(BORIS BERENZON GORN. EL SOL DE MÉXICO)
El aprendizaje pende de un acto de solidaridad, de autopreservación de la especie. Nos hemos venido enseñando todo, los unos a los otros, y gracias a ello, hemos creado aquello que conocemos como cultura. Cultura es eso, el aprendizaje colectivo, los saberes humanos puestos a prueba en los más diversos contextos y en búsqueda de su autoperfeccionamiento. Estos saberes se transmiten de generación en generación por medio de todas las instituciones, desde la familia hasta la escuela, mediante el corpus legislativo y aquello que llamamos simple y llanamente “la moral”.
Sin el factor de la enseñanza y el aprendizaje no seríamos nada, no tendríamos nada. Por eso, cualquier acto de enseñanza es también un acto de preservación. En tiempos de la web 2.0, nos hemos encontrado con un nuevo modelo de enseñanza y aprendizaje, llamado “tutorial”. A diferencia de los cursos y certificaciones más formales, prácticamente cualquier usuario puede ofrecer un tutorial, por lo que los aprendizajes son diversos y tienden a ser mucho más subjetivos que otros modelos de enseñanza.
Los tutoriales son contenidos pensados como un proceso por pasos. Los creadores van mostrando el paso a paso en fragmentos simples, con la intención de ser lo más breves, accesibles y concisos y así llegar a amplios públicos. Pueden abordar muchísimos temas, los hay de habilidades cotidianas como cocinar, maquillarse, hacer reparaciones en casa, manualidades, cuidados en materia de primeros auxilios, entre otros; así como de materias más específicas como matemáticas, programación, creación de proyectos, emprendimiento, uso de aplicaciones y plataformas, y un sinfín de áreas.
Los tutoriales tienden a utilizar el formato visual o audiovisual, pues permiten facilitar el proceso de enseñanza al fomentar la repetición, y en ellos se incluyen las formas propias de hacer las cosas de quien enseña algo, un estilo personal que se transmite a usuarios de todo el globo gracias a que buscan llamar la atención, ganar likes y visualizaciones y por lo tanto se rigen por la creación de un contenido atractivo y sencillo. A menudo se adaptan a los tiempos de redes sociales; hay algunos que duran incluso un minuto o menos y aprovechan las funciones de edición para presentar tiempos largos en unos cuantos segundos, lo que permite acumular varios de ellos y compararlos entre sí.
Uno de los principales atractivos de los tutoriales, además de su accesibilidad y gratuidad, es que permiten la retroalimentación entre quienes consumen el contenido y quienes lo producen mediante comentarios y uso de etiquetas, lo que facilita despejar dudas, y tener, por decirlo así, un contacto más humano. Los tutoriales son una verdadera revolución, pues han democratizado y globalizado la enseñanza y el intercambio cultural, aunque hace unas décadas era algo muy complejo, en nuestro tiempo es posible aprender a hacer un café estilo turco o tejer un chaleco nórdico con lana de cabra sin necesidad de movernos del sillón.
Si bien, los tutoriales no son un modelo formal de enseñanza, sí que nos sacan de apuros. Por eso, una de las mejores retribuciones que podemos hacer a la web es crear los propios y compartirlos, ya sea una receta, un bordado o una cerca de madera; seguramente este conocimiento tendrá el potencial de incidir en la vida de alguien. Por supuesto, nunca está de más ser críticos y comparar procedimientos; como hemos dicho, el tutorial es sumamente subjetivo y tiende a incluir el estilo personal, que para muchos puede simplificarse o perfeccionarse. Pero de eso se trata, de aprender lo general y atrevernos a aplicar un toque propio a lo aprendido.
Además, los tutoriales son una excelente herramienta de acompañamiento para el aprendizaje formal. Los estudiantes que enfrentan dificultades para aprender matemáticas, física o química, por ejemplo, pueden apoyarse de tutoriales para conectar de manera más simple con los aprendizajes e incorporar las experiencias a sus objetivos educativos. Sin duda, la era de los tutoriales es signo de solidaridad social.