En la piel humana están los secretos de la respuesta sexual

(BERENICE GONZÁLEZ DURAND. EL UNIVERSAL)

En la película “Los que se quedan“, (The Holdovers, 2023), un malhumorado profesor de preparatoria le dice a un alumno que una relación sexual exitosa no es muy difícil de explicar, pues responde a una ecuación sencilla: “80% fricción y 20% buena voluntad”. La sexualidad humana, el impulso que ha dado origen a la humanidad, está llena de conceptos con los que se mira y moldea la sociedad desde diferentes ángulos. Desde el sarcasmo fílmico hasta el más elaborado reporte científico sobre la biología humana, cada disciplina intenta entender y explicar el complejo equilibrio que integra nuestra conducta y respuesta sexual.

A finales del siglo XIX e inicios del siglo XX abundaron las reflexiones sobre la sexualidad humana gobernada por la psique. Mediante los estudios de Sigmund Freud, Albert Moll y Havelock Ellis, entre otros, se vincularon las pulsiones sexuales al comportamiento humano; pero más allá de sus posturas, se colocó y subrayó en el mapa científico la importancia del estudio de la sexualidad. En Tres ensayos sobre una teoría sexual, Freud postula en su obra publicada en 1905 cómo las primeras impresiones sexuales en nuestro desarrollo pueden ser determinantes en nuestro desarrollo sexual posterior.

Más allá del significado psicoanalítico de la conducta sexual, en el siglo pasado también se publican investigaciones más integrales que causaron revuelo inmediato. En 1938, Alfred Kinsey, un zoólogo poco conocido de Estados Unidos, decidió dejar su estudio sobre las avispas para abarcar un espectro más complejo, aunque no menos frágil y volátil: la investigación sobre la sexualidad humana. Bajo su lupa, fueron examinadas las vidas sexuales de más de 11 mil estadounidenses, investigaciones que se concentrarían en dos libros: El comportamiento sexual en el hombre y El comportamiento sexual de la mujer, publicados en 1948 y 1953, respectivamente. Explorar los hábitos sexuales, convirtieron a Kinsey en una de las figuras más controvertidas de la época.

Posteriormente, William Masters y Virginia Johnson influyeron en la investigación sobre la búsqueda de placer con sus estudios fisiológicos reportados en La respuesta sexual humana (1966). Masters y Johnson son reconocidos como pioneros en trabajos experimentales de la sexología que hoy en día han marcado la pauta para investigaciones que se llevan a cabo en laboratorios sexuales de todo el mundo, aunque probablemente sin las ambiciones de aquella época.

Finalmente, el estudio del cuerpo y la mente en sus vastas disciplinas, analizan todos los elementos que forman parte de las expresiones sexuales para mejorar la calidad de vida de las personas. En el caso de la sexología médica se desentraña el funcionamiento orgánico y se utilizan procedimientos que hacen énfasis en la evidencia científica de la biología como detonador de los impulsos y respuestas sexuales.

En la piel humana están los secretos de la respuesta sexual

Secretos sensoriales del pene y el clítoris

Recientemente la Facultad de Medicina de Harvard lideró uno de los estudios más importantes en sexualidad humana en el último siglo que tiene que ver justamente con una mejor comprensión de los elementos orgánicos que hacen posible una relación sexual. Se detectaron la forma en qué células nerviosas específicas, localizadas en el pene y el clítoris, detectan vibraciones y luego se activan fuertemente, provocando comportamientos sexuales como erecciones.

Las células involucradas en estos procesos son los llamados corpúsculos de Krause. Se trata de numerosas terminaciones nerviosas ubicadas justo debajo de la piel. Se descubrieron por primera vez en los genitales humanos hace más de 150 años, pero no se había investigado su función en la respuesta sexual humana, un poco por la temática, considerada tabú, pero también porque no se habían logrado estudios moleculares tan avanzados como en la actualidad. Con la ayuda de estudios genéticos, los científicos encontraron que los procesos sensoriales de dos grupos de neuronas de los ganglios espinales de la región lumbosacra se encuentran precisamente en los pequeños cuerpos de Krause.

