(ISRAEL SÁNCHEZ. REFORMA)
Aunque hace tiempo que la misión Colmena está lista, gestada en el Laboratorio de Instrumentación Espacial (Linx) de la UNAM, diferentes impedimentos han postergado su partida a la Luna.
Se trata de un proyecto de exploración que busca enviar al satélite una serie de microrrobots con el balance óptimo entre ligereza y resistencia como para, primero, soportar el vuelo espacial, y que sean capaces de “sobrevivir” y desplazarse en las condiciones inhóspitas una vez conseguido el alunizaje.
Un hito de exploración lunar al que la UNAM ha apostado.
No obstante, la pandemia de Covid-19 retrasó el desarrollo del lander Peregrine, de la empresa Astrobotic, sobre el cual irán montados los pequeños dispositivos creados como prueba piloto de un ambicioso plan para que México sea protagonista, eventualmente, en el nicho de microrrobótica en aplicaciones espaciales. Y la intención era lanzarlos a mediados de 2021.
Por otro lado, Blue Origin, compañía estadounidense de transporte aeroespacial fundada por Jeff Bezos, no entregó a tiempo los motores a United Launch Alliance (ULA) para el cohete reutilizable Vulcan Centaur, que es el que sacará de este planeta al Peregrine y, junto con él, a Colmena.
Y la lista de inconvenientes no termina ahí.
“Un buen día, nosotros ya teníamos todo desarrollado, inclusive prácticamente construido y validado, y de repente nos hablaron y nos dijeron que cambió el cohete del lanzador”, cuenta en entrevista el físico Gustavo Medina Tanco, fundador y jefe del Linx.
“Hubo que cambiar absolutamente todo, todo. Casi casi se tuvo que hacer la misión de nuevo”, continúa el investigador del Instituto de Ciencias Nucleares de la UNAM. “Se tuvieron que cambiar desde los robots, el número, su tamaño, sus capacidades mecánicas, y rediseñar todo el sistema de despliegue (en la superficie lunar)”.
De ahí que la misión pasara de nueve diminutos robots en forma de engranes, de apenas 8 centímetros de diámetro y 40 gramos de peso, mismos que operarán colectivamente cual hormigas o abejas -y por eso tal nombre, Colmena-, a sólo cinco, con una masa menor a 60 gramos y 12 centímetros de diámetro.
“Nadie ha hecho una cosa con tan poca masa hasta ahora para (explorar el) espacio, y mucho menos para la Luna”, remarca Medina Tanco sobre los microrrobots capaces de reconocerse entre sí y cumplir tareas sencillas de forma autónoma, cuya concepción original no rebasaba los 500 gramos.
Ante ese obligado rediseño de la misión -“te podría decir que se diseñaron dos misiones distintas”, comenta el científico nacido en Argentina-, los investigadores negociaron con Astrobotic exentar el sobrecosto que ello implicara.
“Ésa fue una gran pelea con el CEO, y la ganamos. Entonces, conseguimos rediseñar todo, pero eso llevó a tener que hacer 17 pruebas más de vibración de todo el sistema.
“O sea, 17 rediseños más, bajando masa con metales; fue una locura. Y conseguimos meter todo sólo aumentando hasta 608 gramos”, comparte Medina Tanco. “Era prácticamente 30 por ciento más del costo original de la misión. Y no nos cobraron ni un peso más”.
Cuando finalmente parecía que Colmena iniciaría el 4 de mayo pasado su odisea hacia el satélite natural de la Tierra, donde se espera que los microrrobots puedan sobrevivir al hostil ambiente y analicen el regolito -polvo radioactivo y cargado electrostáticamente que flota a 30 centímetros de la superficie-, un cohete de ULA explotó.
“No era el cohete nuestro, era otro, pero idéntico, y se le estaba usando en un rango muy diferente (…) Entonces, no es la misma cosa, pero aún así, obviamente, más vale investigarla. Ahí se pospuso el lanzamiento para una fecha en torno de julio o tal vez agosto”.
Sin embargo, a fines de junio, un motor producido por Blue Origin, idéntico a los que impulsarán al Vulcan Centaur, estalló durante una prueba. Y, de nuevo, el lanzamiento debió aplazarse hasta el último trimestre de este año.
El titular del Linx explica lo delicado de la situación refiriendo que ésta será la primera vez que ULA, quienes tradicionalmente han ostentado casi todos los contratos del Departamento de Defensa de Estados Unidos, implementará un sistema de recuperación de cohete como el que ha permitido a SpaceX reducir los costos de los lanzamientos.
“Obviamente, nunca te puedes dar el lujo de perder un cohete que va a costar centenas de millones de dólares, con cargas que en total suman mil millones de dólares arriba de esos motores; nunca te puedes dar ese lujo. Pero para ellos (ULA), encima, es peor, porque si perdieran ese cohete, pues Defensa le pasa todos los contratos a SpaceX.
“Hay muchísimo en juego, más allá que ese cohete”, refrenda Medina Tanco: “Se están jugando el todo por el todo”.
¿No pueden ustedes optar por llegar a la Luna con otra compañía?
