(FRANCISCO BAÉZ RODRÍGUEZ. CRÓNICA)
Aunque falta más de un año para las elecciones en Estados Unidos, causó cierto revuelo una encuesta del New York Times, que le da a Donald Trump una ventaja en los estados clave (recordemos que la elección en EU es por votos electorales, no por voto popular).
Lo que no tuvo tanta prensa en que la encuesta del NYT también le preguntó a los mismos encuestados por quién votarían si hubiera otros candidatos. El candidato sin nombre del partido demócrata derrotaba ampliamente a Trump; por su parte, el candidato genérico sin nombre del partido republicano también vencía con facilidad a Biden. En ambos partidos, la diferencia fue de 12 puntos a favor del “candidato genérico” respecto a los previsibles nominados.
Más interesante todavía es que, cuando le pusieron el nombre de un político real al “candidato genérico”, se acabó la magia. Al gobernador de Florida, Ron De Santis, le va peor que a Trump, y a Kamala Harris, no mucho mejor que a Biden.
¿Qué significa esto? Que los electores suelen imaginar un “candidato demócrata” o “candidato republicano”, que es una proyección un tanto idealizada. De entrada, al no ser nadie, no ha recibido ataques de sus adversarios. Cualquier humano que llegue a la candidatura quedará corto frente a ese modelo.
En el caso de los vecinos del norte, tanto Trump como Biden son vistos como candidatos débiles de sus respectivos partidos. Uno, por los muchos escándalos y problemas judiciales en los que está metido. El otro, porque tiene un bajo nivel de aprobación presidencial y porque es considerado, sobre todo por los electores jóvenes, como demasiado viejo para reelegirse. Pero son lo que hay y, por el momento, no hay quien les haga sombra en su carrera hacia la candidatura.
Hay que decir que, a un año de la elección, esas encuestas son una no-noticia. Falta un tramo largo por recorrer, tanto para las nominaciones, como para las campañas (y, en el caso de Trump, falta por saber cómo terminarán sus asuntos judiciales). Lo interesante es la ventaja de los candidatos genéricos.
Pasemos ahora a México. Como en Estados Unidos, falta mucho tiempo para las elecciones. Y sólo hay un par de candidatas extraoficiales a la Presidencia. Sin embargo, diferentes encuestadoras han realizado sondeos, tanto a nivel nacional como estatal, mezclando candidatos seguros, candidatos probables, candidatos genéricos e identificaciones partidarias. Es un arroz con mango.
Vale la pena anotar esto por tres razones. Una, porque las únicas encuestas que verdaderamente importan en este momento son las que se refieren a los precandidatos de la coalición que encabeza Morena. Ahí sí están compitiendo nombres reales por una candidatura (que se llama de otra manera, pero eso es). Acotemos que no están compitiendo por el puesto. Dos, porque estamos lejísimos de tener algo parecido a fotografías de las carreras electorales, tanto la nacional como la de las diferentes entidades, al no estar claramente definidos los campos. Tres, porque cuando se comparan peras con manzanas, el resultado no suele ser preciso.
Lo que queda claro, por el momento, es que, en términos del candidato genérico, Morena parte con ventaja. Y tanto esa coalición como la de los partidos que constituyen el Frente Amplio se han dado a la tarea inicial de difundir la imagen de sus respectivas candidatas nacionales. Pero apenas estamos en esa etapa. En las elecciones estatales, ni siquiera allí, porque lo que hay son contiendas internas (mayoritariamente soterradas y con patadas debajo de la mesa, según parece).
Entonces ¿qué nos falta? Nada más y nada menos que el paso de la sustitución paulatina, porque así lo dictan los tiempos, de candidatos genéricos en candidatos de carne y hueso. Habrá algunos que terminen por tener en los electores un efecto similar al de Biden o Trump: que resulten inferiores a las expectativas proyectadas respecto al partido que los lanza. Habrá posiblemente otros en los que suceda lo contrario: que sean capaces de superar esas expectativas y se comporten como el candidato ideal para el partido y la circunstancia. Para eso estarán las campañas.
En conclusión, las únicas encuestas sobre las que es válido asumir algunas conclusiones, son las que se realizan entre los aspirantes de Morena (aunque, quizá, al final, sea el Gran Entrevistado el que dicte el veredicto final). Las otras, a lo más que pueden aspirar -y eso, si no comparan peras con manzanas- es a dar una vaga idea de lo que estará sucediendo cuando arranquen las campañas. Es allí donde veremos si acaso alguien está a la altura del Candidato Genérico, o si hay alguien capaz de rebasarlo.
Vista de un centro de votación en Brooklyn, Nueva York, en una fotografía de archivo EFE