Los hallazgos podrían conducir a nuevos tratamientos para afecciones como la disfunción eréctil. Según cifras de la OMS, se estima que existen en el mundo 152 millones de varones con esta disfunción y esta cifra aumentará a 322 millones en el año 2025. Esta condición afecta a los varones mayores de 40 años: 55% en forma leve, al 35% de manera moderada y al 10% en forma severa.

Estos hallazgos también podrían restaurar la función sexual en personas con parálisis en la parte inferior del cuerpo, pues los investigadores han descubierto que, si bien los corpúsculos se conectan a una región sensorial particular de la médula espinal, la estimulación de estas células provoca erecciones y contracciones en los genitales, incluso si se ha cortado la conexión de la médula espinal con el cerebro.

El artículo publicado en la revista Nature presenta una minuciosa investigación en modelos animales sobre cómo las vibraciones de baja frecuencia excitan a las células nerviosas genitales, un hallazgo que podría conducir a tratamientos más efectivos. Se activaron los corpúsculos de Krause en ratones machos y hembras mediante diversos estímulos mecánicos y eléctricos. Las neuronas se activaron en respuesta a vibraciones de baja frecuencia en el rango de 40 a 80 hercios, de hecho, el estudio explica que estas frecuencias se utilizan generalmente en muchos juguetes sexuales; es decir, los humanos se dieron cuenta de que ésta era la mejor manera de estimular los corpúsculos de Krause antes de que se publicaran este tipo de experimentos.

Vasto territorio

Nuestra piel cuenta con cerca de millón y medio de receptores sensitivos y por eso se considera el órgano sensorial más grande del cuerpo humano. El cerebro contiene alrededor de 15 mil millones de neuronas conectadas entre ellas a través de un billón de sinapsis. Es así que la piel está llena de receptores ubicados en todo el cuerpo, que están representados tanto por terminaciones nerviosas que corren libremente y que son responsables de la percepción principal del tacto, la temperatura y el dolor, como por terminaciones nerviosas encerradas en una cápsula.

Estos diferentes tipos de encapsulamientos, los corpúsculos, se cree que son responsables de la percepción de influencias específicas. Por ejemplo, los corpúsculos de Pacini perciben una presión mecánica brusca y los corpúsculos de Ruffini, un estiramiento. Durante mucho tiempo se creyó que los de Krause percibían específicamente el frío, pero no estaban involucrados en otros procesos.

También se espera que, un mayor conocimiento de los alcances de los corpúsculos de Krause puedan ayudar a otras afecciones ligadas a la actividad sexual, como el dolor vaginal que actualmente es tratado de diversas formas, como la fisioterapia para fortalecer los músculos del piso pélvico o las inyecciones de los bloques nerviosos para disminuir el dolor neurológico. Existen ocho mil terminaciones nerviosas que están detrás del disfrute sexual que brinda el clítoris y en el caso de los corpúsculos están 15 veces más concentrados en el clítoris que en el pene.

Los estudios se realizaron en ratones, pero los científicos piensan que la estructura y la fisiología de los cuerpos de Krause y su conexión neuronal funciona de manera similar en humanos. Falta complementar el funcionamiento de estas terminales nerviosas con nuevos estudios sobre el comportamiento humano ligado a estas experiencias. Las relaciones sexuales tienen muchas premisas culturales. En Occidente se centran en la búsqueda de placer a través del orgasmo, mientras que, en Oriente, la prolongación del placer es prioridad.

Se espera que esta investigación abra nuevas posibilidades para el abordaje de problemas básicos en la respuesta sexual. Hay muchas vías sensoriales que parecen estar implicadas en la sensibilidad genital, lo que abre posibilidades de estudio sobre la sexualidad en varias direcciones. La ciencia abre nuevas puertas para entender la sexualidad humana, área fundamental de la biología y unos de los principales motores para entender el comportamiento y la evolución humana.