No lo podemos hacer porque la misión nuestra fue hecha específicamente para funcionar con el Peregrine (…) No podemos funcionar con otra cosa.
El que lo podría hacer sería el Peregrine; se podría mover a otro cohete y, en realidad, no habría tanto problema para nosotros.
¿Han debido, a la manera de las responsivas médicas, firmar un acuerdo que deslinde responsabilidades si el cohete estalla con Colmena a bordo?
No puedo hablar de contratos porque son confidenciales. Pero sí tenés cláusulas de ese tipo.
Eso es así, precisa el físico, dado que en la actual nueva era espacial, también llamada Space 4.0, el riesgo va de la mano con aquella reducción de costos que permite a un grupo como el de Medina Tanco ser partícipes de esta revolución.
“Básicamente, vos corrés riesgos desde el inicio. Astrobotic claro que corre riesgos, no es la NASA; si la NASA hubiese hecho esa misión, no sé, costaría 20 mil millones de dólares. La hace Astrobotic y cuesta, tal vez, 100. Ésa es la diferencia.
“Entonces, todos somos conscientes de que corremos riesgos. Pero son esos riesgos los que te permiten hacerlo”, reitera el científico, subrayando la diferencia de mentalidad que existe en torno al fracaso.
“Acá somos aversos al fracaso; en cuanto hay un fracaso, todo mundo sale corriendo, nadie quiere tener nada que ver (…) Pero vos necesitás fracasar si querés ser innovador; no hay nada en innovación, que sea innovación real, que no fracase por lo menos tres veces”.
Por ahora, al argentino y su grupo no les queda más que cruzar los dedos para que no haya otro imprevisto y finalmente ver partir a la Luna una misión a la que ni siquiera tuvieron la oportunidad de hacer mejoras durante este tiempo de espera.
“Una vez que se terminó de pasar un batallón de pruebas en enero del año pasado, pues no lo puedes tocar, no puedes hacer cambios porque perdés las certificaciones; tendrías que volver a pasar todas las pruebas. Se te pueden ocurrir un montón de ideas, pero lo único que hacés es desesperarte”, suelta una carcajada el investigador.
‘Si quieres bienestar, necesitas tecnología’
Reservado a responder cuál puede ser el futuro de la instrumentación espacial a la luz de una nueva legislación entre cuyas prioridades no figura el espacio, Medina Tanco prefiere poner la atención en lo que hace falta.
“Necesitamos que en México exista una visión estratégica del espacio. Ya nos perdimos la revolución de Internet; no nos podemos perder la del espacio”, apunta el científico.
“No es que sería lindo, bonito, nacionalista tener un sector espacial. Es una necesidad; si vos querés bienestar social, tenés que desarrollar tecnología”, prosigue. “Si la gente quiere que sus hijos tengan un futuro más productivo y mejor, sólo se va a lograr en tecnología”.
No es un secreto, dice, “no es nada traído de los pelos”, sino lo que hacen todos los países de primer mundo.
“Los pobres los vamos a tener siempre”, enuncia, en una paráfrasis bíblica. “No podés dedicar todos tus recursos a una única área. Tenés que trabajar con el presente, porque obviamente tienes necesidades urgentes, pero tenés que invertir en el futuro para cambiar esa realidad. En este momento el sector espacial es esa beta”.
Tal como lo expusiera en junio pasado durante una presentación en El Colegio Nacional, Medina Tanco tiene muy claro hacia dónde parece dirigirse la tendencia actual: llevar la economía al espacio, con fábricas en órbita y generación de energía desde allá arriba.
“Ahí vos tenés dos opciones a nivel de País: O te quedás parado y vas a consumir todo lo que eso produzca (…) o vos sos parte de esa transformación y entonces sos un actor.
“Y entonces, cuando surja el nuevo Google X espacial que haga alguna cosa innovadora que ni nos imaginamos, como servicio o aplicación, pues tendrás la chance de que uno de esos unicornios sea mexicano”, recalca. “Pero eso necesita de estrategia; ninguna de esas cosas se hacen de hoy para mañana. Necesitas fracasar, y fracasar lleva tiempo”.
Una estrategia de largo plazo -no a 6, sino a 20 años-, y la concurrencia de capital público y privado para el pleno desarrollo de lo que se gesta desde la Academia.
Y, sobre todo, que aquellos que aspiran a dirigir el País sean capaces de concebir la crucial relevancia de todo esto.
“Yo quiero hacer algún tipo de whitepaper (un documento técnico o guía) para presentarlo a todos los candidatos a Presidente, y tratar de concientizarlos un poco en el sector espacial. Lamentablemente, los políticos ven esas cosas solamente cuando les llega como algo que piensan que puede tener un impacto electoral, sobre todo en este momento.
“Tal vez hay algún alma, nunca pierdo la esperanza, que consiga ver la importancia de esto. Me imagino que alguno debe decir: ‘No sólo quiero llegar a ser Presidente por serlo, sino que me gustaría que el día de mañana alguien piense bien de mí, que hice algo por el País que quedó, algo trascendente’. Y vean que esto (la ciencia espacial) puede serlo”, concluye Medina Tanco.