FRANCESC PEIRÓN, CORRESPONSAL. LA VANGUARDIA
Hanna Gadsby, comediante y artista, no se dejó ver en la presentación en el Museo de Brooklyn. Su aura, sin embargo, emergió de forma constante desde antes de acceder a la exposición que propicia.
Como saludo de recepción, una de sus frases impresa en la pared expresa la idea de que es inútil entablar una conversación sobre si se debe cancelar a Picasso. “Es imposible, ya nos ha pasado. Además, a Picasso no le importa, está muerto, no aprenderá nada. ¡Es una broma! Lo es, pero no realmente”.
Lejos de los elogios canónicos, esta muestra revisa su obra a partir de la visión de Hannah Gadsby
Y no lo es porque en cuanto se traspasa el umbral surge un mundo diferente al habitual, al tributo institucional que se rinde al genio español olvidándose de sus imperfecciones como persona, su carácter machista y dominante, en una época en que también se observan las conductas y no solo lienzos.
El planteamiento de It’s Pablo-matic: Picasso according to Hannah Gadsby rompe con esa línea de rendición absoluta al mito icónico y se adentra en el contraste entre la obra y el artista desde la revisión crítica feminista que se ha generado desde su muerte, en 1973.
“En esta exposición no pretendemos afirmar que no es un gran pintor. Todos sabemos que lo es, pero queremos enmarcarlo en su contexto”, señaló la conservadora Lisa Small, que ha comisionado esta muestra junto a Catherine Morris y Gadsby, que logró un éxito muy reconocido con su show de monólogos titulado Nanette , en el que arremetió contra la misoginia, la homofobia y el relato canónico, en particular contra Picasso.
A partir de un centenar de obras, la mitad del malagueño, la otra mitad de una treintena de mujeres artistas (Louise Bourgeois, Dara Birnbaun, Kiky Smith o Cindy Sherman) y un hombre invitado (Philip Pearltein), se produce un diálogo contrastado de carácter histórico en el contexto de las transformaciones registradas a lo largo de las cinco décadas transcurridas, incluido el prisma del movimiento #MeToo.
La muestra, que abre el 2 de junio, surgió a petición del Museo Picasso de París con motivo de conmemorarse el 50.º aniversario de su defunción.
“Se puede decir que el siglo XX en su conjunto fue al menos tan problemático como el mismo Picasso y alimenta gran parte del conflicto intergeneracional actual”, según declaración de Gadsby recogida en el comunicado de prensa. “Todavía estamos gobernados por monstruos de los años noventa. Entonces, ¿por qué no celebrar a Picasso como la mascota perfecta, monstruosamente arrogante y destructiva?”, añade.
Una de las piezas expuestas es una de las obras de Gadsby, una pintura que realizó al estilo de Mujer leyendo en la playa a los 17 años, la que tenía Marie-Thérèse Walter cuando el español alardeaba de ser su amante.
Pese a este tipo de consideraciones, Morris remarcó que “no es posible cancelar a Picasso y saldrá bien parado de todo este proceso”. Pero esto permitirá a los visitantes conjugar esa impresión abrumadora del artista con esos rasgos conflictivos, y ver cómo cambia la percepción.
“La idea es que puedes amar a un artista y reconocer su brillantez y creatividad, y ahora también puedes saber, por la yuxtaposición en este espacio, sobre su biografía, las vidas y conductas de estos hombres, porque por lo general son hombres”, subrayó Small. “Tus héroes, sean artistas o no, no son perfectos, nadie lo es”, añadió.
La exposición se organiza en torno a temas visuales y conceptuales. El punto de partida consiste en que “no todos los prodigios llegan a ser genios”. El mundo hizo un espacio para que Picasso explotara como genio, otros, como las mujeres, jamás lo dispusieron. Esta es la época de la desmitificación.