El trabajo infantil está presente en la vida cotidiana y es un problema principal en México

(SONIA SOTO. EL ECONOMISTA)

Los niños que trabajan se han convertido en una población invisible, pero que representan al menos 3.7 millones de personas en nuestro país. El trabajo infantil es una forma de explotación laboral.

Los niños deberían estar en la escuela, aprendiendo, estudiando, jugando, desarrollándose. No obstante, las ciudades, sobre todo ellas, nos demuestran todos los días que eso no necesariamente ocurre, al menos no para todos. El trabajo infantil está presente en la vida cotidiana y es uno de los principales problemas en México.

¿Cuántas veces vemos un niño que se acerca vendiendo dulces, el periódico o cualquier otro artículo? Algunas veces ya ni siquiera los miramos a los ojos porque es una realidad que se ha vuelto cotidiana, ya ni siquiera nos preguntamos si eso es lo adecuado.

Cuando hablamos de trabajo infantil, se suele asociar al campo, el sector más representativo, donde los niños desde pequeños están en actividades, trabajando porque a sus papás no les alcanza, y entonces, entre sobrevivir y estudiar, la decisión está tomada.

“No es normal que un niño esté trabajando”, dice Leticia Figueroa Valdez, del área de prevención de trata con las infancias de Pozo de Vida, una organización no gubernamental contra la trata de personas en México y Centroamérica.

Los últimos datos disponibles del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) indican que en México hay 3.7 millones de niñas, niños y adolescentes de 5 a 17 años en actividades no permitidas. Esta cifra ha crecido en las últimas dos mediciones sobre la dimensión del trabajo infantil en el país.

Además 84,858 menores son explotados laboralmente solamente en la Ciudad de México. Del total de casos de trata de personas, al menos 30% son de niños, niñas y adolescentes.

El trabajo infantil desde la mirada de los niños, niñas y adolescentes

Para conmemorar el Día Mundial contra la Trata de Personas, la organización World Visión México presentó la antología “El trabajo infantil desde la mirada, voz y trazo de niñas, niños y adolescentes”, que compila el sentir y la perspectiva de este grupo de la población sobre cómo afecta este problema a la niñez en el país.

Shayba Rivera Jiménez, es una niña de 14 años, vive en Acatlán Oaxaca, y conoce la realidad de muchos niños que deben trabajar en su comunidad, dice que su papel no es llevar dinero a su casa, su obligación debe ser aprender, crecer y disfrutar de su infancia.

“Como sociedad no deberíamos normalizar que los niños estén trabajando o pidiendo dinero, lo que debemos hacer pedir que tengan clase para que puedan aprender a leer”, dice Shayba Rivera Jiménez.

En la antología se puede leer el testimonio de Armando Gerardo, un niño de 12 años que vive en Oaxaca: “El trabajo puede ser muy pesado para nosotros porque es para gente más grande”, dice.

O el de Rosa Mariana de 9 años, también de Oaxaca, que desea que sus padres tengan un empleo que les permita darles lo que necesitan para que no tengan que ayudar con trabajo.

Posibles soluciones a un problema multifactorial

A decir de Dulce Isabel Ceja Lázaro, subgerente de sustentabilidad de la Cámara Nacional de las Industrias Azucarera y Alcoholera, una reflexión que dejan las palabras de los niños, niñas y adolescentes que participaron en el conversatorio es si vale la pena seguir con un modelo educativo tan poco flexible.

“No creo que la industria azucarera sea el único sector que requerimos un modelo educativo que se adapte a las condiciones de las comunidades migrantes y de las zonas lejanas”, dijo.

La representante empresarial recordó cómo en Naucalpan se inició una escuela con un vagón que era de trabajadores de ferrocarriles.

Los participantes de conversatorio refirieron que para evitar el trabajo infantil es necesario:

  • Un sistema de información que pueda recabar territorialmente, diferenciadamente cada tema del trabajo infantil, porque de otra manera no se puede diseñar ni planear soluciones.
  • Dialogo intergeneracional y sobre todo de quienes viven el problema y que se puedan convertir en agentes de cambio.
  • Sensibilización y capacitación para que puedan detectar lo que no está bien en que un niño trabaje. Que los niños estén protegidos por la comunidad.

“La trata de personas, el trabajo infantil, y el trabajo forzoso priva a las personas, pero sobre todo a las niñas, niños y adolescentes, de oportunidades futuras, viola los derechos humanos, perpetúa el ciclo de pobreza y es considerada la peor forma de esclavitud de nuestros tiempos”, dijo Mario Valdez, director de World Vision México, durante el evento.