(BOLETÍN DE PRENSA. INAH)
A cuatro meses de su inauguración, el Gran Museo de Chichén Itzá, en Yucatán, ha registrado la afluencia de más de 4,500 visitantes. Luego de su cierre por unos días, como medida preventiva por los recientes fenómenos meteorológicos, el recinto ha retomado sus actividades para mostrar la grandeza de la cultura maya.
Este nuevo espacio museístico ha venido a dar mayor realce a la zona arqueológica y al patrimonio cultural de la región, destaca su director Julio César Alonso Ramírez, al puntualizar que el recinto representa “un mecanismo de difusión del patrimonio arqueológico de una de las antiguas urbes mayas más importantes del país”.
Abierto al público el 1 de marzo de 2024, el museo, adscrito a la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), registró tal cantidad de visitantes hacia fines de junio, no obstante, anticipa un aumento gradual en su afluencia mediante la captación de los turistas que viajan por el Tren Maya.
Con horario de 8:00 a 16:00 horas, las y los visitantes pueden acudir de lunes a domingo, de manera gratuita, a apreciar las más de 400 piezas en exhibición.
Tras asegurar que el recinto es funcional y recibe al público que recorre los dos grandes claustros y un vestíbulo para exposiciones permanentes, Alonso Ramírez espera que el museo sea una experiencia enriquecedora para el turismo, ya que además de piezas arqueológicas, contará con una sala inmersiva y otra donde se podrán apreciar algunos de los objetos arqueológicos recuperados dentro del Cenote Sagrado.
La colección permanente está organizada en cinco grandes líneas temáticas. Inicia en la Sala A, o Sala Introductoria, en la que se exponen algunos de los ejemplos más característicos de la plástica de Chichén Itzá, como el Chac Mool, las serpientes emplumadas y una representación icónica de la zona arqueológica: el hombre-pájaro-serpiente.
Enseguida, en la Sala B, Tiempo y espacio, se muestran piezas de cerámica y de lítica con representaciones de flora y fauna, las cuales van más allá de una cuestión ornamental.
“A partir de los elementos naturales plasmados en los sillares o en los objetos cerámicos podemos abordar, de manera clara y sencilla, la apropiación de algunos aspectos naturales que hicieron los mayas que habitaron Chichén Itzá, como parte de su cosmovisión. En términos generales, esto nos permite humanizar y comprender mejor nuestro patrimonio, y al mismo tiempo facilita un cambio de mentalidades y revaloriza nuestra propia cultura”, comentó el arqueólogo.
En la tercera, Sala C, Rutas del Mayab, se presenta una colección de piezas asociadas con las rutas de intercambio de Chichén Itzá, urbe que durante su apogeo fue un destacado enclave comercial.
El siguiente espacio es la Sala D, Una gran ciudad, que exhibe piezas relacionadas con la astronomía, la escritura, el linaje y el poder político que se desarrolló en esta ciudad prehispánica.
En la Sala E, Arquitectura, las y los visitantes conocerán un segmento de la fachada del templo superior de El Osario; la composición particular de un friso acompañado de unos mascarones de Chaac, dios maya de la lluvia, y una mesa ceremonial soportada por atlantes.
Asimismo, se muestra una réplica del templo superior de la subestructura de El Castillo, aposento que resguarda un trono con forma de jaguar rojo y un Chac Mool, cuyas reproducciones también se presentan.
En la última parte del museo hay elementos con pintura mural, herramientas de trabajo especializado, como la cantería, y piezas que permiten abordar la organización social que rigió a esta gran metrópoli maya.
Foto: cortesía Julio Alonso Ramírez.