El Tren Maya, inesperada oportunidad arqueológica

JUAN CARLOS GÓMEZ ARANDA. EXCÉLSIOR

Los trabajos del Tren Maya, obra que cambiará la historia del sur y sureste de nuestro país, han expuesto más de 4 mil 500 monumentos prehispánicos y 708 mil fragmentos de cerámica con información importante, dice el INAH. Este impresionante patrimonio recuperado no debe de sorprendernos porque desde siempre se ha sabido que los vestigios arqueológicos descubiertos en esta amplia región sólo es la punta del iceberg y que se necesitarán muchos años de exploración, estudios y recursos económicos para conocerlos mejor.

Esta obra de más de 1,500 km de vías férreas que pasa por los estados de Chiapas, Tabasco, Campeche, Quintana Roo y Yucatán está implicada en una polémica por su impacto ambiental y social, ya que se trata del hábitat de comunidades indígenas en una selva de la mayor importancia biológica, hogar de especies en peligro de extinción como el emblemático jaguar y otras, así como de acuíferos que son de excepcional importancia, belleza y fragilidad. Mientras que el gobierno postula que el Tren fortalecerá el ordenamiento territorial, potencializará la industria turística e incrementará la conectividad beneficiando el desarrollo en la región, cuidando el medio ambiente y detonando el desarrollo sustentable.

Sin embargo, este debate está superado, pues la obra concluirá en pocos meses y la discusión se está trasladando a su viabilidad económica, a los aspectos operativos y, especialmente, al modelo social que propiciará en las comunidades y pueblos que se refundarán a lo largo de la vía, que será vulnerable a los movimientos sociales que surgirán.

En muchos sentidos se repite lo que sucedió en febrero de 1978, cuando trabajadores de la Compañía de Luz y Fuerza, en el centro de la Ciudad de México, de manera fortuita hicieron un hallazgo que sería de gran importancia para la arqueología mexicana moderna. Los expertos tuvieron dificultad para identificar rápidamente a la deidad redescubierta; algunos pensaron que se trataba de la Coatlicue por sus pechos cansados, mientras que otros creyeron que era Toci, la abuela, por los surcos de su vientre; concluyeron que el monolito representaba a una de las principales del panteón azteca: la diosa Coyolxauhqui, la de los cascabeles en las mejillas.

A partir del descubrimiento, el gobierno de la República estableció el Proyecto Templo Mayor, nombrando al laureado arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma como jefe del plan que por más de 40 años ha tenido éxito exponiendo y estudiando las ofrendas y edificios que los mexicas dedicaron a su recinto más sagrado, con lo que se ha motivado un mayor interés nacional e internacional por nuestro pasado indígena e inspirado un renovado orgullo por el México antiguo.

Guardando las debidas proporciones y circunstancias, algo parecido está ocurriendo con el diluvio de descubrimientos que está sucediendo en este preciso momento debido a los trabajos del Tren Maya, donde estamos presenciando un relevante beneficio colateral en materia cultural que cambiará el panorama de la arqueología y potenciará el mundo maya.

Este nuevo desafío arqueológico debe de incluir a Chiapas, por ahora casi fuera, ya que sólo 42 kilómetros del tren pasan por su territorio, por la urgencia de crear mayores oportunidades regionales y por la importancia del rescate de la memoria mesoamericana para la economía local. En medio siglo sólo se han abierto al público 10 ciudades arqueológicas en Chiapas, siendo Palenque la primera, lo que ha potencializado turísticamente el norte del estado con sus beneficios económicos y sociales. Palenque es uno de los Pueblos Mágicos más visitados gracias, precisamente, a sus vestigios y a sus bellezas naturales como Agua Azul y Misolhá, como también por su cercanía con otras maravillas culturales como Bonampak y Yaxchilán.

Existe un gran potencial chiapaneco, como el caso de Comitán de Domínguez, donde dentro de la ciudad y en una bella loma está el sitio Junchavín –nueve Luceros o Guardianes– sin acceso al público por una disputa con el ejido. Si el diferendo se resuelve, este Pueblo Mágico, que es capital cívica y cultural de Chiapas, podrá incrementar su influencia turística.

Esperemos que el presidente López Obrador actúe como lo hizo su tocayo López Portillo cuando estableció el Proyecto Templo Mayor e impulse un Plan Marshall arqueológico. ¿Será Diego Prieto, director del INAH el Eduardo Matos de la cultura maya?

Analista político y experto en comunicación estratégica*
Twitter: @JCGomezAranda