(ANA MARÍA OLABUENAGA. BALA DE TERCIOPELO. MILENIO DIARIO)
Últimamente tengo la sensación de que las noticias que nos acontecen arrastran consigo una moraleja, tal y como ocurre con las fábulas. La zorra y su cazador, el lagarto que se escondía de sí mismo, el lobo y los corderos. No, no me estoy refiriendo a nadie en particular, aunque muchos de nuestros políticos están cerca de lograr esa transformación zoomórfica. De hecho, para este tema en particular habría que encontrar criaturas singulares del reino animal: bestias capaces de proyectar vanidad y soberbia. Una manada de fatuos y altaneros con humos de grandeza histórica. Solo así podrá proyectarse un caso tan ejemplar, que da para más de una moraleja.
La fábula comienza con Karla Estrella Murrieta, una ciudadana como cualquier otra, a la que se le ocurrió publicar un tuit crítico donde insinuaba que una diputada del PT había recibido su candidatura gracias al puesto de su esposo, el morenista Sergio Gutiérrez Luna, por entonces presidente de la Cámara de Diputados. Después de la denuncia de la diputada por violencia política en razón de género, el Tribunal Electoral del Poder Ejecutivo de la Federación (TEPJF) sentenció a Karla Estrella a cumplir con varios requerimientos, entre ellos una multa y la publicación —durante 30 días consecutivos— de una disculpa pública en sus redes. El nombre de la diputada —ordenó el Tribunal— debía sustituirse por el de DATO PROTEGIDO.
Según la plataforma Social Listening LATAM, citada por Excélsior, durante las primeras 24 horas posteriores a conocerse la sanción, el rechazo digital fue histórico. El 95.1 por ciento de las opiniones fueron en contra de la sentencia en una proporción de 19 comentarios negativos contra uno positivo. En comparación, los únicos escándalos políticos que han superado dicha proporción son: la quiebra del Silicon Valley Bank en razón de 21 a 1 en la primera hora; Cambridge Analytica con 22 a 1 en las primeras 12 horas y el Brexit con 13 a 1 después del referéndum.
Lo primero relevante del caso es la apropiación y resignificación del término burocrático. DATO PROTEGIDO es ya una consigna popular y una pancarta digital. En su arrogancia olvidaron que las redes sociales son también un tribunal y ya dio su veredicto. El volumen de la protesta memética le ha dado la vuelta a la humillación: al exhibirla a ella, el Estado terminó por condenarse a sí mismo. Cada día que Karla Estrella pida perdón, serán ellos los humillados.
La diputada, por su parte, ha dicho que está siendo “revictimizada”. Que nunca quiso una sanción así, que no quiere que Karla Estrella le siga pidiendo disculpas. Sin embargo, la sentencia revela lo contrario: fue ella quien solicitó una disculpa no en redes sino en medios masivos y fue el Tribunal quien determinó que esa solicitud era desproporcionada.
Ayer, por novena vez, Karla Estrella escribió: “Te pido perdón DATO PROTEGIDO”.
La Presidenta también ya salió al quite, calificando la condena como un exceso. Dijo: “El poder es humildad, no es soberbia, no es abuso”, y añadió: “eso es lo que ocurría tiempo atrás”. Con lo cual le metió el pie a su propia frase, porque eso es lo que está ocurriendo ahora mismo. Y todos los días.
“Te pido una disculpa, DATO PROTEGIDO”, publicará hoy Karla Estrella.
Moraleja: Mejor tápense la cara de vergüenza.
