los resultados de producción de maíz entre 2018 y 2023 muestran el fracaso de los programas impulsados. La superficie sembrada del ciclo primavera verano, principalmente de temporal, la más apoyada, mostró una reducción de 450 mil hectáreas, mientras la superficie de otoño-invierno, principalmente de riego, con pocos o nulos apoyos, aumentó en 30 mil hectáreas. La cosecha de primavera verano se redujo en 650 mil toneladas, en tanto la de otoño invierno aumentó en más de un millón de toneladas.

Transformar los subsidios agrícolas, que deberían ser productivos, en subsidios asistenciales para la reducción de la pobreza puede debilitar la producción de alimentos, aumentar la dependencia del exterior y encarecer sus precios.

Directora del Centro de Estudios para el Cambio en el Campo Mexicano