(GABRIEL CASILLAS. EL FINANCIERO)
A inicios de este mes escribí sobre el “superpeso” (“De nuevo el superpeso”), debido a que el tipo de cambio había vuelto a cruzar los 17.00 pesos por dólar a la baja. La semana pasada se observó el tipo de cambio ‘fix’ –que calcula el Banco de México con base en cotizaciones en firme–, más bajo desde diciembre de 2015 en 16.5323 pesos por dólar. ¿Debemos llamarle ahora el “hiperpeso”? ¿Qué factores explican su fortaleza? La política monetaria del Banco de la Reserva Federal de los Estados Unidos (Fed) es siempre clave en la dinámica del tipo de cambio de casi todos los pares de divisas, en particular el peso-dólar. No obstante lo anterior, si bien ha habido cambios en las expectativas y los mercados han reaccionado en las últimas semanas, el Fed continúa señalando tres recortes de 25 puntos base (0.25 puntos porcentuales) este año, por lo que veamos los otros factores. Como he comentado en ocasiones anteriores, considero que la fortaleza del peso se explica por seis pilares: (1) Un universo de inversión reducido en mercados emergentes; (2) Banco de México; (3) finanzas públicas de nuestro país en mucho mejor estado que en el resto de emergentes, a pesar del incremento significativo del déficit aprobado para este año; (4) déficit de cuenta corriente de nuestro país pequeño y bien financiado; (5) relocalización o nearshoring; y (6) estabilidad política y social de México, sobre todo relativa a nuestros países vecinos de Latinoamérica. Entonces ¿Qué ha cambiado en estos días que provocaron la baja en el tipo de cambio?
De los seis pilares, veo cambios importantes en los pilares (2) y (3). Por un lado, veo que los participantes de los mercados pueden percibir un deterioro de las finanzas públicas con la presentación del documento de Pre-Criterios Generales de Política Económica 2025 (PCGPE). Esto no debería fortalecer al peso, sino al contrario. Por otro lado, si bien la Junta de Gobierno del Banco de México decidió recortar la tasa de referencia en 25pb la semana antepasada –que también podría no necesariamente apoyar un fortalecimiento del peso–, el tono del comunicado fue restrictivo (‘hawkish’), sobre todo por el voto disidente de la subgobernadora Irene Espinosa y que la guía futura fue ‘dependiente de los datos’, que no necesariamente implica un ciclo de baja de tasas en cada reunión de política monetaria (“Banxico bajó tasas. ¿Qué sigue?”, 26 de marzo).
Si bien los participantes de los mercados no han tenido tiempo suficiente para reaccionar al documento de PCGPE –porque se publicó el miércoles pasado y se atravesó el fin de semana largo de Semana Santa–, considero que lo que hoy está pesando más en el porqué de la renovada fortaleza del tipo de cambio es el alto grado de restricción monetaria de Banxico, a pesar del recorte reciente. El peso está reaccionando a una tasa real ex-ante –i.e. tasa nominal ‘menos’ las expectativas de inflación a 12 meses–, por arriba de 7.0 por ciento. Un nivel muy alto inclusive para el nivel que el propio Banxico considera como un neutral entre 1.8 y 3.4 por ciento. Debido al gran avance de la inflación a la baja, así como de las expectativas, considero que estuvo muy bien que Banxico haya iniciado un ciclo de recorte de tasas de interés y creo que debe de seguir este mismo camino en cada reunión.
Por el lado fiscal, en el documento PCGPE que entregó la Secretaría de Hacienda y Crédito Público al Congreso la semana pasada, el gobierno no solo sugiere una guía macroeconómica para el presupuesto 2025, sino que actualiza sus estimaciones para el déficit y la deuda para 2024. Si bien normalmente el enfoque se centra en esa guía prospectiva del año fiscal siguiente (e.g. crecimiento del PIB, tipo de cambio, precio del petróleo), en esta ocasión sorprendió el incremento del déficit para 2024 de 5.4 a 5.9 por ciento del PIB, que a su vez resulta en un incremento de la deuda de 48.8 a 50.2 por ciento del PIB (tanto para el déficit, como para la deuda estoy utilizando las medidas más amplias, que incluyen a Pemex y a CFE). En lo particular, he defendido el déficit de 5.4 por ciento, a pesar de ser el más alto en lo que va del siglo (“Presupuesto 2024: Realista, responsable y revelador”, 12 de septiembre, 2023). Sobre todo, por haber estado fundamentado en supuestos realistas, continuar con la responsabilidad fiscal con un nivel de deuda menor al que se había sugerido en PCGPE 2024 (48.8 en lugar de 49.9 por ciento del PIB) y revelador porque se incluyó una partida en el presupuesto para apoyar a Pemex.
Dos aspectos importantes en este sentido. Por un lado y para ligarlo con las altas tasas de Banxico, el gobierno ahora estima un déficit de casi 6.0 por ciento del PIB para este año, en lugar de 5.4, debido a que va a tener que emitir un mayor número de bonos para poder financiar el mismo déficit. Cabe señalar que no es un deterioro fiscal, sino mayores necesidades de financiamiento, debido a las altas tasas. Por otro lado, un aspecto rescatable, es que con la reforma que el Congreso acaba de aprobar hace unas semanas para ampliar las fuentes de recursos del Fondo de Estabilización de Ingresos Presupuestarios (FEIP), el gasto que no se lleve a cabo este año por el sinnúmero de subejercicios en el que incurre el mismo gobierno -y en años subsecuentes-, podría ser canalizado a aumentar el saldo de este importante fondo de estabilización. Me parece que este puede ser un escenario muy factible que permitiría un inicio fiscalmente más sólido para la siguiente administración. Además, quitando varios gastos como los proyectos de infraestructura insignia del presidente actual, así como la línea en el presupuesto para Pemex -entre otros-, la siguiente administración puede recortar el déficit a 3.0 por ciento en 2025, como lo sugiere PCGPE 2025 (”El malentendido Presupuesto 2024″, 19 de septiembre, 2023).