El Frente Amplio opositor

JORGE FERNÁNDEZ MENÉNDEZ. RAZONES. EXCÉLSIOR

Y al final, la oposición nucleada en Va por México ha logrado tener un mecanismo para elegir candidato o candidata a la elección presidencial que aparecerá, por lo pronto, como líder o lideresa, del Frente Amplio por México. Y lo ha hecho resistiendo las presiones, internas y externas, para romper sus acuerdos y abriéndose, no tanto como sería deseable, pero más de lo que sus dirigentes querían, a distintas opciones. Lo que viene demanda un enorme esfuerzo organizativo que no será fácil de realizar, pero puede tener resultados interesantes.

Lo mismo que en Morena, el verdadero desafío es terminar el proceso manteniendo la unidad. No será fácil. En la oposición hay tantos o más protagonismos que en el oficialismo, con la diferencia de que no hay un personaje que unifique, oriente e incluso cohesione, como es el caso del presidente López Obrador en Morena.

El método elegido tiene sus cosas, pero en principio es incluso más abierto que el de Morena. El registro será entre el 3 y 4 de julio, los aspirantes deberán reunir 150 mil firmas para registrarse. Es el mayor cuestionamiento que ha tenido el método, porque es complejo juntar tantas firmas con credencial de elector, verificadas, e indirectamente privilegia a las estructuras partidarias que, evidentemente, están en mejores condiciones de reunirlas.

Pero también es verdad que un candidato o candidata por mejor que parezca en los papeles, que no puede contar con una red política mínima para su operación, difícilmente logrará trascender en éste o en cualquier otro proceso. Todos los que hayan respaldado con su firma a algún candidato, quede o no en la contienda final, irán a un padrón del Frente que se usará en la elección interna final.

Habrá en este sentido una fuerte depuración. Son demasiados los que alguna vez dijeron o fueron propuestos como aspirantes de la oposición para el 2024, me imagino que difícilmente podrán quedar más de seis o siete, si se cumple con los requisitos impuestos. Éstos tendrán a su disposición un foro de debates para sentar sus posiciones y luego irán a una encuesta nacional que se levantará el 11 de agosto, de donde saldrán tres finalistas, que serán dados a conocer el 16 de agosto. Entre los tres, tendrán cinco foros de debates en cada una de las cinco circunscripciones. El 3 de septiembre habrá una elección interna con todos los que se hayan inscrito en ese padrón y, al mismo tiempo, se levantará una encuesta nacional. Los resultados cruzados de ambas permitirán, para esa fecha, tres días antes de que anuncie Morena el suyo, tener el nombre del candidato o candidata.

El método me parece mejor que el de Morena por una sencilla razón: existirá debate entre los aspirantes, podremos saber qué piensan, qué quieren, qué proponen. En Morena, el debate, que sería interesante y útil, no está permitido entre sus llamadas corcholatas, ni tampoco la confrontación con sus propios contendientes. Esa lucha existe, pero se da por debajo de la mesa y por otras vías. Incluso, existe la imposición de que ninguno estaría dispuesto a contravenir si simplemente hubiera sido tácita, de que no se puede ir en contra de los postulados o políticas de la 4T.

Me parece que, en ese sentido, el esquema de selección opositor puede ser más abierto y atractivo, si consideramos que tendrá más intención mediática. E indirectamente debería obligar a los aspirantes de Morena, ya veremos si asumen ese riesgo, a dar una suerte de vuelta de tuerca en sus campañas, lo que podría hacerlas más interesantes. Finalmente, eligieron un buen nombre: el Frente Amplio, incluso con sus connotaciones históricas, mucho tiene en esto que ver el ejemplo de Uruguay, dice mucho más que Va por México.

Nombres hay demasiados. Habrá que ver quiénes se descartan desde ahora, quiénes pueden cumplir los requisitos y quiénes terminarán fuera el 11 de agosto, luego de la primera encuesta. Insisto en un punto: si se quiere que la alianza funcione como tal debe tener el menor protagonismo posible de los dirigentes de los partidos, ninguno de ellos, ni Marko Cortés ni Jesús Zambrano ni, mucho menos, Alejandro Moreno, son populares. Y los aspirantes tendrán que tener el menor perfil partidista (es casi imposible que los principales no tengan una historia partidaria detrás, pero será muy importante que su peso personal sea mayor que cualquier bandera partidaria).

Que no es una mala salida lo demostró la mañanera de ayer, en la que el presidente López Obrador le dedicó mucho más tiempo a la oposición que a sus potenciales sucesores en Morena (en realidad, por primera vez, ni siquiera habló de ello), descalificó el procedimiento opositor, dijo que era una farsa y una faramalla, que sólo decidiría Claudio X. González, y que él en unos días nos diría quién sería el candidato (si el CNI no se equivoca).

Si el Presidente, interviniendo todos los días en el proceso de Morena, e incluso dirigiéndolo abiertamente, está violando normas políticas e incluso legales, al hacerlo con el de la oposición rompe incluso con los más elementales preceptos de ética política con los opositores. Lo único que falta es que quiera decidir contra quién se tiene que enfrentar la candidatura oficialista.

Por cierto, el que quedará muy mal en todo este proceso es Movimiento Ciudadano, con su decisión de ir solo y decidir hasta diciembre sus candidaturas. No sólo su posición se entiende como una suerte de concesión a Morena, sino también corre el riesgo de quedar fuera de cualquier competencia, teniendo dos cartas tan poderosas para negociar como Jalisco y Nuevo León. La pregunta es si esas cartas realmente son del partido o tienen otros dueños.