La lucha contra el cambio climático, energía y desarrollo

(VANESSA ZÁRATE CASTILLO. EL SOL DE MÉXICO)

Hablar del desarrollo del país desde un punto de vista internacional, nos lleva a hablar de dos dinámicas globales en las que México está inserto. Por una parte, están los temas del cambio climático y los compromisos internacionales que el país ha hecho en la materia.

En el marco de la Conferencia de las Partes, COP 28, que se está llevando a cabo en los Emiratos Árabes Unidos y donde se definen los siguientes pasos que debemos tomar para mantener el curso de los compromisos del Acuerdo de París tendientes a evitar que la temperatura del mundo se eleve más de dos grados centígrados e idealmente, mantener esa elevación en 1.5 grados centígrados, observamos que la participación de todos es clave. Lograr esta meta requiere de muchas acciones paralelas de parte de diversos actores tales como el sector público, el sector privado, entre ellos empresas globales, sociedad civil, entre otros.

En particular, un número importante de empresas globales han hecho compromisos para ser cero netas en emisiones de gases de efecto invernadero entre 2030 y 2050. Para lograrlo requieren descarbonizar su producción y sus cadenas de suministro.

De igual manera, como parte de esta lucha, el sector energético juega un papel fundamental ya que cerca de tres cuartas partes de las emisiones de gases de efecto invernadero están relacionadas con él. Incrementar la participación de energías renovables en las matrices energéticas de los Estados es imperativo, sin esto no será posible que Estados y empresas globales cumplan sus compromisos de ser cero emisiones netas .

No hay que dejar de lado que la transición energética debe de ser una transición energética justa y para lograrlo las energías renovables tienen un papel central.

La segunda dinámica global en la que está inserto el país es el fenómeno de la relocalización de empresas. México tiene todas las condiciones para tomar ventaja de esta coyuntura particular que, a diferencia de otros momentos de la historia reciente del país, surge de un cambio estructural del comercio internacional que nace de la rivalidad entre China y Estados Unidos por el liderazgo tecnológico y de la convicción de la Administración Biden de reescribir la historia del comercio exterior, revisar alianzas y desvincular sus cadenas de suministro de países no aliados, así como acercar el origen de las importaciones.

Si bien el principal beneficiado de esta relocalización parece ser el propio Estados Unidos, México puede atraer parte de esas inversiones y tomar ventaja de las políticas industriales estadounidenses que acompañan esta nueva visión del comercio exterior, pero para hacerlo requiere de, entre otras cosas, un suministro eléctrico confiable, seguro, asequible y limpio.

Tener el tipo de energía correcta que permita a las empresas operar en México y cumplir al mismo tiempo con sus compromisos de cero emisiones netas obliga al país no solamente a tener energía más limpia, también le requiere contar con la manera de llevar esa electricidad a los lugares en los que se demanda, es decir, a invertir en transmisión y distribución, actividades en las que en los últimos años se presentan pocos avances.

Observamos que existe consenso entre diversos actores de los sectores público y privado, academia, así como organizaciones de la sociedad civil en reconocer que la relocalización bien aprovechada puede abonar hoy y en el futuro al desarrollo del país. La oportunidad está presente, pero no por mucho tiempo y el papel del sector energético para que esto suceda es central. Al mismo tiempo, enfrentamos el carácter de urgencia de atender los compromisos relacionados con el cambio climático para corregir el rumbo y evitar el calentamiento global.

En ambos casos se requiere de la voluntad política y de una visión homogénea y clara de la energía que requerimos y del sector eléctrico que puede satisfacer esa demanda. La planeación del Sistema Eléctrico Nacional le corresponde al Estado y por lo tanto de él depende, en buena medida, que contemos con la energía que nos permita aprovechar las oportunidades que se nos presentan. Recordemos que la energía no es un fin, más bien es un medio clave para el desarrollo.

*Vanessa Zárate Castillo cocoordina la Unidad de Estudio y Reflexión de Economía, Comercio y Finanzas Internacionales de COMEXI. Igualmente, es consultora y se especializa en energía, estrategia pública, temas internacionales y de comercio exterior, así como en temas de sostenibilidad.