THE FINANCIAL TIMES
Qué pena por los Teamsters. El sindicato estadunidense que representa a 340 mil empleados de UPS está a dos semanas de una votación sobre la huelga que puede dejar varada a una cuarta parte de los envíos de paquetería del país, pero dos organismos que apoyan a profesiones con una capacidad bastante menor para poner de cabeza la economía de Estados Unidos les robó el protagonismo.
La semana pasada los actores de Hollywood se unieron a los guionistas para declararse en huelga, en el primer paro doble de Tinseltown (como también se conoce a Hollywood) desde la era dorada de Ben-Hur. En los plantones se pueden ver estrellas como Mark Ruffalo, el actor que interpretó a Hulk.
Milken Institute calcula que el impacto económico de las huelgas de Hollywood puede ser de 4 mil millones de dólares, pero merecen especial atención porque se trata de uno de los primeros conflictos laborales que involucra el impacto de la inteligencia artificial (IA) y cómo repartirse las ganancias en la nueva era de la distribución digital. Como los activos intangibles impulsan cada vez más las utilidades corporativas, los creadores de propiedad intelectual esperan recibir una parte más grande. Estas negociaciones informarán las batallas entre capital y fuerza laboral en otras industrias que serán reconfiguradas por la tecnología.
Los estudios y sus proveedores están en desacuerdo en muchos temas; sin embargo, los más importantes son cómo repartir los ingresos del streaming y cómo los modelos de inteligencia artificial pueden reproducir el trabajo de actores y escritores. Las inversiones que se necesitaron para lanzar este tipo de servicios, justo cuando el covid-19 y el cambio de hábitos erosionaron los ingresos del cine y la televisión por cable, le dieron un golpe a las utilidades de los estudios. Los ejecutivos se preguntan, con razón, por qué los sindicatos exigen la misma cantidad de personas en una sala de guionistas para una temporada de ocho episodios de Stranger Things como para 24 episodios de Seinfeld.
Al mismo tiempo, los modelos de inteligencia artificial plantean la posibilidad de que los guiones, o al menos sus primeros borradores, se generen sin intervención humana. Y tanto a las estrellas como a los extras les preocupa que se utilicen versiones digitales de ellos mismos sin que se les consulte o se les pague.
La crisis de Hollywood ofrecerá oportunidades a corto plazo a sus rivales internacionales, desde Pinewood hasta Bollywood. Es posible que los actores y guionistas estadunidenses se sientan amenazados por la próxima Call My Agent! (Francia) o El Juego del Calamar (Corea del Sur) como ocurre con los hojalateros del Medio Oeste de EU por la competencia extranjera. Pero otros centros mundiales del entretenimiento pronto tendrán que enfrentarse a las mismas cuestiones que Hollywood.
La primera se refiere a los ingresos por streaming. Los actores exigen 2 por ciento de los ingresos generados por servicios como Netflix y Disney+ y que ese capital sea auditado por un organismo independiente. La industria se resiste a compartir datos sobre sus éxitos (y fracasos) pero, sin duda, tendrá que compartir más regalías con actores y guionistas.
En segundo lugar, los actores quieren que se les garantice que sus imágenes digitales solo puedan utilizarse con compensación y consentimiento. El principio de pagar por los dobles digitales parece justo. Cómo compensar a los escritores por los guiones de inteligencia artificial “inspirados” en su trabajo anterior será más difícil de calcular.
Personas en ambos bandos se movieron rápido para señalar la riqueza de unos cuantos individuos en la cima de la industria del otro. Los actores que ganan millones de dólares por película no son los representantes más comprensivos de los trabajadores en dificultades. El comentario de la semana pasada del director ejecutivo de Disney, Bob Iger, de que las demandas “no eran realistas” enfureció a los huelguistas, mientras tanto, él acababa de firmar un contrato que quintuplicaba su bono anual de objetivos.
La directora Deborah Kampmeier se unió al plantón en Times Square. Mike Segar. Reuters