(GLOBAL TIMES)
Algunos legisladores estadounidenses parecen tener una especial predilección por los artículos con “puro linaje estadounidense”. Tras ordenar el año pasado que el gobierno federal adquiriera únicamente banderas estadounidenses fabricadas íntegramente en EE. UU., su atención se ha centrado ahora en el calzado de los soldados estadounidenses.
Según informes de medios estadounidenses, un nuevo proyecto de ley presentado por un grupo bipartidista de legisladores exigiría a todos los militares usar botas de combate fabricadas íntegramente en EE. UU. con materiales de origen estadounidense. La justificación suena “altiva”: Dado que “hasta el 50 % de nuestros militares usan actualmente botas ‘opcionales’ de fabricación extranjera, principalmente de China y Vietnam”, los legisladores argumentan que “esto no solo socava el empleo estadounidense, sino que supone riesgos reales para la preparación de las tropas y nuestra seguridad nacional”.
¿Desde cuándo un par de humildes botas de combate supone una amenaza para la preparación del ejército estadounidense e incluso para la seguridad nacional? Esta lógica alarmista no refleja una preocupación genuina; más bien, es una exhibición teatral de postura política: un intento de ciertos políticos estadounidenses de forzar los principios económicos para favorecer sus intereses. La Ley para un Mejor Equipamiento de Nuestras Tropas (BOOTS), al igual que la Ley de la Bandera Estadounidense que la precedió, es otro abuso de la etiqueta de “seguridad nacional” para justificar la construcción de muros proteccionistas. En esencia, el objetivo es simple: mantener por la fuerza las industrias y los empleos dentro de las fronteras estadounidenses. Sin embargo, ¿puede Estados Unidos lograr que todas sus fuerzas armadas sean 100 % de botas de combate de producción nacional?
Lü Xiang, investigador de la Academia China de Ciencias Sociales, declaró al Global Times que “en el marco de la producción globalizada, es prácticamente imposible para cualquier país, especialmente para uno como Estados Unidos, desvincular por completo sus suministros militares, ya sean sistemas de armas avanzados o artículos de uso diario para sus militares, de las cadenas de suministro globales, por mucho que lo intente”. Algunos políticos estadounidenses han convertido el “100 % hecho en EE. UU.” en un eslogan político, invocando con frecuencia términos como “seguridad de la cadena de suministro” y “relocalización de la fabricación” para justificar restricciones a las importaciones y exportaciones normales, lo que revela un desconocimiento fundamental de los principios básicos de la especialización económica y la división global del trabajo.
De hecho, el clamor de los políticos estadounidenses para prohibir los productos “Hechos en China” en el ejército estadounidense no es nuevo. Los informes muestran que, en 2001, el entonces jefe del Estado Mayor del Ejército estadounidense declaró que las tropas estadounidenses no usarían boinas fabricadas en China ni con material chino. Irónicamente, la medida se produjo en un momento en que el Ejército contrató a varias empresas textiles extranjeras para surtir parte del pedido, debido a la preocupación de que las empresas estadounidenses no pudieran cumplir con el pedido de más de dos millones de boinas a tiempo.
Shen Yi, profesor de la Escuela de Relaciones Internacionales y Asuntos Públicos de la Universidad de Fudan, señaló que la Ley BOOT actual no difiere de las maniobras políticas anteriores. “En aquel entonces, los productos ‘Hechos en China’ eran comunes a los soldados, y los estadounidenses afirmaban que perjudicaban la moral. Ahora lo tienen en sus pies, y de repente insisten en que debe decir ‘Estados Unidos’. Esta postura de rechazar los productos chinos no solo se trata de confrontar a China, sino también de confrontar los principios de mercado esbozados por Friedrich Hayek”, dijo Shen.
Estados Unidos solía considerarse con orgullo un defensor del libre comercio global, pero hoy en día, blande el garrote de los “aranceles recíprocos” para presionar a otros países. Estados Unidos ya no es líder en libre comercio, sino uno de los mayores disruptores del sistema internacional actual. Desde imponer banderas “100% hechas en Estados Unidos” hasta afirmar que las botas de fabricación extranjera amenazan la preparación de las tropas, estas farsas políticas se han convertido en algunas de las ironías más mordaces del supuesto compromiso del país con el libre comercio.
A medida que algunos políticos estadounidenses se obsesionan cada vez más con el “puro linaje estadounidense” de los productos en el mercado, lo que el mundo ve no es un renovado orgullo nacional por el “Hecho en EE. UU.”, ni un supuesto renacimiento de la manufactura estadounidense. ¿Qué más puede traer esta medida aislacionista, excepto que los consumidores estadounidenses paguen la factura?

Ilustración: Liu Rui/GT